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martes, 21 de abril de 2015

NANAS-COMPLICA A TRABAJADORAS DE CLASE MEDIA-KRADIARIO 

EL ÍTEM NANA

El problema es qué pasa con nosotras, las que contratamos nanas porque tenemos que trabajar fuera de casa. ¿Alguien piensa en nosotras?
Por Carolina Pulido
de la Revista Mujer
nana-Cuénteme, Gladis ¿ha cuidado niños antes?
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-No, solo a mis sobrinos.
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-Ah, pero le gustan, ¿verdad?
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-Bueno, para qué le voy a mentir: preferiría trabajar sin niños. Pero no me hago problema.
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-Ajá. ¿Cocina?
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-Solo cosas rápidas y simples.
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-¿Y cuánto quiere ganar?
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-400.000 más imposiciones.
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-Pero si somos mi hija y yo. Y este departamento es pequeño.
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-Por lo mismo, en casas con más niños se paga de 500 hacia arriba. Mi tía que trabaja en La Dehesa gana 600.000 líquidos y hasta los pasajes al Perú le pagan, porque va de vacaciones por un mes.
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Imaginemos que esta conversación la he vivido 6 veces en los últimos 10 días, después de que Beiby (la nana peruana que alcanzó a trabajar en mi casa unos meses) decidiera no volver más a fines del mes pasado. Sin avisarme. Imaginemos que he gastado bastante tiempo y plata buscando a la persona adecuada para cuidar a mi hija de 6 años, sin éxito, y que mi rutina laboral (y la de todos los que trabajan conmigo) se ha visto irremediablemente alterada y, lo que es peor: nadie sabe hasta cuándo.
Hasta que aparezca la nana, dicen todos en mi trabajo, mirándose unos a otros, intentando inútilmente ser empáticos. Imaginemos que eso es lo que pasa y que mi postura corporal se va menoscabando a medida que la entrevista de trabajo avanza y yo pienso por un lado en que esto no resultará y, por otro, en mis colegas jóvenes que ganan exactamente eso, 500.000 pesos, por trabajar muchas más horas de las 45 semanales que acaban de ser normadas en la nueva ley de trabajadores de casa particular.
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Sí, porque la realidad de estas mujeres en Chile viene mutando hace rato. Yo me acuerdo con cariño de las nanas de mi infancia, bien parecidas al personaje de Catalina Saavedra en la película La Nana. Mujeres que entregaban su vida a una familia ajena, que salían los domingos y los miércoles por medio, que estaban obligadas a trabajar los feriados, que ganaban menos que el sueldo mínimo porque su situación estaba normada por una ley diferente a la del resto de los trabajadores. Una ley con tintes de esclavitud.
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Pero hay que decir que las cosas han cambiado muchísimo: las nanas puertas adentro están en vías de extinción; ya sabemos cómo son los sueldos y al menos para mi generación y las menores la empleada doméstica presta un servicio altamente valorado, cuyos horarios se respetan y a quien se estima y se trata con amabilidad. Si consideramos que en sus manos está el cuidado de nuestros hijos, pues no es para menos. Y si contemplamos que cada día son más escasas y más exigentes… puede que tengan toda la razón de sentirse verdaderas gemas preciosas. Al menos las que hacen bien su trabajo y son confiables.
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Yo sé que hay personas que siguen manteniendo esos vínculos de señor feudal con sus nanas, por eso me parece excelente la ley que acaba de entrar en vigencia y que modifica la jornada de descanso y la composición de sus remuneraciones, además de prohibir la exigencia de uniforme en lugares públicos. Ya era hora. El problema es qué pasa con nosotras, las que contratamos nanas porque tenemos que trabajar fuera de la casa. 
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Alguien piensa en nosotras? ¿Habrá flexibilidad en los trabajos ahora que las Beibys o las Gladis tienen zapatillas de clavos puestas a las 17.30? ¿Tendremos jornadas más cortas como en Europa? ¿Abrirán al fin guarderías de calidad y los llamados after schools, que en otros países son obligatorios?
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Ojalá haya respuestas para estas y otras preguntas, porque tenemos un problema de primer mundo, pero las condiciones de nuestro sistema son 100% tercermundistas. Y ojo, que este no es un tema ABC1. El cuidado de los hijos viene siendo un sendo problema de clase media hace un buen rato.

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