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lunes, 15 de junio de 2015

OPINIÓN-COLUMNA DE CARLOS PEÑA-KRADIARIO

ICARE: ESCASEZ DE IDEAS
Por Carlos Peña (*)

¿Se puede acabar con la sensación de ir al garete -navegar al compás de olas que se sabe que vienen pero no cómo eludirlas- sin darse el trabajo de pensar y expresar ideas?
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Los ministros Burgos y Valdés parecen creer que sí.
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No se explica de otra forma que, luego de un mes de tener en sus manos parte importante del manejo del Estado, todavía no hayan hecho el esfuerzo de emitir alguna. Han hecho gestos, pronunciado un reiterativo sí es no es; pero ideas, ninguna.
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Para probarlo, nada mejor que revisar sus intervenciones en el reciente encuentro de Icare.
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Tanto Burgos como Valdés repitieron apenas cuestiones generales, dos o tres vaguedades que dan cuenta de que si la ciudadanía está desorientada, ellos también.
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El ministro de Hacienda, por ejemplo, reveló ante la audiencia verdades tan sorprendentes como que la economía de mercado requiere derechos de propiedad claros; que el crecimiento es tarea de todos; que por supuesto las reformas hay que emprenderlas, pero al mismo tiempo moderarlas; que la confianza es muy importante para el mercado, y que es una lástima que hoy esté lesionada, y otras profundidades semejantes ¿De verdad el ministro de Hacienda no tiene nada sustantivo que decir, carece de una agenda que exponer y por eso llena los minutos ante la audiencia de Icare pronunciando lugares comunes y declarando buenas intenciones?
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El ministro Burgos lo hizo algo mejor; pero también en él sobraron las ambigüedades que, con toda certeza, son consecuencia de no saber cuál es la voluntad presidencial. Reiteró lo que ya se anunció el 21 de mayo -que la palabra final en cuestiones constitucionales la tendrá el Congreso- y poco más. Respecto de las otras reformas, comenzó señalando que había que "levantar la mirada" ("un animal mudo levanta la vista", dicen los versos de Rilke; Burgos omitió la primera parte). Lo que siguió fue la confusión misma:
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"Para ello será fundamental -expresó- el diálogo sincero, orientado al bien común y acotado a las posibilidades reales de lograr avances". "Eso no significa -concluyó- renunciar a las reformas comprometidas, pero sí priorizar y acotar con realismo aquello que queremos lograr".
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¿Qué dijo el ministro? Lo que sigue: el diálogo será acotado a las posibilidades reales (luego, cuáles sean las posibilidades reales estará fuera del diálogo, puesto que de otro modo no podrían acotarlo). Agregó que no hay que renunciar a las reformas; pero hay que acotarlas con realismo (lo que es equivalente a decir que habrá que renunciar a parte de ellas, pero sin decirlo), etcétera.
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Es demasiado obvio que los ministros Burgos y Valdés quieren dejar (o se les ha ordenado dejar y eso es cuanto han oído como instrucción presidencial) tranquilas a audiencias que son incompatibles entre sí: a los empresarios ante quienes hablaban, motivo por el cual usaron las palabras mágicas diálogo y realismo, y al fantasma de los movimientos sociales, razón por la cual declararon que no hay renuncia alguna a las reformas.
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Burgos y Valdés están incurriendo, desgraciadamente, en un error severo. Actúan como el neurótico obsesivo que a punta de repetir gestos y frases intenta eludir las preguntas que realmente importan. Parecen creer que el remedio para los males de la hora son los gestos, las frases hechas, como si hacer gestos o usar palabras mágicas fuera el abracadabra capaz de resolverlo todo. Como si la política se hiciera a punta de performances : gestos que producen realidades.
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Pero Burgos y Valdés se equivocan, porque lo que hace falta hoy día son ideas claras y distintas acerca de los problemas que aquejan a la esfera pública y la manera de resolverlos. El problema de la esfera pública y de la política de hoy no es la falta de modales, que se cura con gestos, sino la falta de ideas, que se cura con reflexión acerca de cómo alcanzar racionalmente lo que se ha declarado perseguir.
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La falta de ideas, en cambio, produce un efecto que Maquiavelo diagnosticó bien: ni gana amigos, ni derrota enemigos.
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Y hace que la delgada línea entre lo sublime y lo ridículo -esa cuerda floja de la política- se incline rápidamente hacia lo segundo.
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Si no lo cree, revise una vez más las intervenciones de los ministros en el seminario de Icare.
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¿Realmente Burgos y Valdés no tenían más que lugares comunes que pronunciar ante la audiencia de Icare? Después de verlos y oírlos no cabe duda. El problema de Chile no es la carencia de gestos, sino la falta de reflexión.

(*) El autor es columnista permanente de El Mercurio.

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