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miércoles, 24 de agosto de 2011

Con Gadafi, la primavera árabe anotó ya un tres a cero, pero las rebeliones continúan

La primavera árabe que trajo vientos de liberación a la región está cobrando su tercera víctima con la caída del régimen de Muammar Gaddafi. El inminente fin de la dictadura abre un momento de incógnita y esperanza por el futuro de una nación que enfrenta grandes desafíos políticos y democráticos.

La caída de los líderes de Túnez y Egipto fueron más expeditas que la guerra civil que por meses se pelea en Libia.

La esperanza es que el derrocamiento de Gadafi sea proseguido por cierta estabilidad, como sucedió tras las salidas tanto del egipcio Mubarak y del tunecino Ben Ali.

Por 42 años, Gadafi gobernó con mano dura a una nación rica en petróleo y con una organización tribal que lo respaldó por décadas.

El dictador libio realizó en su inicio cambios positivos, invirtiendo las ganancias del petróleo en escuelas, hospitales y sistemas de irrigación necesarios para sus desérticas tierras.

Con el paso del tiempo su discurso antioccidental derivó en acciones terroristas, como el atentado del avión de Pan Am sobre Lockerby, Gran Bretaña en 1988, matando 259 personas.

La extravagancias de Gadafi a lo largo de los años llevaron a que se discuta su estabilidad mental, aunque su decisión de eliminar las armas de destrucción masiva para acercarse a Estados Unidos sugirió cierta lucidez estratégica.

Pero años de autoritarismo y abusos crearon la oposición imparable que ahora, con el respaldo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pone en jaque a un régimen cruel y tiránico.

El desafío es grande para pasar de la guerra civil a la estabilidad política. Habrá que ver la capacidad del Consejo de Transición Nacional libio de mediar las distinta facciones tribales y su habilidad para evitar el revanchismo.

La meta de derrocar al coronel del norte de Africa  llevó a una unidad de propósito, esperamos que la construcción de una Libia libre también forje la unidad necesaria para la era después de Gadaffi.
La Prensa de Nueva York

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