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miércoles, 18 de julio de 2012

¿EL DERRUMBE DEL MODELO?

Por Hugo Latorre Fuenzalida.

El joven sociólogo y académico Alberto Mayol ha expuesto, en la ENADE última, una tesis que parece sumamente discutible: que “el modelo está derrumbándose”, en Chile.

Lo cierto es que es un tema digno de ser discutido con más extensión.

Tal vez el sociólogo Mayol sea muy joven y entusiasta y no capta aún los ritmos de la historia, sobre todo en Chile, donde las cadencias son remolonas, en términos de cambios históricos y de hábitos mentales.

Tal como acontece con Estados Unidos y Obama. Los cambios que proponía el entonces candidato de color parecían en demasía entusiastas para la realidad heredada. La derecha republicana como la demócrata (pues ambos son, para nuestros estándares, políticamente conservadores), consolidaron un modelo- que parte con Reagan y se extiende con Clinton y los dos Bush-, que era muy difícil desmontar.

Los resultados están a la vista: Obama se ha visto atrapado en luchas convencionales sin nada que se pueda rescatar en el ámbito de las transformaciones significativas del modelo neoconservador.

Chile es un país en el cual el modelo neoliberal se estructuró de manera radical y totalista. Tal vez lo sea de manera más profunda y enraizada que en el mismo Estados Unidos.

Ambas sociedades han sido bombardeadas por un sistema ideológico tremendamente envolvente y pertinaz, lo que impone un cuadro de ciudadanía manipulable, tímida, minimalista y poco dada a los cambios. En ambas sociedades se ha impuesto un individualismo alimentado desde el consumo, donde los cambios representan un riesgo que parece indigno de ser aceptado por las mayorías electorales.

Es verdad que en Chile las satisfacciones que el sistema es capaz de dar a las demandas de las mayorías, en el campo de los servicios, es muy inferior a lo que puede ofertar la sociedad estadounidense; por algo las diferencias de ingresos reales son abismales (US$ 15.000 v/s US$ 55.000 p/c), a lo que se debe agregar una diferencia distributiva que todavía se expresa a favor de los estadounidenses en varias veces.

Esto quiere decir que Chile ha seguido al modelo neoliberal estadounidense, con fuerte concentración de la riqueza, pero con el agravante para Chile que la riqueza total es mucho menor y la desigualdad total mucho mayor. Es decir, somos agudamente más neoliberales, pero dentro de las ligas competitivas, somos neoliberales de ligas menores.

Los cambios históricos se dan en Chile de manera lenta, y normalmente logran, en esos procesos que llamamos históricos, ir incorporando al sistema sólo pequeñas partes de las nuevas capas sociales.

El error de la Unidad Popular fue creer en el voluntarismo revolucionario como factor suficiente y eficiente para saltarse la historia y dar con la utopía revolucionaria impuesta en el corto plazo. Así es como les fue y así es como estamos: más conservadores y más injustos de lo que éramos antes de la experiencia allendista.

Tal como en Estados Unidos, la derecha ha atado todo, y bien atado, en este período de casi 40 años que ha manejado el poder, ya sea con gobiernos militarista y dictatorial o por intermedio de una Concertación que emula los tiempos de Clinton, es decir un simple endulzamiento decorativo de la misma gragea neoliberal, o del actual gobierno derechista que vuelve por los fueros totalistas de un empresariado cebado en el arte de lucrar en descampado, ante una institucionalidad abscóndita.

Por eso, unos movimientos sociales, aunque enormes, como los del 2011, tanto de estudiantes como de ciudadanos, representan una “disfunción”, o una válvula de escape que advierten a los dirigentes la necesidad de ciertos ajustes, que se dirijan a crear la red de nuevas alianzas sociales que el Estado va necesitando incorporar con urgencia, así como la operatividad de controles que cambien el estado de “dominación” licenciosa de las élites por otro de “hegemonía” razonable y sensata de las mismas élites; son estas las referencias preliminares y plausibles a una sociedad renuente a los cambios, como es la nuestra. Pero lejos estamos de poder-hasta ahora- instalar la tesis del “derrumbe del modelo”.

No son visibles los actores, ni la masa que los pueda acompañar, capaces de movilizar dichos cambios tan cataclismáticos. Somos un país sísmico en lo telúrico, pero sólidamente inconmovible en lo político-social. Por lo menos así nos enseña nuestra pétrea historia.

Es por eso que considero el optimismo del joven Mayol, una inocente pero lúcida inexperiencia.

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