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lunes, 24 de marzo de 2014

24-3-2014-KRADIARIO-Nº890

CASTIGO PENDIENTE

Por Abraham Santibañez
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No se puede imaginar peor castigo para un militar que ser degradado públicamente. Hay muchos casos en la historia, pero el más emblemático (y dolorosamente injusto) es el del capitán francés Alfred Dreyfus, degradado antes de ser enviado al penal de la isla del Diablo.
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Recreado en el cine y la TV, el ritual se cumplió con religiosa solemnidad. Alguien lo describió como un moderno “auto de fe”. En el patio de honor de la Escuela Militar en París (cerca de donde está hoy la sede de la Unesco), ante las tropas formadas, un oficial arrancó las charreteras y los botones del uniforme del capitán. La humillación culminó cuando le quitaron el sable y el verdugo lo rompió en una rodilla.
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El resto de la historia ya se sabe: el éxito de la falsa acusación de espionaje se explica en gran parte por el sentimiento antijudío de buena parte de la sociedad francesa. Solo la tenacidad de su familia y el decisivo apoyo de Emil Zolá, el autor del “Yo acuso”, permitieron la rehabilitación de Dreyfus. Recibió su sable de vuelta, pero no hubo una ceremonia equivalente a la degradación pública.
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Más de un siglo después, la pregunta que nos hacemos muchos chilenos es por qué quienes han sido acusados y condenados por atroces crímenes de lesa humanidad no han sufrido parecido castigo. Dreyfus fue víctima de un atroz encadenamiento de odios y temores. Lo condenó un tribunal militar prejuiciado y solo un gran movimiento social logró su absolución. El Ejército francés tardó un siglo en reconocer su error, lo que demuestra la universal debilidad de la justicia castrense.

En Chile los militares que han sido condenados eludieron por largo tiempo su responsabilidad. Hasta el año pasado, un grupo destacado de ellos no sólo pudo desafiar reiteradamente a la mayoría de los chilenos sino que gozó de inaceptables privilegios en una cárcel especialísima.
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No están en libertad. Pero no han perdido significativos privilegios. Uno de ellos es que nunca fueron degradados, con todos los beneficios que ello implica.
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Este año, por primera vez, se ha abierto una débil fisura en la coraza que los protege. Según el ministro Jorge Burgos, el gobierno no descarta "analizar la viabilidad jurídica" para degradar a los militares condenados por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.

¿Cuánto más habrá que seguir esperando?

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