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martes, 31 de enero de 2012

CHILE: LAS MOLESTAS CONTRADICCIONES DEL PRESIDENTE REVELAN UN LIDERAZGO DÉBIL

Por Walter Krohne
Director-Editor de Krohne Archiv

La falta de liderazgo del Presidente es evidente y lo demuestra a diario con sus continuas contradicciones que mantienen al pueblo en ascuas sin saber hacia dónde ir o qué hacer. La discusión casi insólita sobre el binominal, después de veintidós años de escuchar desde todas las tiendas políticas que hay que cambiarlo por otro sistema más justo y democrático, está provocando una gran desorientación en la gente. Esto significa ni más ni menos que una acumulación de rabia y frustración que se ha ido juntando durante los meses de un verano caliente y que comenzará a manifestarse en las calles, seguramente con más violencia que el año  pasado, a partir del mes de marzo cuando otra vez se reanuden las actividades ordinarias tras las vacaciones estivales.

Pero el Presidente no ha sido capaz de definir una sola línea en esta materia. Un día le dice a El Mercurio en una entrevista que “hay prioridades más urgentes que la reforma al sistema binominal” pero horas después  dice todo lo contrario y se compromete a buscar y llegar a acuerdos para “modificarlo”, labor que “desarrollaría el Gobierno en forma paralela con las reformas en educación, salud y seguridad ciudadana”.

Si a mi, como ciudadano me preguntaran que va a ocurrir realmente, me inclinaría a responder “nada” y que todo esto es un show de la derecha para “embolar la perdiz” e intentar dejar las cosas como están, porque la verdad es que ya no les creo absolutamente nada, he perdido la confianza en un gobierno que ha tenido en sus manos la posibilidad de un gran cambio en Chile y no lo hizo.

El binominal no permite el surgimiento en el país de otras fuerzas políticas,  porque en el fondo está destinado a la formación de un sistema bipartidista en torno a dos grandes partidos políticos o coaliciones. Como se puede deducir y, lo hemos visto en la práctica, es un sistema que genera una gran inmovilidad entre los bloques políticos, excluyendo a los partidos que no son capaces de incorporarse a las coaliciones ya que la competencia se traslada al interior de cada alianza, iguala a las dos primeras mayorías y excluye a algunas minorías importantes.

Hoy toda la inestabilidad y falta de gobernabilidad que está afectando a Chile se debe precisamente al sistema binominal y al presidencialismo. Esto se demuestra sólo en el hecho que durante 22 años de “democracia” una parte de los parlamentarios y de los políticos sigan siendo los mismos que estuvieron en los primeros momentos del plebiscito y luego en la elección del primer presidente democrático en 1990.

No es una broma de mal gusto, pero se puede decir que es cierto que algunos de “los viejos tercios” que llegan al hemiciclo en Valparaíso casi lo hacen en silla de rueda. Siguen allí aportando lo que pueden o como pueden. Esto porque el sistema binominal permite elegir de elección en elección a los mismos políticos. Aparte de esto los escaños que van quedando libres, por muerte u otros motivos, van pasando de correligionario a correligionario, hablándose ya de distritos controlados históricamente por uno u otro partido. El caso más evidente es el de Valdivia, donde Gabriel Valdés Subercaseaux (ex canciller ya fallecido) dejó su escaño de senador con casi 90 años de edad después de ser designado embajador en Roma. ¿Qué hizo entonces la Democracia Cristiana?  Le cedió el cupo al ex Presidente Eduardo Frei, quien “compitió” con Andrés Allamand de Renovación Nacional (RN). Varios meses antes ya se sabía que ambos iban a ganar la elección, uno de cada coalición como lo contempla el binominal.

Este sistema es nefasto precisamente por lo que hemos dicho: no da el pase a  gente joven para que se incorpore al Parlamento, porque los partidos no lo permiten internamente. Con la reciente reforma electoral aprobada en el último momento –inscripción automática y voto voluntario- se agregarán a los registros 4.600.000 nuevos electores, la mayoría jóvenes. Ellos tendrán ahora la posibilidad de acercarse a las urnas y sufragar, pero muy pronto se darán cuenta que sus derechos llegarán sólo hasta allí, porque cuando quieran aspirar a una candidatura o a un cargo de representación popular recibirán sólo fuertes  portazos de los partidos tradicionales.

Por todo esto, el cambio del binominal es una cuestión de  país, para  el mejoramiento de la democracia, por una mayor participación de las ideas y por una renovación contundente y el ingreso de las nuevas generaciones a la política.

No es una cuestión de intereses mezquinos o de políticos viejos que tienen miedo de quedarse sin “su” escaño  parlamentario o por las “cuentas de almacenero”  que sacan partidos como la Unión Democrática Independiente (UDI), cuya manera de cambiar o perfeccionar la democracia chilena es precisamente diciéndole “no” a todas los cambios democráticos.  Este es el camino equivocado  por el cual Chile puede derivar fácilmente en una rebelión social de proporciones.

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