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viernes, 13 de noviembre de 2015

UNA DERECHA INTRÍNSECAMENTE PERVERSA

Por Hugo Latorre Fuenzalida

Es arriesgado hacer juicios morales generales sobre las personas y los políticos, igualmente hacerlo sobre las religiones. Pero hay personajes de la historia y movimientos que se ganan con creces un juicio lapidario, porque repiten sus conductas reprochables de manera pertinaz, sin mostrar ni un esguince que aliente a pensar que esta gente desea reivindicarse de sus errores u horrores pasados y presentes.
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Estas personas  lo llevan a uno a acreditar la presencia del mal como hecho objetivo; ya no como posibilidad teórica o como especulación metafísica. Lo cierto es que se encarna en la vida diaria como voluntad, como poder y como acción y coacción.
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Como dijo Jean Nabert en su “Ensayo sobre el mal”: ”No comprendemos el mal, pero entendemos que es posible cada vez que una libertad desvía en el sólo provecho de su yo propio las condiciones sin las cuales no hay justificación real para la conciencia”.
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Los hombres con poder son capaces de las peores acciones en favor de su yo propio; el poder mata al hombre, decía don Jaime Castillo, y lo cierto es que en Chile quienes han manejado el poder desde siempre  y de manera casi permanente, han sido los de la derecha y, ésta, ha cometido actos de criminalidad vergonzante y de abusos tan enormes y permanentes que son difíciles de asimilar como aceptables en el  tiempo presente y, tal vez en ningún tiempo.
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Los agentes de la derecha se sientes signados a manejar el poder y la riqueza como por mandato divino; tan así es que no conciben ser sustituidos por otras fuerzas y otros poderes. Las pocas veces que ha acontecido, que sean desplazados de una de las muchas instancias en que lo ejercen,  inmediatamente comienzan su ejercicio conspirativo para desplazar al intruso advenedizo.
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Es por eso que la derecha también se ha unido tan firmemente a la religión, pues ésta le otorga la justificación doctrinaria sobre el orden divino, que debe ser acatado como designio de la voluntad superior traducida y normada por ellos.
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La derecha no sufre temblores de mano cuando se debe disciplinar a la chusma, toda vez que  se  sale de sus límites y reclama derechos que nadie les ha concedido,  por gracia o por desgracia.
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Es por eso que la derecha se aproxima tanto a los ideales y las formas de los militares, que, sabemos, profesan una adhesión a las posturas fascistas y reaccionarias, copiadas del prusiano y luego entrenadas por las Escuelas de  las Américas para fastidiar a todo movimiento o persona que ose alterar el orden instaurado desde la Hacienda y desde el Púlpito.
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El sagrado derecho de propiedad que tanto defienden los derechistas, se borra con el codo cuando ese mismo sagrado derecho pertenece a todos los chilenos, de tal modo que no se les mueve ni un músculo para echarle el guante a las cosas que pertenecen  al Estado y embolsicarlas como patrimonio heredado por derecho originario de sucesión.
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Por eso conspiraron contra el presidente Balmaceda cuando trató de equilibrar las cosas entre la riqueza apropiada por los extranjeros y lo que le correspondía a los chilenos en relación a la riqueza del salitre; por lo mismo desataron una guerra contra Bolivia; por eso mismo conspiraron  contra el presidente Frei Montalva cuando liberó al peón agrario de su condición de semiesclavitud; contra el presidente Allende cuando pretendió dar vuelta la tortilla del poder, y contra la trastabillante y naciente democracia recuperada, cada vez que pretendió procesar las fechorías de Pinochet y su entorno civil y militar.
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Por eso los de la derecha apoyaron el golpe de Pinochet y sus crímenes; por eso delataban a chilenos y los llevaron a la tortura y a  la muerte; por eso se apropiaron de riqueza perteneciente a todos los chilenos, dando nacimiento a una ola de corrupción como Chile difícilmente conoció en otros tiempos.
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Por eso persiguieron la libertad de información y de prensa; persiguieron la vida universitaria y hasta a la Iglesia  por defender lo que debía ser defendido de manera ineludible: la justicia y la vida.
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Luego de haberse apropiado, en dictadura, de todo lo que las generaciones pretéritas de chilenos acumularon como riqueza del Estado, se dedicaron -con la complicidad programática de la Concertación- a desfalcar y exprimir al Estado con toda clase de licencias, favores, exenciones y asignaciones económicas, pero también por la compra en dinero a los políticos tanto del aparato central como del Parlamento.
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Los dineros que el Fisco les concedía para inversión nacional (FUT), se desviaron, en buena parte, hacia los paraísos de inversión especulativa; cosa parecida ha acontecido con los fondos de pensión, que siendo ahorro de los trabajadores se transfieren a la banca a tasas de 2% a 3%, para que estas empresas especulen en créditos cobrándole a los mismos trabajadores tasas que llegan hasta el 45%, que con multas y gastos de cobranzas, superan largamente hasta el 500%; pero también se transan de manera obscura en los mercados especulativos internacionales en vez de servir al fomento de la inversión chilena, creando un círculo vicioso perverso en que se invierte poco en producción, por tanto no hay gran demanda  de trabajo productivo y los salarios permanecen bajos y la productividad más baja aún, con el corolario de unas pensiones para jubilar que se sabe son impresentables.
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Pero además, esos fondos invertidos para que otros los usen y se enriquezcan, han debido sufrir pérdidas enormes, dado que ese tipo de inversión es la más riesgosa por la gran inestabilidad que ha creado la economía especulativa en el mundo globalizado.
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Ahora, luego de muchos años de oscurantismo, los chilenos comienzan a destapar la olla y asoma la podredumbre que se esconde detrás de los grandes monumentos de cristal: desde los “pinocheques”, la “venta de armas”, las “comisiones por compra de armas”, “Inverlynk”, el jarrón”, “las inversiones espejo”, “Mop Gate”, los hermanos Elgueta y su “Eurolatina”, la colusión de las farmacias, La Polar, de los pollos, del papel, la compra electoral de los parlamentarios y de tantas otras actividades que de seguro permanecen coludidas  y de las cuales el sistema de regulación aún no percibe las emanaciones malolientes de la corrupción.
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La Iglesia que fue un día progresista, especialista en humanidad y atenta al sufrimiento de los pobres, ahora se ha volcado a los vicios del dinero y la carne, con lo cual se alejó de la pobreza y sus demandas. Esto ha llevado a que la Iglesia  fundada por el pobre de Nazaret y revitalizada por el pobre de Asís, se convirtiera en la dueña de una banca mafiosa, de un clero corrompido y de una ideología idólatra del becerro de oro. La Iglesia se derechizó y con ello se ha hecho intrínsecamente perversa.
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La derecha chilena pretendió contraponer a la revolución socialista de Allende una revolución liberal, con el instrumento eficaz que fueron las fuerzas armadas pinochetistas y la ideología de los chicago boys, pero se olvidaron de la sentencia del filósofo y humanista Charles Péguy, que señala que “La revolución será moral o no será nada”. Y esta revolución liberal, que se inaugura asaltando el “Palacio de Invierno” del Estado, termina  su descomposición  asaltando el bolsillo de los ciudadanos, como una cuadrilla de cuatreros, seguros y protegido por una ley que crearon para su impunidad y que violenta y humilla a los hijos de esta tierra de manera alevosa, negando incluso la reivindicación básica para la sobrevivencia de toda sociedad humana, cual es la justicia.

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