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miércoles, 15 de junio de 2016

¿Es la "raza chilena" la mala?

¿QUIÉN LE PONE EL CASCABEL AL GATO FRENTE AL VANDALISMO, LAS TOMAS Y RETOMAS?

Por Walter Krohne

Hay algo que ha contaminado a la “raza” chilena, especialmente a los jóvenes que andan como caballos desbocados por las calles de Santiago diciendo que luchan por una educación más justa y gratuita, pero el comportamiento que muestran no es precisamente una característica de un nivel educacional más elevado y sólido. Marchan por las calles como si los problemas estudiantiles fueran los únicos que hay que resolver en Chile en el marco de un mar de dificultades, por errores políticos u omisiones del Gobierno actual o de los anteriores o deterioro de la situación económica muy ligada al  ritmo de lo que ocurre en los mercados del resto del mundo.
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Hace mucho rato que los estudiantes se confunden con los encapuchados en las marchas y ya casi no se sabe quién es quién. Ni siquiera la policía ha podido explicar fehacientemente de quiénes son y qué es lo que hacen o de donde vienen estos personajes vandálicos. Los encapuchados portan elementos contundentes para destruir lo que se les ponga por delante, también bombas molotov y son verdaderos delincuentes que se desplazan libremente y se permiten o les permiten hacer lo que se les antoja.
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Pueden saquear y no les pasa nada, pueden robar o golpear a personas y pasan “piola”, como dicen ellos mismos, porque, al parecer, hasta los policías les tienen miedo. Y lo peor es que pueden causar la muerte y no pasan ni un día en la cárcel.
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El caso de Valparaíso, el pasado 21 de mayo, es un ejemplo patético: se dieron el “lujo” de incendiar un edificio céntrico, además de dañar otros inmuebles, escenario en el cual  murió un hombre de la tercera edad que, entretanto, su nombre ya ha pasado al olvido, quizá porque era sólo un simple trabajador.
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El hombre cumplía con su deber de proteger un edificio municipal de la calle Pedro Montt y su destino fue desgraciadamente encontrarse con los encapuchados que lo obligaron a refugiarse en el tercer piso del inmueble en llamas, donde encontró la muerte por asfixia.
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Pero eso no es todo...

Sólo días después, otra vez ante la vista y paciencia de las autoridades y las policías, otro grupo de encapuchados, más violento y peligroso ingresó durante otra marcha  a la Iglesia de la Gratitud Nacional de los salesianos en Santiago para dañar o eliminar  todo lo que pudieron encontrar, siendo el punto más dramático la destrucción de un Cristo crucificado que era parte del patrimonio histórico del templo, igual que muchas otras pertenencias y especies depositadas en una de las dependencias de la Iglesia que fue totalmente devastada.

Pero esto tampoco es todo... 

Este lunes fue desalojado el Internado Barros Arana (INBA), recibiendo de vuelta las autoridades, tras 20 días de toma,   un edificio que hoy  parece destruido por saqueo, porque los jóvenes, en vez de cuidar y proteger el equipamiento del plantel, lo hicieron literalmente añicos, causando pérdidas cercanas a los 500 millones de pesos que superan todos los límites y todo lo imaginable.  Y como  esto ya parece una “verdadera chacota cotidiana” y las autoridades han perdido completamente el respeto y el control de la situación, anteayer fueron desalojados también los Liceos de Aplicación y el Javiera Carrera, pero cuando los Carabineros estaban dando vuelta por la esquina en dirección a sus cuarteles, los estudiantes volvían a tomar ambos establecimientos, riéndose de ellos y de todo el mundo. Hoy se estima que hay un centenar de colegios tomados en el país y en algunos casos, como en el INBA, los jóvenes, respondiendo a una gran frustración social, destruyeron o se robaron muebles históricos, bibliotecas, salas de computación y valiosos elementos empleados en los procesos educativos. 

¿Es esta la educación pública que prometió Bachelet en su campaña o rudamente dicho es  este el retroceso más grande que haya tenido la educación en Chile?

Y lo peor de todo esto es que tras estos desastres unos se culpan a otros y el problema continúa sin resolverse para nada. Las autoridades civiles critican que la acción de Carabineros fue tardía y esta policía se queja que las peticiones de desalojo de las autoridades se hacen con retraso, lo que no les permite establecer antes del desalojo un protocolo que debe existir frente a un edificio tomado. La directora de educación de la Municipalidad de Santiago, Mónica Espina,  renunció a su cargo y acusó también demora en el accionar policial. El concejal Felipe Alessandri advirtió que Espina fue la cuarta directora de Educación de Santiago en cuatro años. La ministra de Educación Adriana Delpiano  criticó a los estudiantes: “Que un grupo se tome un colegio e impida que otro grupo no pueda asistir a clases es un acto de violencia”. 
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Todo esto huele muy mal porque el desorden es generalizado y las autoridades, como vemos, han perdido el control de la situación y los estudiantes  el respeto de quienes se supone deben imponer el orden, pero está a la vista que han fracasado. Los estudiantes siguen en las tomas y en las calles, porque cuando las autoridades no les autorizan marchar por la Alameda Bernardo O'Higgins, salen de todas maneras y marchan igual, cometiendo más destrozos que en manifestaciones autorizadas. El caos se triplica.

El cuadro es realmente dramático porque tiene raíces estructurales graves. Los jóvenes ven como ejemplos de comportamiento a políticos corruptos que reciben del Estado millones de pesos o a empresarios, también corruptos o coludidos, que se compran a los políticos y manejan a su manera los precios de los productos en las tiendas y supermercados, mientras los estudiantes siguen endeudados en los bancos como consecuencia de los créditos que han tenido que pactar y repactar desde hace años. Ellos ven a diario con la estrechez que viven sus familias como consecuencia de estos pagos que arrastran  con excesiva dificultad. En otras palabras, el modelo neoliberal sigue más vivo y activo que antes de Bachelet y la gratuidad universal prometida, cada vez más lejana.

Aparte de ello, los jóvenes no ven tampoco en Chile posibilidades reales de poder encontrar un trabajo estable y bien remunerado al términos de sus estudios, y condiciones laborales muy inciertas. Al final, sus ilusiones y sacrificios de haber podido estudiar una carrera en alguna universidad se desvanecen y les origina una inmensa frustración social, porque la desigualdad en Chile tampoco parece haber disminuido, aunque el nuevo ministro del Interior, Mario Fernández, diga que "la meta de este gobierno es reducirla". Esto los obliga a retornar a sus poblaciones de origen con la diferencia que ahora pueden mostrar un título universitario que en algunos casos les servirá muy poco, porque en Chile más que universitarios se necesitan técnicos. Mientras tanto, a pesar de la reforma educacional, el negocio o lucro en las universidades no tendrá finalmente un cambio tan severo y  profundo, como se dijo en un comienzo, mientras que el incremento de la calidad en las aulas seguirá como siempre: mediocre o malo.

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