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miércoles, 31 de agosto de 2011

40 años de pecados sociales

Por Daniel Lillo Cuadra (*)

Si sumamos los casi 18 años de la dictadura de Pinochet y los casi dos años de Piñera y la Derecha a los 20 años de Gobierno de la Concertación, podemos apreciar cómo la entronización del sistema neoliberal ha abierto una enorme brecha entre quiénes han profitado y se han enriquecido con el sistema y la mayoría del país, los más pobres y la clase media que sufren de graves carencias, generando un verdadero pecado social, como calificara estas situaciones el obispo Goic.

El sistema neoliberal y su deidad “El Mercado”, ha estimulado y provocado el consumismo y el progresivo sobreendeudamiento de la mayor parte de la población del país, encadenada de por vida con los bancos, las grandes tiendas, supermercados, cadenas de farmacias, etc., además de ver como sus ahorros en AFP o sus aportes en las ISAPRES son aprovechados por una minoría insaciable, que solo está disponible para las ganancias pero no para las pérdidas, producto de la especulación financiera.

Los grandes negocios surgidos en Dictadura e incluso en democracia, como las Universidades y otras entidades de educación superior o técnica, “privadas sin fines de lucro”; los establecimientos educacionales, subvencionados por el Estado en beneficio de los “sostenedores”; las voraces instituciones financieras que cobran abusivos intereses; las empresas estatales estratégicas privatizadas vilmente, las transnacionales de la minería, el agua, la electricidad, la energía sucia; el duopolio de la prensa que absorbe toda la publicidad; la televisión derechista que promueve el escapismo y la desinformación; los propietarios o administradores del dinero plástico (las tarjetas introducidas por Sebastián Piñera), de las AFP, las ISAPRES, etc., son el país desarrollado donde viven los ricos.

El gran pecado social de la Concertación, ha sido no cortar los enclaves autoritarios en la Constitución, en las leyes de quórum calificado, en el antidemocrático sistema electoral binominal, o el favorecer el negociado y la especulación, bastaba con declarar insanablemente nula toda la legislación elaborada en Dictadura, fuera del Estado de Derecho, pero o no hubo “los pantalones” para hacerlo o nuestros dirigentes prefirieron aprovecharse también del sistema al asumir el poder.

Las relaciones sociales o familiares con el empresariado y las cúpulas militares, ansiosas de ascenso social, crearon un tejido que no tiene un real interés en cambiar un sistema económico y político que les resulta cómodo y útil.

Pero los chilenos no son tontos y menos su juventud, que se han dado cuenta del engaño y del abuso de la minoría de aprovechadores y la explosión social que vivimos hoy, la revolución de las aspiraciones, revela que no todo está perdido y que la actual clase política debe hacer los cambios necesarios de consuno con las fuerzas sociales o será arrollada y luego olvidada.

La alianza de trabajadores y estudiantes, fuerza moral de reserva del país, debe asumir un liderazgo hoy perdido por el oficialismo y la oposición y constituirse, por fin, en la generación de reemplazo de quienes han acaparado la escena política los últimos 40 o más años.
(*) Periodista

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