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jueves, 28 de junio de 2012

LOS POLÍTICOS VUELVEN A INVISIBILIZAR LA CONVERSACIÓN CIUDADANA

Por Mario Briones R.

Se puede ser un avanzado empatizador del pensamiento ciudadano, el cual por lo general los líderes políticos creen poder interpretar a la perfección en cada oportunidad en que incursionan con un discurso electoral para producir acciones que puedan movilizar a la ciudadanía, constatando una vez más la ausencia del efecto esperado, sin que logren entender las causas reales que lo originan.

En tiempos de dictadura, el discurso de Pinochet, el de la derecha y el de quienes participaron activamente en diferentes niveles del gobierno militar, fue decir a la población que su intervención se fundaba en altos valores patrios, uno de los cuales era recomponer la democracia y que dicho objetivo involucraban actos de guerra institucionalizados por las fuerzas armadas y los aparatos civiles, justificados por una supuesta mayoría ciudadana, contraria al gobierno del expresidente Salvador Allende, que reclamaba cambios en los equilibrios políticos, haciendo añicos la constitución con bombas y balas.

En tiempos más recientes algunos han dicho que “hemos aprendido” (Francisco Vidal), otros dicen haber recogido el llamado del pueblo para gobernar, pero ahora bajo el lema “en la medida de lo necesario” (Camilo Escalona). Otros declaran que prefieren un sesgo o mirada desde la izquierda al centro y los otros prefieren una mirada desde el centro a la izquierda, encabezados incluso por algunos grandes depredadores políticos como Enrique Correa, lobista profesional internacional, Oscar Garretón, el político corcho más brillantes de Chile, Eugenio Tironi, etc., dispuesto a demostrar que el mundo puede ser cuadrado, si la campaña es bien pagada.

Estos grandes “interpretadores” de las necesidades de la población, están volviendo a salir de sus grandes consultorías o negocios para generar su propia conversación política inspirado en áreas de poder en que son expertos, preparando cuidadosamente su artillería de conceptos y profundo análisis político para decirle a la población lo que es bueno y lo que es malo para la patria.

Tenemos un grave problema. Tenemos un gravísimo problema. Pareciera estar situado en alguna parte de la semántica, quizás por una complicada presencia de códigos dinámicos que se mueve en diferentes direcciones y velocidades, invisibilizando la conversación ciudadana para arrasar con los anhelos del pueblo. Será que algunos sólo ven la importancia en los cambios del significante u otros en el significado, aunque no sea tal. ¿Habrá que retroceder todo el tiempo para ponernos de acuerdo si revolución es mejor que rebelión, o preferir obrero mejor que trabajador?, donde cambia el significante pero no el significado, según se refiere Ferdinand de Saussure.

No basta creer que se tiene la razón, porque se trata de “su razón”, cuando Edmund Husserl habla de la razón, dice “la razón no es, pues, una verdad eterna, sino el producto progresivo de nuestra praxis y de nuestra reflexión sobre esta praxis.”

Humberto Maturana frente a este problema respondería que lo que escuchamos, no creemos porque existe una realidad disociada con el discurso, donde no hay espacio para conversar las conversaciones sobre la restauración de la democracia y fue ese el principio que derrotó a Pinochet y es lo que amenaza la conversación de los actuales líderes políticos y los disocia nuevamente del pueblo.

En la crisis mundial podemos encontrar un ejemplo actual brutal. La FED  (*)   de   EE UU, tiene un doble mandato, se supone que buscan tanto la estabilidad de precios y pleno empleo, pero las críticas son que no está haciendo nada en absoluto, porque la conversación es que, cualquier acción significaría un apoyo a la campaña del Presidente Barack Obama. ¿Tiene eso más significado que los 6,2 millones de desempleados de EE UU que están esperando? No, por cierto que no. Esto se repite en Europa, donde se conversa sobre el equilibrio del poder político para una base fiscal comunitaria, aunque el mundo se venga abajo, lo que ya está empezando a ocurrir.

Tampoco tiene importancia que en Chile se discuta el cambio del binominal, sobre la base de aumentar en 42 o 45 los representantes en el Congreso. Esa es una conversación sobre cómo repartirse el poder entre las dos coaliciones, de gobierno y oposición, y no tiene nada que ver con las necesidades de la conversación que reclama la ciudadanía, porque estos representantes están en otra dimensión, ellos están pensando en sí mismos y en los grupos de poder que los auspician.

En los tiempos en que vivimos, el avance tecnológico permite incluso pensar que los ciudadanos podrían votar directamente las propuestas de los gobiernos, lo que permitiría incluso eliminar una gran cantidad de representantes en el congreso, dejando un base mínima para vigilar, desde la ciudadanía, la aplicación correcta de la constitución y de los actos de gobierno, todos los demás sobran.

Si estos dirigentes políticos están realmente interesados en el destino del pueblo, que cambien la conversación y empecemos a conversar sobre estos temas.

¿Tienen la disposición para cambiar y modificar la Ley minera y terminar con las concesiones a las transnacionales extranjeras en los términos actuales, hasta que se cambien las condiciones de gratuidad inconmensurable con que operan en Chile?

¿Elevarían la tributación impositiva a niveles del 38 % o 40 % del PIB mediante una gran reforma tributaria que permita redefinir y cambiar totalmente el futuro de Chile en salud, vivienda, conexión real con las regiones y poblados, disminuyendo drásticamente la desigualdad e inequidad para terminar con la pobreza?

¿Se recuperarán los derechos de agua, las inversiones nacionales y extranjeras en minería del cobre, industrialización del litio a través de empresas controladas por el Estado?

¿Apoyarán la gratuidad en la educación primaria, media y un 100% para todos los jóvenes universitarios, que teniendo calificación de capacidad, no tienen los recursos para hacerlo?

¿Están dispuestos a nivelar todas las pensiones bajas de los adultos mayores a un nivel, como mínimo, de un sueldo mínimo de $ 250.000?

Cuando las conversaciones de los políticos entre ellos y con la población sean conversaciones sobre estos puntos y muchos más, recién estaremos en condiciones de decir que estas conversaciones son sobre el mundo en que queremos vivir y no para invisibilizar a los pobres.

(*)= Equivalente al Banco Central de U.S.A.

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