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lunes, 19 de diciembre de 2011

UNO, DOS...¿MARCHE? - EL GABINETE DE HUMALA EN PERÚ

Por Roberto Mejía Alarcón

Hay luces y sombras en la conformación del nuevo Gabinete ministerial del presidente Humala. La presencia de técnicos -no todos- del mejor nivel, abre la posibilidad de avanzar en el desarrollo económico con inclusión social. Tarea titánica en un país de abierta discrepancia entre quienes tienen mucho y quienes no tienen nada. La juventud de la mayoría de ellos, es otro punto a favor. Ya era tiempo de darle paso a una nueva generación ciudadana, dispuesta a tomar las riendas de la gobernabilidad. Sin embargo, no todo es color de rosas.

La revelación del Primer Ministro, Oscar Valdés Dancuart, anunciando que se trata de un "equipo de cohesión interna", puede ser interpretado en forma errónea, al punto de hacernos creer que más que Gabinete ministerial, se cuenta ahora con un "pul" de secretarios y secretarias. Tampoco se puede tomar en serio que la cuestión política, según el alto funcionario, será de incumbencia, única y exclusiva, del Jefe de Estado. Esto último podría entenderse como el comienzo de una etapa de autoritarismo en el Ejecutivo.

Está bien que desde ahora, más temprano que tarde, se le haga saber a la colectividad nacional que se continuará gobernando con alto respeto a los principios y valores de la democracia, del Estado de derecho, la gobernabilidad y el orden interno. Pero está mal que a los ministros y ministras se les reduzca a la simple condición de gestores de la administración pública, con facultad de hablar en el lenguaje de los técnicos, sin posibilidad a la discrepancia en términos políticos.

¿Existe, acaso, el riesgo de poner de mal humor al Presidente y, con ello, la pérdida segura del fajín de ministro? Hago esta interrogante que, seguramente, caerá mal entre aquellos que consideran que todo lo que hace o pueda hacer el régimen gubernamental es correcto. Lo cierto es que la democracia es tal cuando derechos tan fundamentales como la libertad de pensamiento y de expresión, son respetados por los de arriba como por los de abajo. Amordazar a los ministros, limitándolos a su condición técnica, no es otra cosa que intolerancia, verticalismo.

El señor Valdés Dancuart no ha tenido, en ese sentido, un debut feliz luego de su juramentación como Primer Ministro. Me pregunto ¿será factible dialogar y concertar, sin capacidad de una actuación política? O pretende el militar en retiro, empresario después y ahora ministro, condenar al Presidente a caminar con el teléfono móvil abierto y atendiendo las consultas de los diecinueve miembros de su Gabinete, cuando se trate de dar respuestas con contenido político. No es broma lo que digo. A lo mejor sin querer, el señor Valdés Dancuart ha cometido el error de enviar el extraño mensaje del caudillismo y recordando a Bolívar, tal como hizo éste en su Constitución de 1824, está promoviendo una especie de "poder de poderes", donde la figura presidencial, tan arraigada en la historia e idiosincrasia política, hace suyo el poder unipersonal que cultivaron los virreyes en tiempos de la Colonia.

Por otro lado y observando en positivo, no se puede poner reparos a la sana intención de acelerar el crecimiento con inclusión social y que se cumpla con los principios fundamentales de la hoja de ruta. Apoyándose en esa promesa, algún despistado podría aclararnos, entonces que, por eso, es menester que los ministros resuelvan técnicamente los problemas, dejando la política al Presidente. Y no es así.

La Constitución de la República nos dice que corresponde al Presidente dirigir la política "general" del gobierno o sea la alta política del Estado, donde hay que señalar la conducción y la unidad de acción gubernamental. Pero más adelante, la misma Carta Magna hace la precisión que el Presidente de la República es jurídica y políticamente irresponsable por los actos que tome o decisiones que asuma. Son nulos los actos que carecen de refrendación ministerial.

Allí está el meollo del problema. Los ministros harían bien en desarrollar una gestión técnica, pero de la mano con el criterio político. Ambos son vitales. Por eso, entre sus asesores están unos y otros. Eso les ayuda en su razonamiento, en su discernimiento. Y le da mayores perspectivas a la gobernabilidad dentro del Estado de Derecho.

Los problemas sociales, hoy embalsados desde gobiernos anteriores, incluyendo el del señor Toledo, que hoy se lava las manos, tienen muchas aristas. En el diálogo hay que hablar y escuchar. En la negociación hay que defender posiciones y ceder las mismas hasta donde sea aconsejable para la nación. Esa práctica forma parte de la vida en democracia. Y este Perú, donde abunda la discriminación racial, la marginación social, la diferencia de género y el privilegio económico, lo que más necesita es democracia, mucha democracia. Ella nos hará marchar mejor hacia el sueño de la paz, la armonía, la justicia social.

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