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jueves, 15 de agosto de 2013

15-8-2013-KRADIARIO-EDICIÓN N°866
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GRANDES OFERTONES ELECTORALES PERO NADIE SABE CÓMO LAS CANDIDATAS PODRÁN LLEGAR A CUMPLIRLOS
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Por Walter Krohne
Los ofertones son la característica de las campañas electorales y causan expectativas que son peligrosas por la situación de empoderamiento en que se encuentran hoy los grupos sociales. Un ofertón no cumplido puede ser fatal para cualquier Gobierno que asuma el poder en Chile.
Los jefes de campaña y los mismos candidatos deben tomar muy en cuenta esta peligrosidad, porque no basta con hacer ofertas sin tener antes bien en claro de cómo poder cumplirlas una vez que el triunfante candidato o candidata electa ingrese al Palacio de La Moneda.
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Sabemos que estos comicios serán muy difíciles por el camino que se ha elegido, en el cual las primarias han sido sólo para definir las candidaturas de los grandes bloques dejando en libertad de acción a otros siete candidatos, unos más exitosos y populares que otros, pero que en general le restarán votos a las candidatas de los dos conglomerados grandes.
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De estas primarias surgieron los candidatos oficiales de la Alianza y de la Nueva Mayoría, dos coaliciones que no muestran nada de nuevo en cuanto a sus personajes, todos conocidos  y calificables por el pasado o la trayectoria política y profesional que han tenido. Desde ya la candidata Evelyn Matthei surge como abanderada en la alianza tras la renuncia de Pablo Longueira por enfermedad, el ganador real de las primarias. Por sus ideas ella representa  a un sector conservador-liberal  diferente al del ex ministro de economía que ha sido uno de los pilares centrales duros de la UDI y defensor de quien fuera el ideólogo y fundador de este partido, Jaime Guzmán.
 
Matthei  se ha mostrado dispuesta a algunos cambios y con mucha cautela ha opinado sobre temas valóricos como la vida en pareja  y, también sociales,  como la marihuana que, por ahora, ha logrado mantener en  silencio a la conservadora dirigencia de la UDI. Como economista no tiene problemas porque es su especialidad y la conoce bien, pero esto significa al mismo tiempo que muy poco se avanzará en las necesarias  modificaciones de la política económica, que es injusta y fomenta la desigualdad. Ella está comprometida con el modelo como lo está toda la derecha en masa.
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Matthei es además una mujer que se muestra jovial, activa y tiene la virtud de ser buenamoza. Todas estas cualidades, además de su inteligencia, le dan la ventaja de un carisma especial, lo que permite aceptar que sus posibilidades de llegar a La Moneda no están tan vetadas como se decía hasta hace un par de semanas. Ella ha demostrado ser una buena candidata que no lanza voladores de luces ni promete grandes cosas porque conoce sus limitaciones para el caso de que sea Presidenta:  Los vetos de la UDI que no quiere cambiar absolutamente nada;  el escaso tiempo que tiene para levantar un programa y una campaña en forma; y  la dificultad de poder lograr una mayoría parlamentaria,  necesaria para impulsar cualquier cambio.
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Al otro lado de este “ring político o jardín de los desafíos” está la también carismática figura de la ex Presidenta Michelle Bachelet que con su estrategia del silencio durante tres años ha logrado llegar al sitial en que está ubicada desde marzo pasado. Sus ofertas no son simples, son verdaderos ofertones que dan paso a la creación de un nuevo país: nueva Constitución, educación gratuita, reforma tributaria para que los ricos paguen lo que les corresponde; y eliminación del  Fondo de Utilidades Tributarias (FUN), entre otros.  
 
Si bien es cierto que este sería el camino correcto para transformar a Chile en un estado moderno, sin desigualdades y con beneficios similares para todos, es también un camino pedregoso por el cual le va a ser muy difícil caminar si llega al poder.
 
Ella se enfrentará igual que Matthei al problema de las mayorías en el Congreso Nacional, las que no están claras hasta el momento.  Si no tiene los votos no podrá cumplir  como ella quisiera,  del fondo de su corazón y alma, lo que le podría acarrear una serie de interminables problemas sociales. Le será, por ejemplo, casi imposible concretar una reforma constitucional dentro de la institucionalidad actual vigente en Chile. Si la aprobación del voto de los chilenos en el extranjero tardó diez años, una nueva Constitución demorará el doble.
 
Bachelet fue la primera en conocer los levantamientos populares a nivel de estudiantes con los pingüinos durante su gobierno.  Sin embargo, esas protestas por una mejor educación eran sólo incipientes, ya que ahora vamos en la tercera generación de dirigentes que manejan los hilos de estas protestas, plegándose además a este movimiento distintos gremios, la misma Central Unitaria de Trabajadores (CUT) y sectores poblacionales independientes que luchan por mejoras en cuanto a salud, jubilaciones, educación, y, en general, reclaman mayor justicia social.
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Hay que considerar que hoy la situación es diferente a hace ocho años cuando el chileno medio se manejaba con “cánones  disciplinarios” y de orden público muy diferentes a los de ahora. Hoy los sectores populares no se dirigen a las autoridades para buscar solución a sus problemas, sino que eligen de inmediato el camino de la calle y la protesta pública y así se van solucionando las cosas. Recordemos lo que ocurre y ha ocurrido en el norte del país, especialmente en Tocopilla, donde las autoridades nunca llegaron, pero lo hicieron en “patota” tras la acción de los movimientos sociales de protesta. Lo mismo sucedió en Aysén y Punta Arenas, sólo por nombrar algunos casos.
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Hay otro factor en estas elecciones que va a tener más de algún efecto. Es el de los candidatos alternativos (siete en total) que cada uno a su manera le restará votos a las dos candidaturas de los bloques, de las cuales una de ellas será la próxima presidenta de Chile, no cabe duda. Pero los alternativos, en su mayoría del sector más progresista, afectarán mayormente a Bachelet en cuanto a  merma de votos, sin saberse además de cómo va a reaccionar o se interesará el electorado chileno en estas elecciones;  concretamente en qué cantidad concurrirá  a las urnas a sufragar.  Todo está en el aire en este sentido, hasta las encuestas que han hecho el soberano ridículo tras la entrada en vigencia de la ley electoral de inscripción automática y votación voluntaria.
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En todo caso se estima que la votación de los alternativos podría oscilar entre un diez y un 15 por ciento, lo que nos da como conclusión que tendríamos balotage de todas maneras, habiéndose ya perdido la posibilidad de una victoria de Bachelet  en primera vuelta como ha sido la intención de su comando desde el principio.
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Es decir debe pasar aún mucha agua por debajo del puente antes de saber quién ingresará triunfante a La Moneda el próximo 10 de marzo.

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