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jueves, 19 de diciembre de 2013

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LA RIGIDEZ CADAVÉRICA DE NUESTRA DERECHA

Por Hugo Latorre Fuenzalida


El pensamiento de derecha en Chile, no es propio sólo de la derecha política; lo es también de muchos que no militan en los partidos de derecha, es decir son ciudadanos común y corrientes.
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Este pensamiento de derecha, es de orden, disciplina, autoridad, jerarquía, discriminación, diferenciación, fatalidad y privilegios.
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Es decir, es un pensamiento que consagra las diferencias como humanamente naturales, con derechos adquiridos y eternizantes.
Discrimina entre buenos y malos, entre favoritos de Dios y condenados por el Altísimo, entre ricos y pobres, entre malos y buenos, entre nacionales y extranjeros, entre  rubios y morenos, entre inteligentes y brutos, entre izquierdas y derechas.
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El pensamiento de derecha cree fervientemente en que el mundo está ordenado de tal manera que unos nacen para sufrir y otros para  disfrutar; es decir, unos vienen con estrella y otros para estrellarse, y sobre ese destino nada se puede hacer. Es un poco el espíritu protestante  que antaño nos reveló Max Weber.
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Como creen firmemente en su suerte, en ser favorito de los dioses, entonces su ética está absolutamente sesgada: no creen en la injusticia del destino: social, histórico, racial o familiar.
Creen que todo es así, que así funciona el mundo y por tanto las cosas deben permanecer tal “como Dios manda”.
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El pensamiento de derecha impone además un sentido jerárquico absoluto: para mandar son elegidos los mejores, y como ellos piensan que son los mejores y además elegidos para serlo, se sienten con el derecho de gobernar, como quien dice “por derecho divino”. Que no lo digan así, literalmente, por estos días, simplemente es por una conveniencia cultural: las constituciones de estos tiempos ya hablan de derecho soberano y no divino. Lo de “soberano” les gusta, pues sus ancestro necesariamente debieron ser nobles, por tanto  asimilan esta palabrita “soberanía” al derecho de los reyes y sus cortesanos.
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Por eso cuando la chusma se pone atrevida y se sale de madre, entonces la soberanía es desalojada de su provisional derecho ciudadano y es transferido nuevamente a quienes pertenece: es decir a la derecha eterna.
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Lo hacen vía “manu militar”, o lo que quieran, pero se debe hacer entrar en vereda a ese pueblo para que sepa que bajo las estrellas  Dios estableció un orden y sus garantes son ellos, hijos privilegiados del Creador.

¿Epur se muove? (pero se mueve)

Pero desde que Copérnico y Galileo establecieron la ruptura con el orden eterno aristotélico, se sabe que en la Tierra rige el movimiento, no la rigidez eterna ni el orden estático; desde que Rousseau le dio por decir que el hombre natural nace bueno y que es el orden que rige la civilización (administrada por estos hijos del orden divino) la que le corrompe y vuelve malo; desde que Stirner instala el derecho de todo individuo a ordenar su vida sin sujeción a ninguna autoridad y luego Nietzsche dice que todo pensamiento en la historia es una pura fábula sin fundamento ni respaldo; cuando el mismo Darwin nos pone a la altura de los demás seres de la naturaleza y plantea que llegamos a la condición humana simplemente por cambios profundos en la filogénesis animal y que no fuimos creados a imagen y semejanza de nadie, a no ser de los simios; cuando Hegel viene a plantear que la historia avanza y no permanece estática, que la confrontación dialéctica va generando un acercamiento al sentido de realización del espíritu en la historia, pero con transformaciones conflictivas y complejas. 
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Cuando todo habla de los cambios  incorporados a la vida natural y social como nuevo orden del mundo, la derecha a lo único a que atina es a terminar siendo neodarwinista, pero cierran el camino de la evolución hasta llegar al concepto de que en la competencia por la sobreviviencia gana el más apto: y los más aptos son los triunfadores, es decir ellos…
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Entonces ya se terminó la evolución, el cambio y por tanto la historia  se acabó. Ahora hemos llegado al “fin de la historia” y no se deben demandar cambios a lo que ya terminó su proceso.
Es decir, aunque la derecha pierda…la derecha es la que gana. Siempre ha sido así (con contadas excepciones) y parece que por este lado del planeta…seguirá siendo así, a pesar de las palizas sufridas, similares a las recibidas por “El avaro” en las escenas brindadas por Moliere.
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La derecha nunca muere

Los que crean que por esta derrota la derecha está en su tiempo de agonía, están equivocados. No es la primera vez que esta derecha queda con un pie dentro del cajón…y no será la última. El pensamiento de derecha está internalizado en el cerebro primario, en el llamado Bulbo Raquídeo o en el también llamado cerebro reptil; es decir ese cerebro más básico, el que se formó primero en la evolución animal. Es esa parte del cerebro que regula los instintos de sobrevivencia, defensivos y de ataque. Por eso hay guerras y las habrá mientras nos domine ese cerebro belicoso; es lo mismo  que decir que “habrá siempre pobres”, como advertía el maestro Jesús; porque habrá siempre ambiciones desmedidas, que es su contraparte lógica.
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Entonces la derecha es como las semillas del desierto, germinan a pesar de lo inhóspito, apenas con una gota de humedad hace propicio su renacer. Su poder de recuperación es  instintivo  y telúrico, por tanto pertinaz y dominante en la especie.
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Queda un largo trecho para alcanzar la era de “animal racional”, que proponían los griegos. Ya Freud nos descubría como animal dominado por los instintos y el inconsciente, por tanto por una irracionalidad campeadora, esa misma que propone  el individualismo, el materialismo, el hedonismo, el militarismo y toda esa animalidad primaria que absorbe y desborda la vida del hombre moderno.


Así es que hay que prepararse, pues la derecha tendrá otras oportunidades, pues tiene el terreno fértil de una condición humana que aún no es para nada tan humana o, para otros, tal vez es “humana, demasiado humana”.     

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