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jueves, 12 de junio de 2014

12-6-2014-KRADIARIO-Nº901

La reforma educacional en Chile ¿Lecciones del pasado o estilo indeciso?

LOS GUIÑOS PARA CON PERSONAJES PRESCINDIBLES

Por Hugo Latorre Fuenzalida

La presidenta parece jugar un juego de audacia o es que adolece de ser intrínsecamente indecisa. Eso está por verse en el futuro. Pero que desconcierta, desconcierta… Sobre todo en eso de       nombrar funcionarios de dudosa catadura, de nombrar a ministros que nadie esperaba que pudiesen desempeñar ese cargo; eso de poner a agentes del gobierno pasado  como el “bueno” de Bulnes, o agentes del pinochetismo, como al “malo” de Sinclair  o, ahora, llamando a  asesorar, en un ministerio tan complicado como el de energía, al resucitado Longueira.

En fin,  el estilo de Bachelet es contradictorio, pues ha demostrado con los proyectos de ley que se han adelantado al Congreso que sí desea introducir cambios importantes en este petrificado país, pero de pronto saltan cosas como el nombramiento de Eyzaguirre en educación.
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Todos sabemos que Eyzaguirre no sabe nada  de educación y que ha tenido posturas en el pasado, no del  todo olvidadas, que no han sido muy proclive a los cambios; que además  posee una personalidad “echona”, “sobrada”, que se demuestra en un rictus, que hace las veces de sonrisa, donde nos advierte: ¿ves lo macanudo que soy?
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Eyzaguirre tiene un pasado  que lo deja con “rabo de paja”. Cuando era del Banco Central, echó a un amigo mío por elaborar un trabajo en el cual se denunciaba los atropellos al medio ambiente que se hacían en el país a vista y paciencia de la “institucionalidad” (que, ciertamente, no funcionaba para nada). Luego, recién asumido como ministro de Hacienda de Lagos, promete 300 mil empleos para el primer año; pero obtuvo una cifra en rojo de menos 60 mil. Luego aprueba una negociación  con los chinos, de ventas a futuro de cobre a un precio ridículo, justo cuando la demanda mundial y los precios se disparaban. Hizo ese negocio a 20 años y nos lleva arrojada, hasta ahora, en pérdidas, más de US$ 7.000 millones, más lo que falta por perder en los años que faltan. El dice que fue un negocio racional…,pero los montos despilfarrados demuestran, en los hechos, que fue una imbecilidad, una idiotez (en el sentido griego del término, es decir carente de sentido de Estado). Para qué vamos a sacar en cara las negociaciones  de los tratados con EE UU y con Europa, donde terminamos siendo vapuleados en todas las dimensiones.
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Y no es que uno sea enemigo del ministro, puede que sea hasta un tipo bien inspirado, pero sus errores son tan decidores de una personalidad poco prolija que llama a estar alerta, sobre todo cuando tiene  bajo su responsabilidad un ministerio que es en verdad una guillotina política.
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Cuando fue nombrado en esta cartera, se nos dibujó un signo de interrogación en la cara. La única explicación podría ser una oculta e ignota capacidad de gestión en casos complejos; también podría ser  en otro aspecto: el de  dar seguridades al sector empresarial, dado que se haría una reforma tributaria para financiar los cambios en el sector educación, lo que toma sentido, puesto que se debía garantizar a los ricos que los dineros solicitados no serán más que los justos y necesarios. En ese aspecto Eyzaguirre  tiene experiencia en números, es decir en saber acotar los gastos y los costos en un tiempo de gran incertidumbre, como son los períodos de cambio.
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Una  verdadera reforma educacional, cuesta más de 8,2 mil millones de dólares, pero esta etapa está siendo proyectada sobre ese monto. No sabemos cuáles serán los alcances de esta fase, pero  si se quiere limpiar el campo de la cizaña “empresarial” en la educación, entonces se debe pensar en invertir bastante más y por mucho tiempo. Limpiar la maleza empresarial de la educación pública no significa “estatizar” la educación, como sospecha un parlamentario DC. La seguridad de las élites en la educación privada está garantizada, al igual de los que pretendan imitarlos pagando colegios particulares. Lo que no debe acontecer es financiar a entes  que lucran con fondos públicos y que atienden al sector público. Ya es hora de que esas cosas queden meridianamente en claro.
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La cacareada “calidad”
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La calidad de la educación es un tema que  la derecha y los empresarios de la educación (muchos de los cuales también anidaron en el árbol  de la Concertación) resaltan de manera legítima, pero-como en casi todos sus planteos- con una desfiguración retorcida. La calidad de la educación debe  entenderse en relación a ciertos objetivos. Si usted es empresario y desea reproducir su progenie en tal actividad, entonces entenderá como educación de calidad la que permita a sus hijos atender diligentemente esos negocios. Pero si usted es hijo de un trabajador del aseo urbano, entonces entenderá como suficiente que su hijo sepa cobrar su sueldo y hacer un reclamo en el ministerio del trabajo.
