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lunes, 21 de septiembre de 2015

OPINIÓN ECONÓMICA: IGUALDAD
LA TIRANÍA DE LA IGUALDAD
Por Axel Kaiser
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 ¿Por qué hablar de "tiranía de la igualdad"? Se me ha preguntado a raíz de un libro reciente de mi autoría con ese título. Primero, porque en la discusión pública nacional el tema de la igualdad se ha impuesto casi como un dogma religioso repetido sin mayor análisis crítico. Si usted osa cuestionarlo es condenado inmediatamente casi como lo peor de la sociedad. 
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La segunda razón de hablar de una “tiranía de la igualdad” es que la igualdad fáctica y la libertad son conceptos totalmente opuestos e incompatibles.
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Si usted quiere igualar a Alexis Sánchez con el resto de los jugadores de fútbol debe necesariamente "bajarlo de los patines" e impedirle que juegue según su potencial. Es imposible respetar los proyectos de vida de las personas, esto es, el despliegue de su singularidad en todo su potencial, y al mismo tiempo esperar igualdad. Por eso el proyecto igualitario debe basarse en la coacción estatal, pues es el Estado el que tiene el monopolio de la violencia física necesario para imponer la igualdad. 
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A eso se refería Friedrich Nietzsche cuando dijo que el socialismo era el heredero del despotismo y que buscaba la aniquilación formal del individuo.
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Su compatriota, Wilhelm Röpke, advirtió que la búsqueda consecuente de la igualdad inevitablemente llevaría a una tiranía de terribles consecuencias. ¿Exageraba Röpke? Si los factores que nos diferencian y llevan a resultados desiguales son múltiples, incluyendo la familia, la genética, la suerte, el contexto social, las preferencias de cada uno, etc., ¿cómo se podría intentar igualdad si no es reprimiendo e interviniendo cada uno de esos aspectos?
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En la China de Mao el igualitarismo socialista llegó al extremo de obligar a todos a vestirse igual, llevar el mismo corte de pelo, pensar igual y mucho más. Usted dirá con razón que eso fue una locura y que nada parecido se pretende en Chile. Es cierto, pero no hay que equivocarse, porque el principio es el mismo: igualar a la gente pasa por violentar su libertad. Lo único que hace mayor o menor la escala de violencia es el grado en que se la pretende igualar. 
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i usted sólo quiere igualar a la gente en educación escolar, por ejemplo, debería establecer una Escuela Nacional Unificada controlada por el Estado que prohíba a todos los padres de Chile decidir a qué colegio enviar a sus hijos y que elimine la educación privada. Eso, por su puesto, destruiría la libertad de elegir de las personas, algo que de hecho hace parcialmente la reforma educacional aprobada hace poco.
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Para salvar esta obvia contradicción entre libertad e igualdad, los socialistas dicen que "la igualdad es el régimen de la libertad". Este argumento incuba un germen totalitario presente desde Rousseau hasta Marx, según el cual usted sólo es libre si sigue lo que dictamina la autoridad, la que a su vez sabe mejor que usted lo que le conviene. Además, confunde la idea de libertad con riqueza bajo el argumento de que "el Estado hace libre a las personas dándole medios que no tienen".
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La falacia es evidente, pues si la riqueza fuera condición de libertad, entonces  ¿de dónde vino toda la riqueza que existe en el mundo hoy si no fue de la libertad para crearla cuando no existía? No hay que dejarse engañar: la única libertad real, como dijo Isaiah Berlin, es la que consiste en "elegir lo que queremos elegir, porque queremos elegir de esa forma, sin coacción, sin intimidación, sin ser tragados por algún vasto sistema; y en el derecho a resistir, a ser impopulares y a defender nuestras convicciones sólo porque son nuestras convicciones".

