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viernes, 28 de octubre de 2011

AMÉRICA LATINA YA NO ES LA VIEJA IMAGEN DE HOLLYWOOD DE UN VARÓN DEBAJO DE UN ÁRBOL DURMIENDO

La primera etapa de construcción de la democracia latinoamericana ya está terminada. Esa fue la recuperación de las libertades civiles. Hoy dominan las demandas por la igualdad de oportunidades, igualdad de acceso al desarrollo y al crecimiento.

Por Marta Lagos
Economista de Heidelberg y
Directora del Latinobarómetro

Hay una América Latina oculta detrás de la imagen estereotipada del siglo XX, nos hemos transformado. Mientras la debilidad de la política y la desconfianza avasallan la agenda de la región, los avances continúan silenciosamente sin atención. Surge así una región nueva que empuja por ir más rápido que los países, por redistribuir los frutos del crecimiento, que reclama fuertemente en el año 2011 porque la desaceleración los afecta.

Esta América Latina castiga con más dureza. Ocho de cada diez latinoamericanos están conectados con el mundo a través de celular, y cuatro de cada diez hoy tiene un nivel de educación más que la del hogar en el que nacieron. Es la clase media emergente que se defiende.

Por primera vez desde la crisis asiática la satisfacción con la democracia cae a la par con la caída del PIB. Los latinoamericanos están defendiendo lo alcanzado y no dejarán que se los quiten. Los indicadores caen en el 2011 como señal de esa protesta.

América Latina tiene las mayores reservas de agua, las mayores reservas de materias primas, con 600 millones de habitantes y más superficie que China y EE UU juntos.

¿Somos la región del futuro?

En el cine América Latina aparece como la tierra de los dictadores, de la violencia y el narcotráfico, la siesta debajo del árbol y el relajo del “hacer”.

¿Somos realmente esa imagen hoy en el siglo XXI?

Quién sabe, la mayor de las tareas no es cambiar América Latina que está bastante bien encaminada, sino cambiar la imagen que el mundo tiene de ella.

Con un ingreso promedio de U$ 10.000, no somos pobres y qué duda cabe que vamos camino al desarrollo. Es la tierra de las oportunidades, donde se construye a pasos agigantados la clase media, la burguesía acomodada, se desmantelan las pequeñas oligarquías, se masifican los derechos, se expande la educación, la salud y sobre todo la industria del tiempo libre. Ninguno de los aspectos de la vida de una sociedad está estancado en América Latina. El estancamiento es definitivamente parte del pasado con contadas excepciones.

En esta primera década del siglo, América Latina experimenta por primera vez en su historia un crecimiento económico sostenido por seis años consecutivos. Seis años no es un período largo de tiempo, pero es mucho más de lo que nadie tiene recuerdo. Por primera vez se acumula, se sostiene, se prevé, se planifica, se estabiliza el empleo, en otras palabra se ve un horizonte más allá del “mañana”.

Los cambios experimentados tras las torres gemelas

Los datos muestran cómo el peso relativo de los países ha cambiado enormemente a una década del ataque a las Torres Gemelas en EE UU.  Brasil se ha convertido en potencia mundial, aumenta el poder de China, India, y disminuye ostensiblemente el poder de EE UU, mientras Europa entra en un proceso de dura absorción de sus nuevos socios.

La primera etapa de construcción de la democracia ya está terminada. Esa fue la recuperación de las libertades civiles, que hoy están mayoritariamente garantizadas según evidencian nuestros datos.

América Latina ahora está demandando igualdad, las garantías sociales. Es un proceso sucesivo. Hoy dominan las demandas de la igualdad de oportunidades, igualdad en acceso al desarrollo, al crecimiento. Las garantías políticas fueron el inicio, las garantías sociales vienen en segundo lugar y dominarán la agenda por las décadas venideras.

El proceso de transformación societal que se requiere para las garantías sociales es mucho más profundo que el que se requería para las garantías civiles. América Latina vive ahora esta etapa distinta.

Es paradojal que durante la consolidación de las garantías políticas se lleve a cabo la reforma económica. Ésta le da a América Latina otra condición económica permitiéndole enfrentar de manera diferente, con políticas económicas contracíclica la segunda crisis económica después de la vuelta a la democracia en los años 2007-2009. Estas políticas económicas permitieron que la democracia no se viera afectada por la crisis como lo fue durante la crisis asiática a fines del siglo pasado.

El caso de Chile cae en esas categorías, los indicadores observables indicaban que todo iba bien, muy bien. Otras informaciones nos indicaban que había grandes vacíos por abordar, sin que nadie les hubiera dado el peso que deberían haber tenido.

Los movimientos ciudadanos del 2011 nos muestran la magnitud de lo acumulado y de lo invisible en los indicadores. Pero Chile no es el único caso. Perú lo mostró también en las elecciones presidenciales del 2011, las demandas silenciosas acumuladas eligieron un candidato extramuros del sistema de partidos, que recogió las demandas sin estadísticas globalizadas ni atendidas por la comunidad internacional.

Las elites tienen que ir más rápido para alcanzar las demandas de la población, la oferta de soluciones aceptables hace una década, ya no son aceptables hoy. El crecimiento económico y el incremento en el tamaño de la “torta”, hacen que los grados crecientes de educación pongan de manifiesto a grandes mayorías de las poblaciones de nuestros países, que no es tolerable la continuidad de las desigualdades.

Es el impacto de la prosperidad y el “síndrome chileno”, se repetirá en todos aquellos ámbitos donde las desigualdades no sean tolerables para el mundo moderno en el que queremos estar insertos.

La demanda no es ideológica

Intentar comprender que la demanda no es ideológica es quizá lo más difícil para una región donde la ideología y sus fundamentalismos nos llevaron a un desolador siglo XX. Quizá por la misma razón la mayor socialización de las nuevas generaciones es su desprendimiento de los fundamentalismos y de las consecuencias de la intransigencia ideológica.

Los gobiernos de izquierda y de derecha han sido elegidos con los votos de centro que son la mayoría y han llevado a los gobernantes a políticas mucho más eclécticas impensables en la vieja América Latina. Lula es quizá el ejemplo más notable de esa nueva América Latina. El caso de Chávez pertenece ya a la vieja América Latina, así como es el caso de Daniel Ortega, donde nuevos caudillos se “toman” por la vía electoral el poder sin expandir la democratización del país, en cuanto a igualdad de derechos y deberes se refiere.

Es así como América Latina ya no es la vieja imagen de Hollywood de un varón debajo de un árbol con el sombrero en la cabeza durmiendo la siesta con la cincha de balas como cojín. La mujer es hoy la gran portadora del cambio y la más ignorada en esa visión estereotipada. El machismo está en franca retirada.

Ningún varón que se aprecie de tal puede hoy jactarse de ser machista sin correr el riesgo de volverse irrelevante. América Latina ya no es “esa” América Latina tampoco.



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