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viernes, 19 de agosto de 2011

TODAVIA YO NO SÉ SI CANTARÁS


Por Yoani Sánchez

La última vez que fui a un concierto de Pablo Milanés no pude tararear ni una sola de sus canciones. En medio de la Tribuna antimperialista, varios amigos desplegamos una tela con el nombre de Gorki para exigir la excarcelación –en agosto de 2008– de ese músico de punk rock procesado por “peligrosidad pre delictiva”. La sábana pintada duró breves segundos en el aire antes de que una turba bien entrenada nos cayera encima.

Al otro día, me dolía todo el cuerpo y sentía una molestia especial hacia el autor de Yolanda, pues lo imaginaba testigo pasivo de lo ocurrido. Sin embargo, me equivocaba. Después, supe que gracias a su mediación no habíamos dormido aquella noche en un calabozo y que también había intercedido para que Gorki volviera a las calles.

El próximo 27 de agosto, Pablo Milanés tiene programado un concierto en la ciudad de Miami. Evento que ha avivado la irritación entre quienes lo consideran un “juglar del castrismo”. Pero ni los más encendidos críticos deben olvidar que su propia vida ha sido –como la de tantos cubanos– una secuencia de golpes propinados por la intolerancia: la reclusión en la UMAP, las incomprensiones en los inicios de la Nueva Trova y el cierre de la fundación que llevaba su nombre. Deben reconocer también que Pablo Milanés tuvo la valentía de negarse a firmar aquella carta donde innumerables intelectuales y artistas apoyaron las medidas represivas tomadas por el gobierno de la Isla en 2003, entre ellas el fusilamiento de tres jóvenes que habían secuestrado una embarcación para emigrar.


Pablo, el gordo Pablo, que en los ochenta se escuchaba en cualquier punto del dial donde sintonizáramos el radio, evolucionó como lo hicimos muchos de nosotros. Sus discrepancias se han hecho oír desde hace varios años y su rostro ya no está presente en esos actos –profundamente politizados– con que las autoridades intentan demostrar que “los artistas están al lado de la Revolución”. Intuyo también que le gustaría compartir escenario en La Habana con esas voces exiliadas a las que todavía no se les permite presentarse en su propio país.

El trovador que se propone cantar en pocos días en La Florida es un hombre que ha crecido y madurado artística y cívicamente, consciente además de la necesidad de que ambas orillas de nuestra nacionalidad se reencuentren. De manera que recibir con gritos e insultos a Pablo Milanés puede ocasionar que se retarde el necesario abrazo entre los cubanos de aquí y de allá… pero no va a impedirlo.

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