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lunes, 30 de septiembre de 2013

30-9-2013-KRADIARIO-EDICIÓN N° 872

La columna semanal de psicología social y familiar
LA INSERCIÓN LABORAL DE LA MUJER EN CHILE
Por Jessika Krohne
 
La incorporación de la mujer al mundo laboral ha sido muy lenta, especialmente en los países latinoamericanos, donde la flexibilidad es muy escasa.  A eso se  suma la desigualdad de género que se puede percibir en el trabajo, donde muchas mujeres obtienen un ingreso bastante inferior al de los hombres.
En Chile, las diferencias existentes respecto al género en el ámbito laboral son evidentes. El INE demuestra muy bien este hecho, ya que la Encuesta Nacional del Empleo del último trimestre del año 2012, que abarca octubre a diciembre, indica que la tasa de participación según años de estudio cursados, por ejemplo, para las mujeres con más de 19 años de estudio, corresponde a un 82,1%, y para los hombres con la misma cantidad de años de estudio, la tasa de participación es de 92,1%.
Cuando hay desempleo, también son las mujeres las primeras afectadas que quedan sin trabajo.
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Otro tema de preocupación es la falta de cobertura previsional de las mujeres, donde muchas carecen de contrato laboral y por lo tanto no reciben cotizaciones para su jubilación.  La situación de mayor inseguridad se registra entre las mujeres asalariadas del primer quintil de ingresos, ya que de ellas sólo el 41% tiene contrato. Esto sumado a las bajas remuneraciones, los cambios de empleo, los períodos de cesantía y los trabajos no regulados, generan que las mujeres estén lejos de acceder a pensiones que les permitan vivir dignamente su vejez.
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En la salud ocurre una situación similar, donde la mujer está en una situación mucho más vulnerable que el hombre y la mayoría no se encuentra en ningún plan de salud.
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Si bien es cierto que tanto en el mundo empresarial, como político, hay cada vez más puestos laborales, que son ocupados por mujeres, aún queda mucho por hacer, para poder decir que estamos viviendo una “Igualdad de género”.
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La igualdad, en ocasiones, se ha conseguido en términos jurídicos, pero no reales. Por ejemplo en Chile se publicó en 2009 bajo el gobierno de la ex presidenta Michelle Bachelet la Ley N° 20.348 que modifica el Código del Trabajo con el fin de  resguardar el derecho a la igualdad en las remuneraciones entre hombres y mujeres que desempeñan una misma función. Pero en la realidad las mujeres ocupan menos cargos de responsabilidad, tanto en la política como en la economía, siguen recibiendo salarios inferiores a los hombres en trabajos similares y cargan con la mayor parte del trabajo doméstico. Las mujeres que se encuentran incorporadas al mercado laboral se enfrentan a la doble jornada, a la del trabajo y a las tareas domésticas, cuya última labor muchas veces no es reconocida, ni social ni laboralmente.
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Eliminar la discriminación y desigualdad en un país, sería un gran avance para el desarrollo de esa región y seguramente también ayudaría en el bienestar de la gente y calidad de las personas. Esto último lo planteo de manera hipotética por el solo hecho de no contar con estudios científicos que avalan esta postura. Pero es evidente que vivimos en un país y en una sociedad donde la vida está cada vez más costosa y donde la necesidad de que existan dos personas laboralmente activas en un grupo familiar son muy altas.
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Cuando hay dos miembros en una familia trabajando, la carga económica no recae solo en uno y se reparte. Eso brinda una cierta seguridad si uno de los dos queda sin trabajo. También es positivo, porque ambos se comprometen más con las labores domésticas y el cuidado de los niños. Es decir la carga en una casa se vuelve más equitativa. 
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Cuando se reciben dos sueldos en casa, se puede destinar más dinero para actividades recreativas con la familia, lo que también mejora el bienestar en la persona, en la pareja y en la familia completa.
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Como psicóloga también es necesario mencionar que en la práctica he podido observar que las personas que comparten con sus cónyuges las actividades laborales y domésticas, sufren de menores niveles de estrés y depresión y sienten un mayor bienestar con su vida. En columnas anteriores he mencionado, que los chilenos somos una de las naciones que más visita al psicólogo. Eso porque los índices de depresión, estrés y ansiedad son muy altos, motivo de consulta más frecuentes con un terapeuta.
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Como las visitas al psicólogo son altas en Chile, tenemos que reflexionar sobre las causas al respecto y pienso que una de las múltiples variables que puede estar influyendo es el descontento de la mujer en su lugar de trabajo por la desigualdad de género y las dificultades que presenta en el momento de querer desarrollarse profesionalmente. Por otro lado, otra causa importante de malestar que se percibe, es cuando un solo miembro es el responsable del bienestar económico de una familia.
 

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