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viernes, 30 de diciembre de 2011

PIÑERA JUGÓ LA CARTA MÁS LIBERAL QUE GUARDABA BAJO SU MANGA AL NOMBRAR AL TECNÓCRATA HARALD BEYER EN EDUCACIÓN

Por Walter Krohne

Harald Beyer no es una carta sorpresa o elegida quizá “precipitadamente” porque había que reemplazar a un renunciado y agotado ministro de educación, como comentaron algunos analistas tras el juramento realizado ayer en el Palacio de la Moneda. En realidad es la carta que el Presidente Sebastián Piñera tenía guardada bajo la manga para jugarla en el momento más crucial y quizá también, más difícil, especialmente cuando su aprobación como gobernante llega a sólo un 23 por ciento de los chilenos.

Beyer es un liberal ciento por ciento que tiene las cosas muy claras, no sólo en el campo educacional, como tecnócrata, sino también en la economía donde ostenta el título de doctor. En este sentido será clave no sólo para la cartera de Educación, cuya marcha y destino deberá decidirse el año que se inicia este domingo con una nueva versión de manifestaciones callejeras y protestas para lo cual los dirigentes estudiantiles ya se están preparando. Su aporte irá más allá y será en varios temas, como la proyectada reforma tributaria y también en lo que concierne a las reformas políticas, en los cuales Beyer, como buen liberal, cree más en el perfeccionamiento de lo que hay que en un cambio radical.

El es partidario de un sistema tributario mucho más eficiente y más justo, para lo cual "es necesario eliminar algunos vicios". En otras palabras no se trata de recaudar más sino que mucho mejor como también debe mejorarse la forma y calidad del gasto por parte del Estado, el que además debe estar mucho más presente y compenetrado que hasta ahora en la sociedad chilena y asumir a fondo algunas responsabilidades concretas, entre las cuales podrían estar la educación y la salud.

El problema quizá es que Beyer no es político y tampoco tiene experiencia en la práctica de esta ciencia, lo que en un país tan politizado como es Chile, tiene realmente importancia. Pero el ha dicho hasta el cansancio que es “un analista, un experto” y que no necesita “experiencia política”. Es el lenguaje que utiliza un ingeniero comercial y economista que, como especialista, supera con creces a sus antecesores Felipe Bulnes y Joaquín Lavín. Mientras cuente con el apoyo claro y abierto del Presidente de la República, tiene posibilidades de hacer un muy buen papel que puede llegar a ser brillante.

Como buen liberal hasta cree en el plebiscito como mecanismo a aplicar para resolver este y otros temas en Chile o está de acuerdo en abrir el matrimonio civil tanto a heterosexuales como homosexuales para asegurar que no exista discriminación, lo que le pone los pelos de punta a los sectores más conservadores del país. “ Es la mejor solución para promover la dignidad de todos”, escribió en una columna en junio pasado en el diario El Mercurio de Santiago conjuntamente con el empresario Alvaro Fischer.

Pero en el tema que en estos momentos más nos preocupa, como es el de  la educación, Beyer tiene un esquema de mucha claridad y lucidez al decir que “primero, lo más urgente” es fijar la atención en la educación preescolar y escolar.

Escribió hace una semana en la Revista “Qué Pasa” que este año la educación superior copó la agenda educacional quedando “medianamente resueltos los criterios para financiar a los estudiantes y aliviar el peso que significa una educación superior marcadamente privada en sus aportes y, por tanto, de aranceles elevados”.

Sin embargo, enfatiza el nuevo ministro, que para avanzar en equidad, inclusión y calidad es indispensable redirigir la atención hacia la educación preescolar y escolar, resultando indispensable la presentación a fines de marzo de un proyecto de carrera profesional docente, fundamental para lograr un salto en calidad.

Beyer dice que el fortalecimiento de la educación, en particular de la educación pública, pasa quizás por profundizar estos tres ejes antes que intentar una desmunicipalización hacia organizaciones que no tienen un sustento claro en la institucionalidad chilena, lo que supone, entre otros aspectos, acercar las remuneraciones de los docentes a las que podrían obtenerse en carreras universitarias alternativas.

Agrega Beyer que “sin una educación preescolar de calidad se vuelve cuesta arriba avanzar en equidad. Pero no se trata de exponer a los niños a cualquier forma de educación preescolar. Este esfuerzo tiene sentido si va acompañado de una buena formación docente”.

Consciente del problema que existe en Chile, el nuevo ministro de educación escribió hace siete días: “Típicamente los niños de hogares aventajados llegan a primero básico con un manejo de vocabulario que es 2 a 2,5 veces superior al de niños provenientes de hogares vulnerables. Pero también con un déficit enorme de habilidades no cognitivas. Éstas son tanto o más importantes que las cognitivas para lograr buenas notas, superar vallas académicas y tener buen desempeño en el lugar de trabajo, entre muchos otros indicadores”.

Destaca Beyer que también hay que darle énfasis en forma adicional a una educación media técnico-profesional, ya que cuatro de cada diez jóvenes, en general los más vulnerables, egresan de esta educación y sus programas están lejos de ser una verdadera educación dual o de formación de oficios.

Sin embargo, donde podría darse un choque frontal con el actual movimiento estudiantil sería en el tema de la universidad gratuita para todos, apoyada abiertamente por sus dirigentes, en el que Beyer se ha mostrado contrario, argumentando que ello no contribuiría a disminuir significativamente la desigualdad en el país.

"Si miramos la distribución del gasto total en aranceles de la educación superior por decil de ingreso, queda en evidencia que la gratuidad, que costaría US$ 4.300 millones (basándose en la encuesta Casen 2009), es una política regresiva, en el sentido que el gasto se concentraría en los grupos de mayores ingresos".

En esta forma, todo parece indicar que la carta jugada por Piñera fue la más adecuada del momento, a pesar del mal resultado de las encuestas que juzgan a un gobierno, que en líneas generales no lo ha hecho mal, al contrario ha resuelto problemas que la Concertación en veinte años no pudo hacer o no quiso.

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