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martes, 20 de agosto de 2013

20-8-2013-KRADIARIO-EDICIÓN N°867 

EL DILEMA DE CHEYRE:
 
¿DEBE Y PUEDE MANTENER EL CASO DEL NIÑO QUE EN 1973 ENTREGÓ A UN CONVENTO TRAS EL ASESINATO DE SUS PADRES QUEDAR SÓLO EN SU CONCIENCIA O TIENE LA OBLIGACIÓN DE VENTILARLO ANTE UN TRIBUNAL?

El ex comandante en jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre, relató a "El Mercurio" su participación en la entrega de un menor de dos años a un convento de monjas en 1973, cuyos padres -el argentino  
Bernardo Ledjerman Konujowska, y la mexicana María Ávalos Castañeda- fueron asesinados por una patrulla militar en La Serena.
El actual presidente del Consejo del Servicio Electoral aseguró que "en estos y todos los hechos de mi vida, jamás he ocultado mi pasado y tampoco he dejado de asumir mis responsabilidades, enfrentando incluso aquellas que estimé no habían sido enfrentadas por otros en la trágica historia de Chile".

Sus dichos guardan relación con el cuestionamiento que hizo de su participación el columnista del mismo diario, Carlos Peña, este domingo.
 
Comparó el caso con el del ex presidente austriaco Kurt Waldeim, cuando una revista en 1986 descubrió que había ocultado su pasado nazi. El gobierno austriaco encargó entonces a un comité de historiadores que revisaran su pasado. El caso despertó enorme interés.
 
El niño víctima de la dictadura
Cuando Benedicto XVI asumió como Papa, muchos denunciaron que tenía un pasado nazi. Había sido reclutado, como muchos jóvenes de entonces, para participar en la defensa antiaérea. Ratzinger nunca lo ocultó. Él siempre supo que esa parte de su pasado debía ser conocida, escribió Peña.

Ni los austriacos con Waldheim ni los católicos con Ratzinger siguieron la doctrina que hasta ahora se ha aplicado a sí mismo Juan Emilio Cheyre (con el consentimiento de los medios): guardar silencio, pensar que su pasado es cosa suya y que no merece ni la reflexión ni el escrutinio público.

El problema de Juan Emilio Cheyre (y de los medios que lo consienten) no es solo su actuación de hace cuarenta años (él podría alegar que no era más que un capitán que cumplía órdenes y repetía mentiras sin saberlo), sino su actitud de hoy ante su propia memoria. Una autoridad pública como él en cuyas manos se ha puesto, primero, el monopolio de la fuerza y, después, la pureza del sistema electoral, el procedimiento mediante el cual se forma la voluntad de todos, no puede actuar como si el acto del que participó (y cuyos detalles ha guardado por décadas) fuera un asunto entregado a su pura conciencia, un asunto entre él y Dios. Cosa distinta, ese tipo de actos, como lo muestran los ejemplos de Waldheim y Ratzinger, son de índole pública, puesto que en ellos se muestra, como en un resumen, el drama de la memoria colectiva, sentenció Peña.
 
¿O acaso ese niño retenido en un regimiento, testigo del asesinato de sus padres y transformado en expósito con la colaboración de Cheyre -quien, no obstante, llegó a ser comandante en jefe y luego custodio del Servicio Electoral- no merece el discernimiento público?

Es probable que Cheyre racionalice ese recuerdo pensando que la entrega de ese niño habla bien de él y de su bondad, y que cuando calla da una muestra de modestia moral. Pero alguien debe decirle que no es así. El hecho del que participó ni es digno de estima ni su actitud encomiable ni su silencio aceptable ni su memoria algo que le pertenece solo a él, finalizó el columnista Carlos Peña.
En la entrevista con El Mercurio, el general en retiro recordó que el caso
judicial se encuentra cerrado y ejecutoriado por la Corte Suprema, "y quienes resultaron responsables han sido condenados".
 
Recordó, además que estando en retiro se reunió con el hijo de la pareja, Ernesto Lejderman, en un encuentro solicitado por el abogado Héctor Salazar. El aludido recordó el encuentro y señaló que consideraba a Cheyre cómplice de los hechos y que aunque no le guardaba rencor, pensaba que era una buena oportunidad para que el ex comandante en jefe contará lo sucedido.

 Este es parte del relato de Cheyre:
"El 8 de diciembre de 1973, con 25 años y siendo teniente, estaba destinado en La Serena como ayudante del comandante del regimiento, aunque más fundamentalmente ejercía como ayudante del intendente y desligado totalmente de la función operativa. Al regimiento llegó ese día una patrulla que traía a un niño de unos dos años. El comandante me transmite el relato de la patrulla, que es hijo del matrimonio que componían el argentino Bernardo Lejderman y la mexicana María Rosario Ávalos, quienes se han suicidado con dinamita cuando estaban siendo perseguidos por esta patrulla, cuya misión era detenerlos".
"Esa fue la verdad oficial que yo conocí en La Serena y que se mantuvo, según tengo entendido, hasta el año 98, en que se inició un proceso por denuncias acogidas por los tribunales. Hasta esa fecha jamás supe de antecedente alguno que me hiciera dudar de la versión oficial que se me comunicó el 8 de diciembre de 1973, causándome un impacto que nunca olvidaré al ser informado que una madre y un padre se habían suicidado colocándose cargas al estar siendo alcanzados por una patrulla, dejando a un niño abandonado".

-Luego de entregar al niño en el convento, ¿qué más supo de él o de lo sucedido con sus padres?

El niño con sus padres
-No volví a saber nada, solo conocí los esfuerzos realizados por el comandante para que las embajadas de Argentina o México concurrieran a La Serena para enfrentar el tema, hecho que tomó meses. Tengo la certeza de que el comandante y el arzobispo hicieron, en ese momento y posteriormente, todo para que nada dañara al niño más de lo que ya había sufrido con la muerte de sus padres. La investigación y el fallo dan pormenorizada cuenta de la preocupación que hubo en ese sentido y en detalles para ubicar a su familia para ponerlo a su cuidado lo antes posible.
-¿Cuándo supo de la verdad sobre la muerte del matrimonio Lejderman Ávalos?
 
Luego de iniciarse el proceso en 1998, cuando concurrí a prestar declaraciones en las oportunidades que fui requerido. Este caso tuvo distintas instancias judiciales y un fallo final de la Corte Suprema. No se me imputó nunca nada, porque mi única acción fue ejecutar la orden de entregar al niño al convento, solo conociendo la versión oficial que se nos dio durante más de una década.
-¿Cómo se enteró de que ellos no se habían suicidado?
.
A través del proceso al que tuve acceso y, posteriormente, con el fallo. En lo personal, el hecho me conmovió y me conmueve, marcando profundamente mi vida y mis actos cuando, teniendo los cargos que asumí, se me develó una verdad que había sido tergiversada por décadas por una versión oficial de la cual nunca tuve ningún antecedente para dudar de ella. Este episodio me ayudó a reforzar la certeza de que era una tarea fundamental en procesos como los vividos en Chile, rescatar la verdad como valor supremo y el recto actuar de los integrantes del Ejército para recuperar la confianza de todos los chilenos. Me comprometí con decisión y actos concretos que dan cuenta de ello.

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