Por Eugenio Rivera Urrutia
El Mostrador - 21 septiembre 2015
    
 Kaiser versus Mayol: la tiranía de la confusión

Como algunas reformas estructurales planteadas por el actual Gobierno han puesto en cuestión importantes cimientos del modelo neoliberal, es natural que surjan debates sobre los problemas de fondo que subyacen al statu quo y los esfuerzos por superarlo. Como las ideas contribuyen a crear realidades, es muy importante la rigurosidad con que se entable el debate.
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Recientemente fueron convocados Axel Kaiser y Alberto Mayol a discutir sobre la relación entre igualdad y libertad, iniciativa importante para indagar en algunas materias que subyacen a posiciones políticas que emergen en el medio chileno.
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Axel Kaiser, habitual columnista sobre desigualdad y libertad de El Mercurio, sostiene en el artículo titulado “La Tiranía de la desigualdad” que la búsqueda consecuente de la igualdad inevitablemente lleva a una tiranía de terribles consecuencias. Lamentablemente, prescinde de explicitar qué entiende por igualdad, en circunstancias de que se trata de un tema muy polémico.
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Como señala el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, “la idea de igualdad (…) se enfrenta a dos tipos de diversidad: la heterogeneidad de los seres humanos y la multiplicidad de las variables en términos de los cuales puede apreciarse la igualdad”. En tal sentido, como plantean Fitoussi y Rosanvallon, la verdadera pregunta es entonces ¿qué igualdad o, más precisamente, la igualdad de qué?
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De allí que resulte al menos simplista concluir que la búsqueda de la igualdad, en términos genéricos, conduce a la tiranía, afirmación que Kaiser toma de Wilhelm Röpke, y que hace caso omiso de las graves equivocaciones de Röpke y Hayek allí implicadas, que la experiencia histórica dejó en evidencia.
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Mientras el liberalismo clásico pensará la libertad negativa como ausencia de restricciones, un republicanismo de corte gótico-romano optará por una libertad negativa como falta de dependencia y, finalmente, un republicanismo como el sugerido por Pettit reinterpretará a la libertad negativa como no-dominación”. Se trata, en consecuencia, de un ámbito polémico que no admite visiones ni conclusiones simplistas.
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En efecto, en una carta de 1937, Hayek manifestaba su deseo de hacer entender a sus amigos “progresistas” que la democracia es solo posible bajo el capitalismo y que “cualquier experimento colectivista (ya fuera elementos de planificación o de Estado de Bienestar) llevarían inevitablemente al fascismo”. Del mismo modo, sostuvo que “una vez que el libre trabajo del mercado es impedido, más allá de un cierto grado, el planificador será forzado a extender sus controles hasta que sean completos”. Sin embargo, es claro que las democracias occidentales avanzaron mucho en impedir el libre desarrollo del mercado; no obstante, no terminaron en un régimen nazi ni implementaron una economía tipo soviética.
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Según Kaiser, el proyecto igualitario se basa en la coacción estatal. La historia universal no es concluyente al respecto. Frente a ambos valores el desempeño del poder estatal ha sido mixto: ha consagrado en la legislación las demandas sociales o ha aplastado tanto la libertad como la igualdad.
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Al mismo tiempo, Kaiser afirma que la igualdad “fáctica” (¿?) y libertad son conceptos totalmente opuestos e incompatibles. No obstante, las sociedades más igualitarias modernas no han resultado de la coacción estatal, sino de la lucha social por ampliar simultáneamente los espacios de libertad y de mayor igualdad. Gran Bretaña es un ejemplo histórico significativo.
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Se trata de un país que enfrenta la Segunda Guerra Mundial con un régimen democrático en pleno funcionamiento (con las restricciones obvias de una guerra) y que pone en práctica, a partir del famoso Informe Beveridge, un sistema de protección social y un servicio de salud universal que representaron un gran avance hacia una mayor igualdad.
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Al mismo tiempo, la educación pública y gratuita inglesa, buscó con bastante éxito independizar de las condiciones familiares la suerte de los hijos. Bajo diferentes modalidades se ha avanzado en los países del norte de Europa, en Alemania y Francia hacia una desmercantilización de las políticas sociales que permiten importantes niveles de bienestar. Esto no significa que estos países hayan alcanzado la plena igualdad y la plena libertad y ambos desafíos son objetivos permanentes, sujetos a avances y retrocesos.
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Kaiser termina su artículo queriendo ser concluyente, con una cita de Isaiah Berlin, el célebre autor del libro Cuatro ensayos sobre la libertad, diciendo que la única libertad real es “elegir lo que queremos, porque queremos elegir de esa forma, sin coacción, sin intimidación, sin ser tragados por un vasto sistema”. Como se sostiene en un artículo reciente del jurista Estaban Pereira, no existe una sola forma de tematizar la libertad negativa. Mientras el liberalismo clásico pensará la libertad negativa como ausencia de restricciones, un republicanismo de corte gótico-romano optará por una libertad negativa como falta de dependencia y, finalmente, un republicanismo como el sugerido por Pettit reinterpretará a la libertad negativa como no-dominación”. Se trata, en consecuencia, de un ámbito polémico que no admite visiones ni conclusiones simplistas.
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Mayol y la libertad-la igualdad


Alberto Mayol por su parte, en el artículo “Se trata de un falso dilema” intenta una respuesta desde el mundo de la izquierda, que resulta a veces confusa y plena de frases crípticas. Señala, por ejemplo, que “la cuestión de fondo es que una sociedad desigual es inviable”. Es difícil entender en qué dirección apunta su afirmación, pues la historia de la humanidad es la historia de la desigualdad, y vaya si han perdurado y perduran las sociedades desiguales.
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O bien que “una sociedad por definición debe tener participación igualitaria”, pues las diferencias individuales no justifican diferencias de ingreso en que unos reciben 200 veces lo que reciben otros. Pero ¿cuál es su concepto de sociedad que le permite afirmar que por definición debe ser igualitaria? ¿Sería suficientemente igualitario si, digamos, las diferencias fueran de uno a cinco? Las sociedades no tienen una configuración por definición, son construcciones sociales que admiten múltiples características (¿?). Sostiene también que “la libertad de elegir es un falso ídolo: parte de la premisa que existe una oferta fija en el mundo; no cree en la capacidad fértil del ser humano de hacer una nueva oferta”, afirmación cuya lógica argumentativa está ausente.
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Mayol señala que la libertad es una condición de la sociedad moderna y la igualdad es el pacto fundamental para que esa sociedad sea tal cosa. Es cierto y, numerosas experiencias lo demuestran, que la libertad e igualdad o, más precisamente, la lucha por los derechos civiles, políticos, sociales y culturales ha ido avanzando conjuntamente con la lucha por mayores niveles de igualdad política, social y económica. Es este un fundamento poderoso contra las dictaduras de distinto signo. No obstante, las grandes disputas filosóficas, los debates al interior de la teoría económica y las confrontaciones políticas y sociales en torno a los conceptos de libertad e igualdad y su compatibilidad o incompatibilidad, hacen de la discusión todo menos un falso dilema.
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Como algunas reformas estructurales planteadas por el actual Gobierno han puesto en cuestión importantes cimientos del modelo neoliberal, es natural que surjan debates sobre los problemas de fondo que subyacen al statu quo y los esfuerzos por superarlo. Como las ideas contribuyen a crear realidades, es muy importante la rigurosidad con que se entable el debate.

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