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martes, 15 de abril de 2014

15-4-2014-KRADIARIO-Nº893

VALPARAISO: ¿PLANIFICACIÓN URBANA O 
POBREZA DURA?
Por Hugo Latorre Fuenzalida

Los lamentables siniestros incendiarios que vive el Puerto de Valparaíso son reveladores de varias cosas:  que los afectados son los pobres de la ciudad; que la ciudad está rodeada de pobreza dura; que los pobres viven en zonas altamente riesgosas; que la pobreza se extiende  como mancha de aceite; que las autoridades saben de ese riesgo; que las autoridades no hacen y sólo dejan hacer; que los barrios periféricos no cuentan con agua ni alcantarillado; no cuentan con basureros ni con drenajes de aguas lluvias; no cuentan con caminos seguros; no cuentan con vigilancia ni servicios médicos; no cuentan con bomberos cercanos; cuentan con un Esval (agua potable) a la que no le interesa esa categoría de “clientes”; que los pobres no cuentan; que Chile no quiere reconocer ese mal mayoritario que es la pobreza; que nuestra cultura se ha vuelto individualista hasta el extremo de la indolencia y de la indiferencia; que  el Estado dejó de planificar hace décadas; que las ciudades  se forjan según el mercado especulativo de la propiedad; que los gobernantes han transformado al mercado en un fetiche; que el fetiche del mercado no deja ver la realidad; que la realidad enseña que los pobres deben asentarse en los barrancos y despeñaderos, que se ve reflejada en la topografía residencial la fragilidad absoluta de sus existencias.
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Que Chile es un país afecto a las mitomanías revolucionarias y contrarrevolucionarias, religiosa y antirreligiosa; futbolera y académica;  que Chile posee un pueblo solidario en medio de una cultura insolidaria; que la cultura insolidaria la impone la clase que puede pagar la cultura; que la solidaridad del pueblo profundo es burlada en la mediatización del engaño (Teletón y otros negocios manipulativos); pero que a pesar del engaño la solidaridad del pueblo no se ha corrompido ni anulado; que sólo la pobreza es generosa en Chile; que bajo el manto del provecho individualista que nos cubre, sobrevive una solidaridad resistida; que esa resistencia solidaria viene ganando terreno; que ese terreno se cultiva con las luchas y desgracias; que es con estas desgracias que el rey (del poder) queda al desnudo; que la desnudez del rey es indecorosa; que las partes pudendas de su horrible desnudez no la logran cubrir las hojas de parra de las cifra económicas; pues las cifras económicas son propiedad de los ricos en sus sumas y de los pobres en sus restas.
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Que los chilenos no han olvidado del todo su historia anterior al actual tiempo, que es el del imperio de los ricos; que hay quienes revisitan nuestra historia republicana, anterior y más sólida que esta pequeñez desalmada que nos rige; los chilenos saben de un reino de las ideas e ideales que ilumina pensamientos que están por sobre el discurso farragoso y numérico de los tecnócratas proto-pitagóricos que nos fastidian con su aspaventosa  banalidad.
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Estas tragedias nos sirven para caer en la cuenta; para descubrir nuestro ser verdadero, para saber cuánto calzamos, para medirnos con una vara moral, para sentir el dolor de los otros, para saber que no somos mónadas autosuficientes; para decir con ese hombre luchador, que vino del sur, que “Tú problema es mi problema”; que una sociedad no es una suma de individuos, sino una suma de conciencias; que el objetivo de los hombres no es el “bienestar” sino el Ser y Estar: estar presentes, ser presentes, disponibles y dispuestos, activos y responsables, abiertos y en acogida.
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Y esta forma nueva de ser auténtica debe dominar no sólo hacia adentro, con nosotros mismos, sino hacia afuera, con los latinoamericanos, con los de más allá, con los que sufren este mismo mal que nos aqueja en otros continentes, con todos los pobres y descuidados por el poder en las tierras más remotas, con toda esa inmensa humanidad que, a pesar de avanzar el siglo XXI, vive sumida en el atraso y la miseria; atraso y miseria que no puede ni debe seguir esperando.



1 comentario:

  1. Esto se debe seguir diciendo, ya que la palabra mueve montañas.
    Felicitaciones.


    Héctor Zúñiga

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