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viernes, 20 de diciembre de 2013

20-12-13-KRADIARIO-883

EL DRAMA DE LA CLASE MEDIA

Por Walter Krohne

Los malos politicos o la politiquería están llevando a este país a un destino desconocido al no existir completa claridad en lo que se quiere hacer realmente en las cuestiones más fundamentales y que tienen que ver con la vida futura del chileno, especialmente del chileno medio que es el único nivel social en Chile que no tiene respaldo oficial real.

El problema quedó reflejado en las urnas el último domingo cuando casi un 60 por ciento de los electores se quedó en sus casas, se fue de picnic o a la playa, pero no concurrió a votar. Este no es un problema solo de los chilenos o de país, es un tema de Estado que debe preocupar a todo el mundo. Sin embargo, para la clase política, integrada por chilenos casi privilegiados que viven de esta actividad espléndidamente bien, lo que ellos llaman “estar dedicados al servicio público” como un sacerdote se dedica a alimentar el espíritu de los fieles o al desarrollo  de obras sociales en su diócesis, no parece ser uno de sus temas centrales de preocupación o preferidos.
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Una  cantidad importante de las abstenciones corresponde precisamente al sector de la clase media que se ve frente a la disyuntiva de no tener o no saber por quién votar,   porque ciertamente se encuentra ante una oferta de país que hasta ahora ha sido  pobre o inexistente quedando la impresión de que todo va a seguir igual de mal como hasta ahora, aunque las autoridades de turno en La Moneda digan lo contrario.
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Hay que considerar que el trabajador de la clase media es el único que paga sus impuestos regularmente mes a mes, a pesar de estar inserto en un mundo laboral difícil, discriminatorio y desleal, con bajos sueldos y condiciones  laborales que a veces llegan a ser indignas. No tienen posibilidades de protestas por la falta de mecanismos para ello, como podría ser una estructura sindical legalizada y unitaria sectorialmente, donde las empresas dejen de buscar subterfugios, como el “multirut”, que impide realizar negociaciones colectivas dentro de un sector empresarial. Esta clase debe sufrir los problemas de las malas políticas, carece de salud adecuada, debe pagar la educación de sus hijos, trabaja sometido a vejámenes y finalmente, al término de su vida laboral o como servidor del Estado,  recibe una jubilación de hambre.
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Es el trabajador medio o de clase media el más sufrido porque no cuenta con el apoyo de ningún sector, sólo debe acatar y pagar en silencio. Las ayudas o subsidios, como se les llama ahora, prácticamente no les corresponde, menos si llegan al  ingreso promedio estimado en cerca de 650.000 pesos mensuales, cifra que se incrementa al doble si en un matrimonio trabajan el hombre y la mujer.  Debe pagar salud y educación como lo hacen los ricos. Debe buscar buenos colegios pagados porque los públicos son malos o muy malos y ningún padre quiere poner en riesgo el futuro de sus hijos.  Están casi obligados a tener un medio propio de movilización porque los servicios de transporte público son demasiado deficientes en una ciudad  urbanísticamente difícil como es Santiago. Un 86% de esta  población vive en estas condiciones.
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Con los precios que tienen hoy las viviendas, los alimentos, la vestimenta y los medicamentos, 1.300.000 pesos mensuales para una familia de clase media con dos o tres hijos no es casi nada.
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Todo esto que  pasa en Chile es el resultado del fracaso de los grandes bloques políticos que han querido siempre manejar todos los hilos del poder. No se han preocupado de resolver el problema cotidiano que tienen los trabajadores chilenos, sino vivir haciéndose zancadillas en el Congreso o con declaraciones inútiles que aburren hasta a los ciudadanos más interesados en política. El país no avanza en las reformas fundamentales o constitucionales, como el cambio del sistema electoral binominal que se mantiene en la agenda legislativa en una discusión casi eterna. Lo mismo con el Plan Básico de Salud, la regulación de la venta de medicamentos, la regulación de la vida en pareja y tantos otros temas que harían la vida mucho más fácil a los trabajadores medios de este país y al chileno en general, como es el excesivo cobro de los estacionamientos en los malls, en la vía pública,  en las clínicas privadas y públicas o el pago de contribuciones que es exageradamente elevado.
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Estos sensibles hechos están preocupando a la nueva generación de políticos que no quieren seguir por la senda de los más viejos que han permanecido años y años calentando asientos en los partidos tradicionales o en el Congreso. Hoy comienzan a surgir los "movimientos políticos" que parecen buscar o estar dispuestos a hallar soluciones para mejorar la vida de los chilenos, especialmente de la clase media. Surgen en la derecha, en el centro y en la izquierda estos  movimientos como son Evolución Política, Democracia Regional, Fuerza Pública o Revolución Democrática .

Se trata de dirigentes que ven en estos momentos un agotamiento generalizado de la política que no orienta  debidamente  para saber cómo se debe seguir avanzando en esta democracia a la chilena. Los partidos han perdido credibilidad y están quedando atrás, lo que vislumbra gruesos cambios para el futuro, porque la política real y necesaria para una mejor vida de los trabajadores medios podría  comenzar a concretarse justamente a través de estos movimientos como elementos de estabilidad o de equilibrio.

La derecha como bloque está debilitada, sólo Renovación Nacional, donde este jueves renunció a sus filas el rebelde senador Antonio Horvath y otros importantes militantes, ha perdido este año cerca de un centenar de miembros activos.
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La UDI, con un último resultado electoral "de regulete a malo", está cayendo en cuanto a credibilidad, especialmente después de las medidas tomadas  para la designación final del candidato presidencial, en las que no se respetó para nada el resultado de las primarias en que el RN Andrés Allamand obtuvo el segundo lugar, habiéndole correspondido precisamente a él reemplazar al UDI Pablo Longueira, tras su enfermedad. Sin embargo, la posición fue asumida por la UDI Evelyn Matthei, en lo que fue una candidatura que terminó en el más horrendo fracaso por diferentes causas que habría que analizar.
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La situación en Nueva Mayoría no es tampoco mejor. Siete partidos con siete estrategias o puntos de vista diferentes frente a varios temas no pueden llevar a este bloque a un clima unitario impecable. La Democracia Cristiana y el Partido Comunista son como el aceite y el vinagre, no encajan, no se quieren, se rechazan. ¿Alguien piensa que esta unión pegada a la fuerza podrá terminar bien?

Esta misma semana comenzaron los tira y aflojes con las declaraciones del dirigente DC Gutenberg Martínez que fueron respaldadas  por el timonel Ignacio Walker de que la candidata electa Michelle Bachelet no debería nombrar en su gabinete  a ministros comunistas, lo que fue rebatido por la misma ex presidenta al señalar  que era ella y solamente ella la responsable de nombrar a los ministros y no los partidos. Tiene toda la razón porque sin ella este conglomerado de Nueva Mayoría escasamente existiría.

Sin embargo, la presidenta electa esta frente a una encrucijada porque sabe que no puede prescindir del Partido Comunista por los votos que tiene en la Cámara de Diputados ni tampoco del PDC, porque cuenta con la potente imagen que le da esta colectividad, además de los votos en el Congreso, que le permite a Nueva Mayoría mostrar un rostro de  movimiento de centro izquierda y no de izquierda a secas. Sin la DC,  Nueva Mayoría quedaría convertido en una nueva Unidad Popular, que nadie quiere de vuelta.

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