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Igual sucede con los países. Si un país tiene intereses puramente de “negocios”, entonces una buena educación debe estar orientada hacia la obtención de ciertas habilidades que permitan comprar y vender. Si un país es primario exportador, entonces será suficiente con tener una abundante mano de obra ignorante o capacitada en funciones menores. La masa no requiere de mayores capacidades en una sociedad primaria. En esa sociedad las élites se financian su propia educación dirigida hacia una función conductora de las cosas políticas y económicas. También las profesiones  funcionarias (médicos, abogados, etc.) se las financian las mismas élites en su fase de diversificación moderna.
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Entonces ¿para qué gastar en calidad de la educación?   Si donde se necesita calidad las élites mismas se las han arreglado para financiarla. Para eso están los colegios de la Iglesia Católica y otros de ascendencia internacional, instituciones de élites, con fines de lucro y dirigida a preservar la superioridad educacional de las élites.
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Lo que podemos ver, entonces, es que en el río revuelto del mercado, es decir en la mercantilización de todo y de todos (urbi et orbi), los “empresarios” de la educación se avivaron y lograron convencer a las clases “emergentes” que podían aspirar a una educación de excelencia –en imitación de las verdaderas elites-, pagando unos aranceles que les permitían acceder a una infraestructura nueva, vistosa, con niños de un estatus selectivo………, en fin, con toda la parafernalia que ilusiona con máscaras de teatro la oculta tragedia de una sociedad estamental hasta el desprecio.
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Tan estamental es nuestro país que los estudios más serios en educación han llegado a determinar que los rendimientos de los establecimientos municipales no son peores que los establecimientos pagados, cuando los niños pertenecen al mismo nivel socioeconómico-cultural. Esto nos clarifica el hecho que la estamentalización es social y no educativa, es decir, importa menos en qué tipo de establecimiento se forme el niño cuando el nivel cultural de la familia es similar.
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Entonces, un gran desafío de la educación pública está en hacer que no se discrimine a los niños por clase social y en adelantar un ambiente cultural más alto en los niveles carenciados o con desventajas familiares. Subir el nivel académico de los colegios públicos es una tarea de toda la sociedad. Se deben adelantar programas de mejor educación, de cooperación educativa, de perfeccionamiento docente, de intercambios de experiencias, de escuelas de verano, de concursos, festivales y tantas otras formas  de irradiar conocimiento. La tarea primera de mejorar e integrar a un proyecto nacional de educación a los sectores públicos, parece encaminarse en esta reforma; lo otro es dado avanzar en el ámbito de las estrategias de calidad, que son necesariamente creativas e infinitas.
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En definitiva, un deseo inspirado en mejorar la calidad de la educación pública en Chile, lleva implícito un deseo en mejorar las estrategias de desarrollo nacional, de lo contrario sería un lujo ocioso, sería como querer enseñar pasos de valet a un boxeador. Necesitamos otro modelo de desarrollo, que demande empleos calificados, que cree industrias y que aliente una integración competitiva futurista en los mercados.
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Si la decisión de la Presidenta va por ahí, pensaríamos que sus pasos son acertados, aunque con lisonjas innecesarias a los que pensaron e hicieron de Chile un país enfermo de bipolaridad estructural y mediocridad competitiva. La Presidenta debe saltarse esos cumplidos con unas élites ciegas, sordas y corrompidas. No le  ayudan y hace que la gente ponga en duda la vocación de cambio que pueda inspirar a este gobierno. Lo que sucede, es real,  que ciertos espíritus radicalizados en la confrontación han dado dolorosos resultados en Chile y en otros países, como Venezuela. Pero una postura decidida y definida como la de Correa en Ecuador o la de Morales en Bolivia, ha sido reconocida por la población con seriedad y legitimación profundamente democrática. De ahí se debe sacar lección. Se puede “avanzar sin transar”, pero esta vez con sentido profundamente democrático, integrador y participativo.

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