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martes, 26 de abril de 2016

ECONOMÍA Y FINANZAS
LA DESIDIA DE LOS GOBIERNOS PARA TERMINAR CON LA OPACIDAD FINANCIERA EN LOS PARAÍSOS FISCALES

Los paraísos fiscales en el mundo

El problema de los paraísos fiscales y la opacidad financiera ocupa desde hace años el centro del escenario económico internacional. Desgraciadamente, existe en este tema una brecha abisal entre las proclamas victoriosas de los gobiernos y la realidad de lo que ellos hacen. En el 2014, la investigación LuxLeaks revelaba que las multinacionales no pagaban casi ningún impuesto en Europa, gracias a sus filiales en Luxemburgo. En el 2016, los “Panamá papers” muestran la extensión de las disimulaciones de los patrimonios operados por las élites financieras y políticas de los hemisferios Norte y Sur.

Por Thomas Piketty (*)
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Con la denuncia de los “Panamá Papers” podemos alegrarnos de que los periodistas hagan bien su trabajo. El problema es que los gobiernos no hacen el suyo. La verdad es que casi nada ha sido hecho después de la crisis del 2008. En cierto sentido, incluso las cosas han empeorado.
Tomemos los temas en orden. Sobre el impuesto de las ganancias de las grandes sociedades, la competencia fiscal exacerbada ha alcanzado nuevas cimas en Europa. El Reino Unido se prepara para reducir su tasa a 17%, jamás visto para un gran país, todo eso protegiendo las prácticas depredadoras de las islas Vírgenes y de otros lugares off shore de la corona británica. Si no se hace nada, entonces se terminara en que todos se alinearán en torno al 12% de Irlanda, hasta 0%, o incluso con subvenciones a las inversiones, como a veces ha sido el caso.
Durante este tiempo, en los Estados Unidos, donde existe un impuesto federal sobre las ganancias, la tasa es de 35% (sin contar el impuesto de los Estados comprendido entre 5% y 10%). Es la división política de Europa y la ausencia de un fuerte poder público lo que nos pone a merced de los intereses privados. La buena noticia es que es posible salir de este impase. Si cuatro países, Francia, Alemania, Italia y España, que agrupan más del 75% del PIB y de la población de la zona euro, propusieran un nuevo tratado fundado sobre la democracia y la justicia fiscal, con medidas fuertes como un impuesto común sobre las grandes sociedades, entonces los otros países estarían obligados a seguirlos. Salvo que se colocaran fuera del esfuerzo de transparencia que las opiniones públicas piden desde hace años, y exponerse a sanciones.
Grandes fortunas
Sobre los patrimonios privados mantenidos en los paraísos fiscales la más grande opacidad sigue existiendo. En todas partes del mundo las más grandes fortunas han continuado progresando después de la crisis de 2008, mucho más rápidamente que el tamaño de la economía, en parte porque aquellas pagan menos impuestos que los otros. En Francia un ministro del presupuesto ha podido explicar tranquilamente en 2013 que él no mantenía ninguna cuenta en Suiza, sin temer que su administración lo supiera. Sería necesario de nuevo que los periodistas pudieran descubrir la verdad.
La transmisión automática de información sobre los activos financieros, oficialmente aceptado por Suiza y siempre rechazada por Panamá, son supuestos para arreglar el problema a futuro. Salvo que ellas no comenzaran a ser aplicadas más que tímidamente a contar de 2018. Con excepciones también, por ejemplo, para los títulos mantenidos por intermedio de los trust y las fundaciones, y todo aquello sin ninguna penalidad prevista por los países más liberales. Es decir, se continúa viviendo la ilusión de que el problema se va resolver de manera voluntaria, pidiendo cortésmente a los paraísos fiscales que terminen con el mal comportamiento.
Se continúa viviendo la ilusión de que el problema se va a resolver de manera voluntaria, pidiendo cortésmente a los paraísos fiscales que terminen con el mal comportamiento.
Es urgente poner fuertes sanciones comerciales y financieras para los países que no respetaran reglas estrictas. No nos engañemos: solo la aplicación reiterada de tales sanciones, a la menor falta constatada (lógicamente incluyendo a nuestros estimados vecinos suizos y luxemburgueses), permitirá restablecer la credibilidad del sistema y salir del clima de opacidad e impunidad generalizada vigentes desde hace una década.
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Al mismo tiempo es necesario crear un registro unificado de los títulos financieros, lo cual pasa por la toma del control público de los depositarios centrales (Clearstream y Eurostream en Europa, Depository Trust Corporation en los Estados Unidos) como lo ha mostrado bien Gabriel Zucman. Para darle credibilidad al sistema, se puede crear también un derecho de registro común sobre estos activos, cuyos ingresos podrían financiar un bien público mundial (como el clima).
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Bancos centrales
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Pero nos queda un problema: ¿por qué los gobiernos han hecho tan poco después de (la crisis mundial) de 2008, para luchar contra la opacidad financiera y los paraísos fiscales?
La respuesta corta es que ellos se han hecho la ilusión que no tenían necesidad de actuar. Sus bancos centrales han emitido bastante dinero para impedir el desplome completo del sistema financiero, evitando así los errores que, después de 1929, habían conducido al mundo al borde del precipicio. Resultado: efectivamente se ha evitado la depresión generalizada, pero no se han hecho las reformas estructurales, reglamentarias y fiscales indispensables.
Se podría estar tranquilo observando que el balance de los grandes bancos centrales (que ha pasado del 10% al 25% del PIB) son aún débiles, con respecto al conjunto de los activos financieros que los sectores públicos y privados mantienen (alrededor de 1.000% del PIB, hasta 2.000% en el Reino Unido) y podría aumentar en caso de necesidad.
En verdad, aquello muestra sobre todo la hipertrofia persistente de los balances privados y la fragilidad extrema del conjunto del sistema. Esperemos que el mundo sepa entender las lecciones de los “Panamá papers” y se proponga, de una vez por todas, poner fin a la opacidad financiera, sin esperar una nueva crisis.
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Este artículo de Thomas Piketty (investigador de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Escuela de Economía de París) fue publicado en la edición del 9 de abril de 2016, en Le Monde. Traducción de Alexis Guardia B.

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