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lunes, 19 de enero de 2015

POLÍTICA

LA DERECHA EMPRESARIAL Y POLÍTICA: LA ACCION PARASITARIA
Por Hugo Latorre Fuenzalida


En la naturaleza existen bichos detestables, repugnantes y tal vez inútiles. Las moscas, por ejemplo. También uno se pregunta para qué pueden servir los zancudos o las garrapatas; son chupasangres, parásitos de lo que otros han forjado, pero viven, tienen su espacio y lo usan de manera eficiente y perseverante; tanto que hasta pueden convertirse en plagas.
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A las sociedades suele pasarle algo similar. En estos países con Estado precario, que es lo mismo que  con institucionalidad subdesarrollada o de democracia en ciernes (o degeneradas por abortamiento sistemático, como viene sucediendo en varios países de América Latina), le asoman brotes de sarna, una especie de epidemia parasitaria, donde personajes y grupos de hombres  toman las de Villadiego con las propiedades del Estado (que debieran ser de todos), y se las apropian, así no más, trasladando activos enormes a su “Cueva de Alí Babá”, e imponiendo luego, por manu militar o pluma leguleya, el estatuto de  “derecho de propiedad privada”, lo que les hace inmune a toda incursión pública o judicial.
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Chile es el epítome de este descaro infeccioso del sector parasitario: acá se apropiaron por vía bélica de más de 25.000 millones de dólares de la época de activos del sector público, sin rendirle cuentas a nadie. Los demócratas que llegaron al poder en 1990 “concertaron” un pacto de silencio respecto a esa expropiación alevosa de la riqueza social pertenecientes a todos los chilenos.
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Lo que pasaba en los 70 y 80, era que en Chile se hizo una diferencia entre los que eran ”humanos”  y los “humanoides”. Los primeros gozaban de todos los derechos y del poder; los segundos de todas las obligaciones y ningún derecho. Por tanto el que la propiedad de los “sin derechos”, de los parias, pasaran intempestivamente a manos de los “humanos”, calzaba con la lógica moral e ideológica imperante por entonces. Pero la moral y la lógica de rectificación que debió animar  entre aquellos que recuperaron la democracia, no apareció: ni en el discurso ni en la praxis de esta nueva camada de dirigentes.
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Muy por el contrario, los nuevos demócratas, con una hipotimia refractaria al deber, se las arreglaron para incrementar  los volúmenes de riqueza social transferidos  a los grandes capitales nacionales e internacionales. Con razón se señaló, en la década de los 90, que estábamos abrazados por “dos derechas”: una la golpista y la otra la pseudo democrática. Ambas, en verdad, coincidieron en el afanoso despojo de la riqueza perteneciente al Estado y a los chilenos menos afortunados. Si la década de los 80 fue la década económicamente perdida, la década de los 90 fue la década perdida social y políticamente hablando

Ambas alianzas que han gobernado a Chile por más de 40 años, han estructurado una sociedad monstruosa, desequilibrada e inestable. La acumulación de riqueza en pocas manos ha creado un engendro acromegálico y de cuerpo raquítico. Una estructura así de deforme no se puede sostener por mucho tiempo, a menos que el cuerpo entero de la sociedad se acomode a una deformidad monstruosa y degenerada.
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Pero como son pertinaces al extremo, ahora tomaron una frase de Thomas Piketty, dicha en una entrevista, y la exaltan como la máxima central del mentado economista: “…La desigualdad no es en sí mala”.
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Obviamente la desigualdad es natural, por tanto no es mala. Tampoco es mala la igualdad en sí, el apetito, en sí, el sexo  en sí; pero la desigualdad extrema es mala, pues lleva a la segmentación excluyente; la igualdad como igualitarismo lleva a la mediocracia, es decir a la anulación de las cualidades personales; el sexo es bueno y natural, en sí, pero si se transforma en una obsesión pasa a ser una patología sexual, que le lleva directamente a convertirse necesariamente en un delincuente sexual, en un abusador, en un sodomita; como el alcohol no es malo en sí, pero transformarse en un dipsómano, sí que lo es.
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Y eso creo que lo dejó muy en claro el economista Piketty, pero los duendes de la derecha borran esas frases y dejan las que les conviene, pues siempre tratan de ocultar lo que no les calza: la verdad, los dineros electorales, las empresas y refugios de dineros en el exterior, las usuras, los robos descarados a los usuarios de sus empresas.
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Arturo Schopenhauer señalaba: “La virtud no se enseña, como tampoco el genio…..Inspira tal terror el egoísmo que hemos inventado la urbanidad para ocultarlo como una parte vergonzosa. Pero sobresale a través de todos los velos y se denuncia en todo encuentro. “Por naturaleza el egoísmo carece de límites…El egoísmo es colosal, no cabe en el universo.”

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