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miércoles, 29 de octubre de 2014

OPINIÓN

¿GRANDES REFORMAS O SÓLO "REFORMITAS"?

Por Walter Krohne

Un gobierno del pueblo y para el pueblo debería estar dispuesto a defender a una clase media trabajadora todo el tiempo que fuera necesario. El de Michelle Bachelet no parece ser un Gobierno con esta orientación e intereses porque se está viendo que  la injusticia crece, especialmente en materia de  precios,  en todos los niveles y sectores, lo que se ha vuelto un problema que no tiene nombre. 
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Veamos solamente algunos ejemplos:  los precios  de los estacionamientos vehiculares, también en centros médicos o en edificios donde funcionan empresas o servicios públicos, ya no tienen límites ni consideración frente a la gente modesta que llega a esos lugares en sus propios vehículos,  al no poder contar tampoco con medios de transporte público que verdaderamente funcionen.
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Un estacionamiento está llegando a costar $500 los quince minutos, es decir por una hora se debe pagar ya $2.000 (es decir lo que puede durar una consulta médica).  Estos precios han subido quizá un mil por ciento en unos pocos años. Frente a esto los sueldos no suben o lo hacen muy “prudentemente” por no decir otra cosa, y en la contraparte los costos operacionales  en los estacionamientos se han mantenido estables o , en algunos casos han bajado, porque sus propietarios han eliminado al personal y hoy todo se maneja con sofisticadas máquinas computacionales-electrónicas.
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Otro ejemplo es el de las tarifas de los servicios de microbuses interurbanos que suben y suben sin discriminación en vacaciones, fines de semana largo y días festivos. Este fin de semana, por ejemplo, el valor de los pasajes se triplicará, lo que nadie sabe cuál es la razón para  que esto ocurra. Parece más bien una costumbre que se arrastra por años.  Es más o menos como los peajes en las autopistas que suben de precio en  las horas peak en vez de mantenerse o  bajar al incrementarse el paso de vehículos y significar para los conductores mayores demoras.
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Chile es uno de los países más caros del mundo. Esto es sabido y es uno de los inconvenientes que tiene  para atraer a su territorio inversión extranjera. ¿Quién puede estar  dispuesto a traer sus platitas a Chile si va a tener que pagar más cara la luz, el agua, el gas, el alcantarillado, el teléfono y los demás servicios de comunicaciones, las casas, la movilización, el combustible,  las oficinas, y hasta el taxi, que antes era casi regalado, y todo tipo de trámites, especialmente aquellos que se hacen por medio de las notarías?  Además ofreciendo un mercado consumidor reducido (comparativamente) y ahora empobrecido y, para más remate sin tener potentes y duraderas fuentes energéticas.

Ejemplos hay muchos más, pero nos basta con los mencionados para explicar que gobiernos que han jurado defender los intereses del pueblo, una vez que están en el poder se olvidan de las cosas que son esenciales para la gente dentro de la perspectiva de vivir mucho mejor y por ende también más felices. 
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En Chile hay problemas para todo, lo que se debe principalmente a la falta de controles y fiscalizaciones,  porque los especuladores y otros especímenes están en todo momento trabajando para hacer más pesada la carga en la vida cotidiana de la gente, especialmente la de la más modesta.
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Hoy, un trabajador requiere tener un automóvil, no para divertirse los domingos o salir a pesear con su familia, porque esto ya no se puede hacer debido a los enormes tacos que cada vez hacen que el tránsito sea más lento y dificultoso o por el incremento de la delincuencia y los “patos malos”. Hoy la vida es muy diferente, ha cambiado mucho en comparación a la que teníamos hace algunas décadas cuando tener un vehículo no era una obligación como está siendo ahora, sino que significaba bienestar, modernización y progreso personal. Salir de la ciudad al campo era fácil y novedoso y daba tiempo hasta para hacer un picnic, con productos comprados a precios  razonables y no como ahora que a veces pagamos por un kilo de tomates hasta 1.500 y 2.000 pesos, cuando en la ciudad de Limache el precio llega a la cuarta parte o $12.000 por un kilo de buena carne.
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Para que hablar de la bencina que está por las nubes y el gobierno ignora el problema sin hacer absolutamente nada. Dice que está creando un sistema que permitirá bajar el precio, pero todos esperan que comience a funcionar muy luego para todos los octanajes y no sólo para uno como ocurrió recientemente con el “mepco” que fue un fracaso.
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El problema de Chile es que todo el sistema está complicado por la aplicación en forma bien ortodoxa de la oferta y la demanda (el  modelo neoliberal), lo que no permite el control ni menos la fijación de algunos precios básicos que le permitan  a alguna gente poder respirar profundo para salir adelante sin endeudamiento.  Y lo que ocurre es que ninguno de estos gobiernos,  medios socialdemócratas o izquierdistas moderados, llámese Nueva Mayoría o Concertación, están dispuestos a dar una vuelta al timón para comenzar a aplicar una regulación de algunos precios como  regular otras situaciones con medidas concretas y perfectamente válidas.
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En Chile no es fácil que el Estado reivindique un papel fundamental como defensor de los intereses de la generalidad de una población  a través del estatismo, el intervencionismo y la seguridad social con el fin de lograr una justicia social y un Estado de bienestar. No, eso no es posible en Chile, lo que significa que la “batuta” siempre la llevará el poder de los capitalistas y la derecha política. Sin este sector un Gobierno como el actual de Nueva Mayoría no podrá avanzar en la dirección en que dijeron y prometiieron durante la campaña electoral. Sólo tendremos algunas "reformitas" que en ningún caso cambiarán la historia. 
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Vimos esta semana las acciones gremiales anunciadas por los profesores que mantienen fuertes discrepancias con quienes impulsan la reforma educacional o con la carcareada reforma laboral de la ministra del Trabajo, frente a la cual se dio a entender hoy que será “otra reformita más” (consensuada) y no como se prometió que iba a ser  un cambio radical en las relaciones entre los trabajadores y los empresarios, situación que seguramente le traerá al Gobierno fuertes problemas con la CUT en las próximas semanas.

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