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viernes, 16 de noviembre de 2012

UNA SOCIEDAD “ABSCÓNDITA”
Por Hugo Latorre Fuenzalida


Así como Baruch Espinosa y Teilhard de Chardin se atrevieron a plantear la tesis teológica que el Dios de la fe hebrea y cristiana, luego de su esfuerzo creador, se retiró para dejar en las manos de la naturaleza y de la voluntad humana el destino del mundo, de igual forma las tesis ideológicas del neoliberalismo han desterrado al Estado y han dado de baja a la sociedad, dejando al mundo en manos de la economía productiva y sus imperativos.
Los actuales dirigentes políticos, por tanto, cumplen el mismo inoficioso esfuerzo que los clérigos despliegan en temas de la fe, es decir facilitar las cosas para que este mundo dejado al arbitrio de “la voluntad de poder” –que tan lucidamente detectó Nietzsche, recién a fines del siglo XIX- sea aceptado dócilmente por las víctimas humanas que hoy  forman legiones y que se acumulan en montañas de calaveras históricamente olvidadas.
Este Dios “abscóndito” (oculto, o en retiro), se confirma temporalmente con ese otro retiro del “Pater Estado” (el “Ogro filantrópico”, como le llamó Octavio Paz) que luego definirá la consecuencia  definitiva de la “sociedad abscóndita”.
Los Posmodernos en filosofía y los neoliberales en ideología, coinciden en que la “sociedad”, como definición genérica, no existe. Para los posmodernos lo que existe son los “ghettos” de pequeñas agrupaciones o clubes de intereses compartidos, y que entre ellos sí puede existir real comunicación; pero lo que no se puede dar es un compartir intereses universales de toda la sociedad; eso no es real, no es posible. Sólo es un utopismo de la Ilustración. Desde el sector ideológico neoliberal, lo que existe realmente son “individuos” y estos se relacionan a través del mercado de bienes y del mercado político. Todo lo demás es pretensiones ideológicas de un historicismo universalista fracasado.
Si traducimos bien las tesis posmodernas y neoliberales, la sociedad ha sido dada de baja, está ahora “abscóndita”; el Dios universal y el Estado nacional, fueron jubilados por los nuevos decretos del “individualismo” y el “ghettismo”.
¿Cuál es la consecuencia más evidente de esta nueva forma de entender el mundo y la sociedad?
Dios ha muerto, decía un pensador, y el hombre no lo pasa nada de bien. Dios muerto es lo mismo que jubilado, es decir está “abscóndito”, inoperativo. Los posmodernos no necesitan asesinar a Dios, les basta con mandarlo de vacaciones eternas. Igualmente se puede decir que “la sociedad ha muerto” y la mayoría de los hombres la está pasando muy mal.
Es que esta “segmentación” del mundo entre los que pertenecen al Ghetto y los que no pertenecen a nada; entre los “individuos” que están respaldados por las cuentas corrientes y los que están despojados de todo bien, hace al mundo una especie de primigenia condición bíblica: los que residen en el Paraíso y los que han sido expulsados.
Los del “ghettos”, gozan de los balnearios  cinco estrellas, mientras que los restantes deambulan “sin tierra”.
Pero los sacerdotes del Dios “abscóndito”, como los políticos de la “sociedad abscóndita” pretenden que esos desterrados cultiven el Paraíso, se interesen en él, trabajen para ellos. No comprenden que esa gente se sienta indiferente por lo que acontezca allá en el Edén de los pocos, que no les interese votar por los ya elegidos, dar su bendición a los ya benditos. No pueden aceptar que estos “separados” no quieran tener ni un contacto, como los “intocables” de la India no lo podían ni deseaban con los Maharajá.
Locke fue sabio en señalar en tiempos de los absolutismos, que para forjar ciudadanos autónomos se requería igualmente propiedad, de lo contrario se estaba al arbitrio de los poderes de los que se dependía para vivir.  Luego de varios siglos hemos vuelto a dar con esa verdad en nuestras narices, pues el hombre moderno es un despojado. La economía se ha privatizado y por tanto no hay nada que compartir. Antes el Estado era ese “hogar público” donde todos encontraban una  mayor o menor acogida, pero en esta sociedad posmoderna ya no hay Estado, sólo hay poderes supranacionales, intereses globales, que es lo mismo que “interés de nadie”.
Para convertir a estos “desterrados” hombres de la sociedad global y posmoderna en “ciudadanos” reales, se debe redistribuir los roles del Estado, de la sociedad organizada, de la articulación y circulación  de esa vascularidad  colapsada de los órganos sociales y sun funciones complementarias y vitales. Pero por sobre todo se debe  hacer reaparecer a la sociedad, rescatarla de su “abscóndita” condición y tal vez a ese Dios “abscóndito”, traerlo de vuelta para que algo señale de nuestra condición espiritual y de nuestra grandeza prometida, pues desde el materialismo y desde la voluntad puramente humana de poder, se saca por corolario que el hombre lo pasará cada vez peor.

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