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martes, 17 de noviembre de 2015

La columna semanal de psicología familiar y social

¿EL AMOR NO ES ETERNO?

Por Jessika Krohne

www.psicologiaglobal.cl
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El amor entre dos personas va cambiando y presenta distintas etapas en una relación de pareja. Hace mucho tiempo escribí una columna, donde mencioné la hormona del amor, denominada feniletilamina, un compuesto orgánico que es la causante del amor. Esta hormona, perteneciente a las anfetaminas, es la responsable de que nos enamoremos y que finalmente se trataría de una hormona de supervivencia, ya que sería la causante también de que los seres humanos se emparejen y finalmente tengan hijos y así se mantenga la especie humana.

Ese es el efecto de los primeros meses de una pareja. Un enamoramiento absoluto, donde uno parece estar como "ciego de amor" y solo percibe las cosas positivas de la pareja. Es una pasión total, donde uno solo tiene ojos y tiempo para el otro. Esa sensación dura tres meses aproximadamente y es muy necesaria para que las personas se emparejen.
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El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene entonces cuando se produce en el cerebro la feniletilamina.

Este amor descontrolado, tal vez un poco absurdo no es duradero en el tiempo, ya que si fuera así, el ser humano no sería muy eficiente en mantener otras relaciones con otras personas como amigos, parientes o compañeros de trabajo ni tampoco podría realizar otras actividades de una manera muy prolija, ya que en esos meses descontrolados del amor es habitual que la persona enamorada solo tenga ojos para el otro y no sea muy eficiente en sus quehaceres diarios. Es por eso y como la naturaleza es sabia, ese amor se va acomodando a un sentimiento mucho más medido.
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Según la Psicología Evolutiva, para poder sobrevivir como especie, los humanos desarrollamos la capacidad de permanecer juntos como pareja, al menos el tiempo necesario como para criar a un hijo (período de gestación y lactancia).
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En términos biológicos lo que sucede, es que cuando una pareja se estabiliza en el tiempo, va desarrollando una suerte de acostumbramiento a la presencia del otro. Aunque la unión sea muy satisfactoria, se irá generando una tolerancia similar a la que experimentan los drogadictos, haciéndonos resistentes a los estímulos repetidos. Nos habituamos a esta situación. Por lo tanto, cuando las parejas monógamas desarrollan dicha tolerancia mutua y se pierde la euforia romántica, no significa que nos hayamos equivocado de persona ni que la relación sea aburrida, sino que nuestros cerebros plásticos se han adaptado tan bien el uno al otro que nos resulta mucho más difícil estimular los centros del placer, para lo cual ayuda el realizar juntos nuevas actividades. No obstante, esto no significa que sea imposible mantener un tipo de amor con componentes pasionales y románticos, eventualmente, durante toda la vida. 
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Pero eso depende mucho de un trabajo muy profundo de ambos miembros de la pareja. "Regar la flor cada día" no es un dicho absurdo. Es una pura realidad para mantener viva una relación. Mandarse cartitas, mensajes, hacerse pequeños presentes o aparecer en la vida del otro cuando menos lo piense, son bálsamos para una relación.
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Se podría decir que el amor no se va acabando con el tiempo, si una pareja se encarga que eso no ocurra, sino que las emociones y sentimientos van cambiando con el tiempo. La pasión va cediendo espacio a otras manifestaciones tales como el afecto, ternura, apego, pertenencia, seguridad, compañerismo y aceptación. Ello no supone la desaparición del amor, sino que comienza una nueva fase de la relación, más consolidada y más responsable. Se trata de un amor más sereno y calmado, donde la comunicación es más fluida y de mayor complicidad.

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