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lunes, 26 de diciembre de 2011

EL CAPITALISMO PERVERSO EN TIEMPOS NAVIDEÑOS

Por Walter Krohne
Director-editor de Krohne Archiv

En los escasos días que quedan del 2011 podemos dedicarnos a ordenar las ideas y a hacer un balance de lo logrado y lo que sigue quedando pendiente para los años venideros. Entre estos últimos hay un punto que nos está matando de vergüenza y frustración, como es el tema de la desigualdad.

Cuando hablamos de que una persona del decil mas pobre gana en promedio 87.000 pesos al mes (US $167) en Chile y otra del decil mas rico(promedio),  un millón 545 mil pesos (US2.971) y que entre ambos hay una diferencia de 17,8 veces , la que por cálculos de capacidad de consumo y bienestar podría llegar a una brecha de 78 veces, parece que tuvieramos las condiciones para el inicio de una  revolución social (Fuente: Contra la desigualdad el empleo es clave - Andres Velasco y Cristóbal Huneeus - Editorial Debate). 

¿No es acaso esta realidad una tremenda desgracia? Estamos viviendo un capitalismo perverso y eso lo sabemos bien.

Dos días antes de la Navidad conversé en una de las cajas de una tienda de Santiago, ubicada en Peñalolen, con un obrero de la construcción que llevaba de regalo a sus nietos un viejo pascuero que se activaba con electricidad.

“Se los llevo a ellos, que son lo más lindo que tengo, que feliz estoy de haberlo encontrado y poder comprarlo con la tarjeta de crédito”, me dijo abrazando la figura con sus manos y brazos curtidos por su trabajo en una constructora.

Pero la felicidad le duro poco porque en la caja le quitaron el viejo pascuero y le indicaron que no podía llevarlo porque no tenía cupo en su tarjeta.

El hombre miró el plástico con grados mezclados entre el desprecio y el odio y luego, por última vez, al viejo pascuero que no pudo llevarle a sus nietos de regalo, dejando detrás suyo un manto de tristeza e impotencia.

Más tarde fui a comprar a la misma tienda, pero en una sucursal de La Dehesa, donde desde el interior salía una caravana de carros, todos repletos con mercaderías caras que habían sido pagados a través de múltiples medios de pagos o en efectivo. No había allí problemas de “falta de cupo”, todo lo contrario, sobraban las tarjetas bancarias, de crédito, del retail y los cheques.

Eran dos mundos apartes lo que se podía ver en las dos tiendas: uno con gente de bajos recursos (el decil de los más pobres), que a pesar de las dificultades financieras intentaba pasar una Navidad como “lo hacen los ricos”. El otro era “el mundo del consumismo que desbordaba en el derroche” (el decil de los más ricos). En el primero encontramos artículos, como mini televisores, que estaban guardados en estantes con llave o candados, “porque aquí viene gente de las poblaciones que roba mucho o ¿usted no sabe que estamos en Chile?, me dijo uno de los vendedores.

En el segundo, en cambio, los mismos televisores estaban amontonados para que el público llevara cuantos quisiera porque sería una ofensa que a los clientes más ricos y pudientes les pusieran candados para proteger la mercadería. En este país existe la idea que los ricos no roban, porque no necesitan robar.

Este ejemplo nos sirve para comprender las diferencias entre los dos grupos: Unos no podrán aspirar nunca al exagerado poder adquisitivo de los segundos (salvo raras excepciones), porque esto es imposible en una sociedad materialista y neo liberal  como la nuestra, donde todo termina en la  compra de bienes y muy lejos de los valores.

Esta realidad marca también la diferencia en una sociedad chilena que se separa entre los ricos, que sólo viven entre ricos, y los pobres, la gran mayoría, que no les queda más remedio que quedarse en una relación sólo entre pobres. Son dos mundos separados, distintos y opuestos. Entre los primeros hay personas que nunca han conocido una población pobre y viajan desde su propio mundo en helicóptero al aeropuerto y desde allí al gran mundo de los negocios. Y los pobres, lo único que pueden conocer con suerte es el viaje en el transantiago.

La desigualdad se mejora con una buena politica económica social de mercado que contemple buenas inversiones para crear permanentemente puestos de trabajo (industrias por ejemplo), una reforma tributaria que termine con las injusticias, que obligue a pagar a los ricos lo que les corresponde y que sea un instrumento de distribución de la riqueza entre ricos y pobres, y una reforma laboral que estimule la creación de sindicatos que puedan negociar sus salarios una vez al año, mejore las condiciones de trabajo y termine con la explotación de los trabajadores.

Es fundamental agregarle a este paquete una reforma de la educación que sea realmente de calidad para que mejore el nivel de conocimiento de los sectores más desposeídos, que integre a ricos y pobres y que tenga como objetivo volver en Chile a la gratuidad educacional. En el mismo sentido debe emprenderse cuanto antes una reforma de la salud que le de, tanto a ricos y pobres, el derecho a un servicio general. Es lo menos que puede ofrecer el Estado como derechos reales y efectivos para sus integrantes que son todos los trabajadores chilenos sean estos ricos o pobres. O...¿es mucho pedir?

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