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lunes, 19 de mayo de 2014

19-5-2014-KRADIARIO-Nº898

PRESIDENTE CORREA EN CHILE
Por Hugo Latorre Fuenzalida

El presidente de Ecuador, Rafael Correa estuvo recientemente en Chile y su agenda oficial no le impidió dar declaraciones acerca de diversos temas.
Habló de la educación; expuso la experiencia que debió sufrir en su país respecto a la privatización de la educación superior, donde señala que en pocos años de liberalismo educativo saltó de 25 universidades, preexistentes, a más de 40 universidades, más otra infinidad de extensiones de sedes en el interior del país.

La mayoría de muy baja calidad docente y de pobre infraestructura y que-al igual que en Chile- siendo sin fines de lucro, lo que se percibía en Ecuador es que eran instituciones de “lucro sin fin”.
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Ecuador puso rigor, reguló, hizo seguimiento y terminó por cerrar a la mayoría de esas academias por insolvencia académica y por uso de un lucro engañoso o solapado.
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Ahora Ecuador (desde el Estado) está gastando el 2% del PIB en el sector de la Educación superior, nivel muy alto si se compara con los promedios de los países de América Latina y algunos desarrollados.
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De hecho, Chile gasta, desde el sector público,  un monto bastante menor, cercano al 1 % del PIB en educación superior. Esto es fácil de entender si se sabe que en Chile el 22% del gasto en educación superior proviene del Estado y el 78% es financiado por las familias. Imaginen que en el total del gasto en educación, no sobrepasamos el 3,1% del PIB, mientras que la UNESCO demanda que este gasto supere el 7%.
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Bueno, pero el presidente Correa hablo de otras cosas, como por ejemplo de la demanda boliviana por una salida al mar. Expuso su pensamiento de manera franca y valiente, pero además con mucho sentido común que, al parecer, ya no es el más común de los sentidos, sobre todo si escuchamos a los ex mandatarios de nuestro país quienes, como en coro griego, repiten el manoseado discurso de la negativa.
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Correa, en cambio, piensa que el problema de Bolivia debe solucionarse de manera latinoamericana, es decir bajo un concepto de integración territorial, incluso llegó a hablar de los procesos en curso y que deben ser aprovechados para, desde los pasadizos interoceánicos, establecer las salidas al mar de Bolivia y Paraguay. Eso se llama pensar con criterio de Estadista y no esta estitiquez intelectual de nuestros ex gobernantes, a quienes no se les suelta ni un viento impropio, para que se nos distienda el alma y nos alegren el espíritu.
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Nuestra Gabriela Mistral sostenía, en ánimo de queja, que los gobernantes chilenos y de América Latina, en general, actuaban de manera sumisa y servil ante los poderes extranjeros,  peor que el bey de Túnez ante sus amos imperiales, decía ella. El presidente Correa, como otros pocos de sobresaliente virilidad, que se han dado en nuestra tímida historiografía del poder, viene a desmentir la generalización del aserto de nuestra poetisa.
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Correa se vislumbra como un estadista excepcional en América Latina: de gran responsabilidad en la gestión económica, lo que le ha valido tener una economía en crecimiento y, además, con desarrollo integrador, cosa que en Chile estamos a años luz de alcanzar. Es verdad que en Chile hemos crecido, pero ha sido menos de lo que se publicita, porque junto a Chile crece lo que está enquistado en el territorio chileno, pero que no es Chile. Chile ha crecido mediocremente y empujado por olas heterónomas: China, terremoto, ventas de activos públicos, etc.

Poco hay de sustancia en nuestras inversiones, pues son esencialmente financieras y para el consumo: ni educación, ni salud, ni industrias, ni infraestructuras productivas. Poco de desarrollo y mucho de subdesarrollo: extractividad, consumo opulento, especulación, primarización.
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Correa plantea que se pueden hacer bien las cosas con integración social. Chile no las ha hecho bien y además con desintegración social, lo que nos habla de una doble falta, un doble error y un triple riesgo, el de la frustración  final.

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