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lunes, 27 de agosto de 2012

LEYES DE TV, TANTA DISCUSIÓN PARA QUE TODO QUEDE IGUAL

Por Lidia Baltra

En Chile la televisión nació en los años 60 como tv universitaria y estatal solamente. Se temía que si se entregaba a la codicia de empresarios privados y a la voracidad del mercado el público recibiría “TV basura”, de esa que hoy se produce tanto.

Pero este cuidado se fue perdiendo cuando las necesidades de financiamiento de programas de alto costo a imitación de la TV extranjera obligaron a entregar las pantallas a los avisadores y a obedecer ciegamente el gusto de las grandes audiencias medido por el “rating”.

Como dijo el ex presidente italiano, Berlusconi, “mi negocio es venderle audiencias a los avisadores”. Y esta parece haber sido la regla que se aplicó aquí, cuando terminó definitivamente el modelo inicial al vender la Universidad Católica su Canal 13 al grupo Luksic el año pasado.

Durante los años 60, 70 y bajo la dictadura, Televisión Nacional estuvo sometida al color de los gobiernos, y eso se entendía como televisión estatal. Pero al inicio de nuestra pálida democracia, el nuevo se propuso a través de una ley hacer de TVN un verdadero canal estatal, es decir, uno autónomo y que respondiera a las demandas de toda la sociedad chilena.

Una TV pública es aquella señal abierta gratuita, independiente del gobierno de turno, que con fondos estatales provenientes de nuestros impuestos, ofrece programas diversos con contenidos de calidad que satisfagan a todos los chilenos, desde los niños, hasta los adultos mayores, pasando por los jóvenes, las mujeres, las etnias, los políticos de todas las tendencias, los habitantes de regiones, en fin, a todos los ciudadanos.

¿Es posible llegar a todos? No con una sola señal , pero si usted dispone como el gobierno actual a lo menos de seis más por cada una de las actuales – lo que permite la entrante Televisión Digital (TD)- y las concede a nuevos operadores dispuestos a entregar contenidos diversos de acuerdo a las demandas de esos u otros grupos, entonces sí es posible.

¿Hemos visto esto en las pantallas de TVN desde 1990? Algunas briznas, porque el año pasado exhibió “Los Archivos del Cardenal” - aunque a la medianoche de la víspera de un día de trabajo – y algunas buenas teleseries.

También Chilevisión, un canal de entretención según su director, dio “Amar y morir en Chile” sobre al fallido atentado de Pinochet y otros episodios de nuestra historia reciente.

En el resto de su programación, TVN no se diferencia mayormente de sus compañeros de TV abierta privados y comerciales. Porque debe competir codo a codo con ellos por mantener su pedazo de la torta publicitaria, lo cual se consigue, por ejemplo, con mucha crónica roja en su noticiario principal y alargándolo a 90 minutos para darle mucho espacio al fútbol, pasión de multitudes y conseguir muchos avisos en horario prime.

Nuestro modelo de TV pública nació atrofiado. Se le obliga a autofinanciarse por una de las presiones sufridas durante la transición a la democracia: se pagaba la deuda de 3 mil millones de dólares que arrastraba TVN en 1989 a condición de que en adelante no entrara ni un peso más de las arcas fiscales. Pero han pasado más de 20 años…

En una mesa de opiniones sobre el tema realizada por el Observatorio de Medios Fucatel la semana pasada, que contó con la presencia de Mauro Valdés, director ejecutivo de Televisión Nacional de Chile, el senador socialista Jaime Gazmuri, Antonio Leal miembro del Directorio de TVN y otros especialistas, votaron por hacer cambios en la ley de TVN para que pueda cumplir su función de TV pública y sea una real alternativa a los canales comerciales.

Que con fondos estatales se apoye en parte a la televisión de todos los chilenos.Que se amplíe el concepto de pluralismo con que se la maneja. La sola presencia de los partidos políticos en el Parlamento no basta: hoy la ciudadanía exige una mejor y una mayor representatividad social.

Se teme que la “Ley Corta” para TVN que el gobierno ha presentado para rápido despacho, limitada a darle iguales condiciones comerciales para competir con los canales privados, reemplace definitivamente a la “larga” (de octubre de 2009), que consideraba muchas de las demandas de una verdadera televisión pública.

¿Y qué ha pasado con la otra ley, la de Televisión Digital?

Recientemente la comisión especializada del Congreso acordó que las nuevas concesiones del espacio radioeléctrico que abre la TDT serán por 20 años y por estos días se discutirá la forma en que se entregarán. Es decir, la actual discusión en el Congreso se reduce a meras cuestiones técnicas y de las posibilidades de ampliar las voces que se emitan a través de esta nueva tecnología, no se oye nada.

¡Ah, si los ciudadanos que conforman las teleaudiencias salieran a las calles y marcharan hasta el Congreso Nacional reclamando su derecho a ser interpretados, como hicieron los argentinos hasta conseguir aprobar una Ley de Medios a su satisfacción!

1 comentario:

  1. Excelente artículo de Lidia Baltra. Además de un análisis certero y completo, da una clase de cómo se escribe en periodismo.

    Te felicito por tenerla aquí.

    Mónica Silva Monge

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