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viernes, 15 de marzo de 2013

Columna-Papa

EL PAPA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Por Walter Krohne


El Papa Francisco I ya ha dado a entender que su pontificado sería decisivo para sacar a la Iglesia Católica de la profunda crisis en la que se encuentra. Mil doscientos millones de católicos asimilan cada una de sus palabras que están orientadas, como dijo, a “edificar la Iglesia con la sangre del Señor".
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“Podemos caminar todo lo que queramos, podemos construir muchas cosas, pero si no proclamamos a Cristo, algo está mal”. De lo contrario la Iglesia dejaría de ser Iglesia y  podría llegar a convertirse en una  “ONG piadosa”. Para no construir castillos de arena en la playa hay que edificar con piedras porque cuando no es así ¿qué pasa?...no hay consistencia…, explicó el Papa.
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Ciertamente la Iglesia debería ahora emprender cambios fundamentales que  van más allá de una transformación moral profunda para evitar en el futuro que continúe el daño causado por los múltiples abusos sexuales cometidos por sacerdotes en todo el mundo, sino también superando la pérdida de la evangelización e internamente corrigiendo la falta de colegialidad, la transparencia, superación de los problemas doctrinales, evitando la corrupción y otras deficiencias que ha afectado la imagen de una Iglesia santa.
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Si bien existen ministerios (dicasterios) en el Vaticano, no se cuenta con una especie de consejo de ministros donde se discutan los problemas globales. Cada prefecto o ministro funciona por su cuenta. Si bien el secretario de Estado es el único que teóricamente asume la coordinación, no se ha dado el resultado esperado con el actual Tarcisio Bertone, elegido por Benedicto XVI, lo que ha quedado demostrado con las filtraciones de documentos secretos del Papa y del Vaticano (Vatileaks) que han dañado seriamente la imagen de la Iglesia.
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Tampoco ha existido la transparencia suficiente en relación al Banco del Vaticano y sus despilfarros, tratándose de una entidad que maneja bienes por un valor de 7.000 millones de euros, en 33.000 cuentas que en más de un 60% pertenecen a personas o instituciones religiosas.
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Pero la nueva evangelización es quizá el tema pendiente más importante, porque las palabras pronunciadas por el nuevo Papa ayer coinciden con las del Papa Benedicto XVI transmitidas poco antes de iniciar su retiro:  “A veces se tiende a circunscribir el término caridad a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. Es importante recordar, en cambio,  que la máxima obra de caridad es precisamente la evangelización, o sea el servicio de la palabra”. En este sentido el cardenal austriaco Christoph Schönborn, acotó que en Europa  “la Iglesia es vista casi como un cuerpo extraño”.
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¿Dónde está la verdadera crisis de la Iglesia? En la estructura de poder, centralizada, piramidal, absolutista y monárquica. Como escribió el teólogo Leonardo Boff en KRADIARIO, este tipo de poder no favorece el ideal evangélico de igualdad, de fraternidad ni la participación de los fieles.  Más bien cierra las puertas a la participación y al amor. Es que tal tipo de poder, por su naturaleza, necesita ser fuerte y frío. Este modelo de Iglesia-poder se presenta como «la» Iglesia, la Iglesia sin más, y -peor todavía- como querida por Cristo.
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En Brasil, por ejemplo, en los años 50 surgieron las Comunidades Eclesiales de Bases (CEBs), que  como fenómeno religioso y movimiento de Jesús son mucho más que la institución Iglesia. Aquella encuentra otras formas de organización, mucho más próximas al sueño de su fundador y de sus primeros seguidores. Constituyen otro modo de ser Iglesia, cuyo sujeto principal, aunque no exclusivo, son los pobres. Su estilo es comunitario, participativo e insertado en la cultura local brasileña.
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Las reformas en la Iglesia son esperadas con ansias por sus 1.200 millones de fieles. Sería algo así como una revolución moderada, sin sangre ni levantamientos violentos, que salve a esta institución de la actual postración. El primer paso lo dio el propio Benedicto XVI presentando su renuncia, gesto revolucionario que ha causado un enorme impacto en el mundo. Si el Papa ha sido capaz de romper una tradición de 600 años, ¿por qué no va a poder la Iglesia romper con una inercia de gobierno y de vida que la deja inerme ante el mundo y le resta capacidad de acción?
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Hay una larga lista de aspectos a cambiar. Desde la inclusión mayor de las mujeres en una Iglesia demasiado masculina hasta la discusión del celibato como un posible requisito optativo.
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Y en todo esto la capacidad del nuevo Papa estaría disponible, aunque no debe olvidarse que  estamos frente a un hombre de posiciones progresistas en temas sociales pero alineado sin fisuras con la doctrina del Vaticano, como lo revela su férrea oposición a las leyes de matrimonio homosexual y de identidad de género aprobadas en su Patria, la Argentina, al aborto o al uso de los preservativos, incluso cuando se trata de prevenir el sida.
Sobre el celibato, ha dicho que “es una opción de vida como sería, por ejemplo, vivir en la pobreza" ( libro "El Jesuita" de Sergio Rubín y Francesca Abrogetti), pero reconoció que "hay momentos en que se puede volver crítica (la opción) si el sacerdote conoce a una mujer en la parroquia y cree que se enamoró".
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Francisco I, por otra parte, pidió en 2012 a sacerdotes de 11 diócesis de Buenos Aires que bauticen a todos los bebés, incluidos los nacidos de una relación extramatrimonial.
En política ha hecho advertencias frente a la globalización “que tiene sus peligros, porque no podemos renegar de la cultura de nuestros pueblos”. Defendió además el trabajo de los laicos en la política y definió que ésta “es el quehacer del bien común, al contrario de las ideologías, que siempre engendran violencia".
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Ha criticado tanto el comunismo como el liberalismo diciendo: “Así como el comunismo cayó por sus contradicciones internas, este liberalismo también va a caer por sus contradicciones internas" y advirtió que "no debemos resignarnos a aceptar pasivamente la tiranía de lo económico. La tarea no debe reducirse a que las cuentas cierren para tranquilizar a los mercados" y exhortó a realizar un mayor trabajo sobre la sociedad.
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Bergoglio siempre ha mostrado una gran preocupación social y en sus escritos y homilías suele incluir párrafos relacionados con la pobreza. En su entorno destacan sus costumbres austeras: que se mueve en transporte público, le reparte alimentos a los pobres, que evita las salidas nocturnas y todo tipo de ostentaciones.
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Como podemos ver, casi todas las puertas están ahora otra vez abiertas para una reforma. Sólo hay que esperar que cada una de ellas se vaya cerrando con los cambios buscados, recomendados o deseados por los fieles y con la inteligencia y la capacidad intelectual del nuevo hombre fuerte del Vaticano.

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