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martes, 23 de abril de 2013

23-4-13-Columna-Política-Sociedad
¿HACER SALTAR LOS FUSIBLES DE SEGURIDAD DEL SISTEMA?

Por Hugo Latorre Fuenzalida
Es casi enternecedor el ver cómo se suceden las euforias políticas en tiempos electorales. Los candidatos  de la derecha aseguran que no hay que cambiar nada, pues el mercado se encarga de todo. Los de la Concertación (es decir, lo que queda de ella) plantean audaces propuestas de cambios que, en seguida las matizan hasta aproximarse a un  realismo desesperanzado. Los candidatos extrasistema plantean los cambios que juzgan ineludibles, pero no dicen cómo alcanzarlos.

Lo cierto es que uno no desearía ser aguafiestas, pero la verdad verdadera demuestra que Chile está estructuralmente atado-y bien atado- al sistema que nos rige.

Fíjense no más lo atado que estará que, gane quien gane, no podrá hacer reformas estructurales  de peso suficientes como para cambiar las bases de inequidad, que son las que instaló el modelo actual, bases de injusticia que ha llevado la inequidad mucho más lejos que lo que los mismos ideólogos del sistema pudieron en principio imaginar. O si lo imaginaron así, significaría que son discípulos aventajados de Mefistófeles.
Lo cierto es que la tendencia de acumulación que lleva el país,  hace que en los próximos años un grupo de no más de 5 familias serán dueños del 50% de la economía, medida en el PIB. Esto lo viene revelando un estudio hecho por investigadores de la Universidad de Chile y cuyo resultado no ha sido desmentido.

Pero lo que nos interesa afirmar en este discurso,  es que el sistema es inmodificable. A la derecha política sólo le es suficiente atrincherarse en el Congreso y sus elevados quórums y en el Tribunal Constitucional para frenar, neutralizar y anular cualquier intento de cambios estructurales, de los que llamamos fundamentales.
Entonces, es hora de reconocer que los postulados por el cambio son inviables dentro del juego electoral actual.

¿Cuáles son entonces  las únicas alternativas para generar cambios  de fondo en la sociedad chilena?
Las dos fórmulas pasan por un “hacer saltar los fusibles de seguridad y contención que sostienen al sistema vigente”: uno es obtener una mayoría electoral cercana al 60% de los votos y contar con un movimiento que sea capaz de movilizar al país en un llamado a plebiscito; y la otra posibilidad es un “golpe frío” dirigido por las principales organizaciones sindicales, gremiales y estudiantiles, las que a través de un paro nacional fuercen a las reformas políticas necesarias para cambiar democráticamente la realidad estructural del país.

Ninguna de estas posibilidades parecen fáciles; más bien parece poco probable que se alcancen,  a menos que en Chile se precipite en  una crisis económica y de gobernabilidad que deslegitima hasta la agonía al sistema que nos rige, cosa que tampoco está tan cercana en el horizonte, aunque no es imposible dada la inestabilidad del capitalismo global.
Entonces, si nada de esto es posible y los más probable es que quien gane se encuentre atado de manos y pies, es más que legítimo  pensar que el venidero gobierno deberá desgastarse en no poder resolver las demandas sociales que ya están empezando a crear problemas de gobernabilidad, de  deterioro de los liderazgos y de anomia social.

Cuando una sociedad siente que su dirigencia no es capaz de manejar ni conducir la realidad, sometiéndose a los fatos del sistema de manera resignada, lo más probable es que nos deslicemos hacia procesos de tragedia. Así pasó en la antigüedad clásica y ha venido aconteciendo en la realidad contemporánea.
Los sistemas tan fuertemente atados a los intereses inflexibles de las minorías oligárquicas, terminan generando convulsiones que tarde o temprano pasan su dolorosa factura  de manera transversal a la sociedad toda.

Somos sociedades en formación, por tanto desestructuradas. Es la flexibilidad un mecanismo que facilita los procesos de ajuste, aunque los elementos conservadores lo aprecien como una debilidad inadmisible.
Somos, por demás, una sociedad en tránsito cultural hacia la modernidad globalizada, con información y ruptura de lazos y ataduras que antes parecían insuperables, con posturas bastante pragmáticas y voluntades desaprensivas respecto al poder.

Todas estas características hacen que una sociedad como la chilena, sea especialmente propicia a procesos de cambios sustantivos. Lo importante es darnos cuenta a tiempo que las corrientes que se precipitan históricamente deben encontrar cauces expeditos para fluir de manera sana y constructiva. Si no existen, todas las barreras serán superadas y todo lo sagrado será profanado.
Es bueno tenerlo en cuenta, para incorporar algo de sentido común en esta mentalidad obscurecida en su cielo por los nubarrones ideológicos,  y empantanada en la tierra lodosa de los dogmas y las ortodoxias.

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