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viernes, 27 de mayo de 2011

EUROPA: OTRO PIE DE LA CRISIS MUNDIAL

Por Hugo Latorre Fuenzalida

Europa sufre, ahora, el coletazo de la crisis mundial del capitalismo. Los síntomas son indesmentibles: déficit fiscal, caída del empleo, de la inversión y colapsos financieros en el sector público y privado.

Las crisis políticas vienen detrás de la económica, lo que ya es habitual. Claro que son ciertos países los que ahora gatillan la alarma de esta situación, que amenaza con hacerse extensiva a toda Europa y más allá.

Portugal, Grecia, Irlanda y España, vienen sufriendo temblores de alta intensidad en sus economías. La población comienza a resentir la situación y varios países de la Europa Central y de Europa del Este también se ven amenazadas por esta realidad.

Lo importante es saber de qué fenómeno se trata. Nadie quiere hacer una vinculación más histórica del fenómeno, la mayoría se contenta con describir los dramas de cada país sin anudar los vínculos que atan una y otra realidad en una hermandad cómplice.

No debemos olvidar que esta crisis de Europa, es un capítulo de la crisis financiera mundial que se destapó en EE UU el año 2008, y que luce como una nave que no termina de flotar en estas aguas revueltas de un capitalismo que viene agitado e ingobernable.

Europa tuvo otra crisis feroz en la década de los 70 y 80. Fue el inicio de la crisis del capitalismo mundial, producto del agotamiento del período expansivo de postguerra, el más largo y prometedor que haya conocido la historia económica de Occidente.

Por ese entonces se da paso al remedio “thatcherista”, que se impuso desde Inglaterra. Desde entonces se produjeron ajustes y reingenierías en las economías de Europa, con más o menos intensidad, pero todos fueron “saneando” sus sistemas a través de reestructuraciones fundamentales. La era industrial es sustituida por una economía de servicios, donde los sectores financieros adquieren gran relevancia.

En plena crisis de reconversión, Europa sufre desempleo peligroso, bajas tasas de inversión y caídas en el PIB. España e Inglaterra son víctimas destacadas en esta etapa dolorosa, con desempleo de dos dígitos sostenidos por tiempos prolongados.

De pronto, a finales de los 80 y comienzo de los 90 algo comienza a suceder en las economías de Europa, puesto que se inicia una recuperación de la actividad productiva, del empleo y del optimismo general. Alemania es la primera en avanzar una recuperación acelerada y sostenida, sustentado, como siempre, en la producción industrial de alta calidad; Inglaterra lo hace por el lado financiero.

Todos estos países mantienen ciertas estructuras del sistema de bienestar, Alemania de manera más integral, mientras que Inglaterra sostiene la de Salud, pero liberaliza otras, como pensiones y trabajo.

Indudablemente que todas las economías de Europa crecen a la par de formar la Unión de países europeos; parecía que nuevos vientos de optimismo provenías desde Europa y alentaban las migraciones desde las naciones menos favorecidas desde, como la Europa del Este, Asia y Africa, y también desde América Latina.

Es verdad que en el transcurso de la década de los 90 se fue cambiando el cariz del empleo y la inversión en toda Europa. Las inmigraciones de turcos a Alemania, desplazan el empleo de los nacionales hacia actividades mejor pagadas y de más alta calificación, ocupándose los extranjeros de las actividades menos apetecidas por los alemanes, ayudando a las empresas de ese país a mantener competitivos los costos de del salario.

Otro tanto aconteció en España con las migraciones africanas y latinoamericanas, en Francia con las de Africa y Asia y en Inglaterra con las de sus antiguas colonias en la India y Africa.

De esa manera, la economía de servicios fue tomando cuerpo en Europa, donde los servicios menores eran servidos por los inmigrantes, mientras que los servicios especializados eran reservados a los nacionales.

En Francia e Italia, la economía industrial fue polarizada en dos áreas: las de pequeñas y medianas empresas, generadoras de empleo y que se especializaron en la manufactura de alta calidad y marcas costosas; por la contraparte estaban las grandes empresas tradicionales (automóviles, aeronáutica, bélica, farmacológica, transporte, química, etc.) que se llevaron las mayores asignaciones en recursos tecnológicos, pero eran las con menor capacidad de generar empleos, pues debieron competir por la vía de la automatización.

Todos los países que se abrieron a los flujos financieros internacionales vienen sufriendo períodos de auge y caídas, dependiendo de los ciclos migratorios del capital. Así como las colocaciones en bolsa y las inversiones en banca y sector inmobiliario lograron crear momentos de crecimiento y auge (durante la crisis de Rusia, de Asia y de la deuda de América Latina, se recibieron ingentes recursos financieros y de inversión, que se refugiaron en esos países que daban más confianza). Pero en momentos que las economías más débiles de la región activan las alarmas de los capitales migratorios, entonces esa bonanza puede revertirse en trágico desbande, con la consecuente caída brusca en insolvencia.

El endeudamiento de ciertos países era similar a los que sostenían algunos países altamente endeudados de América Latina en la década de los 80, lo que habla que la apariencia de normalidad de esas economías en la década de los 90 y durante buena parte de esta década del 2000, era en verdad más aparente que real.

La deuda externa de Grecia, que ya a estas alturas supera el 150% del PIB; Irlanda sobre el 120% del PIB, Portugal en niveles similares, España que salta también de una deuda que antes de la crisis representó el 36% del PIB, ahora bordea el 150%, luego de estar en 74% a fines del 2010.

Es decir, el crecimiento de la deuda es muy acelerado, mucho más alto que el de América Latina. Recordemos que Argentina fue castigada cuando cae en cesación de pagos en el 2001, con un porcentaje de deuda que era casi la mitad del PIB y no llegaba a los 100.000 millones de dólares.

Los endeudamientos actuales de los países de Europa duplican con facilidad el porcentaje del producto de las economías; es decir, objetivamente es doblemente más grave que el de América Latina y el mundo parece no tomar el peso a esta situación.

Esta es una crisis derivada de la crisis del capitalismo financiero, que sigue dando coletazos y amenaza desfigurar toda la economía mundial, y eso merece tomarse más en serio de lo que hasta ahora lo hacen los especialistas del mundo.

George Soros dice con alarma:” Creo que la situación actual es mucho más incomprensible y mucho menos predecible de lo que dije en el momento del pico de la crisis financiera.”

Por lo visto, los europeos deberán bajar su nivel de vida y tendrán que acoplarse de manera diferente a la economía mundial, pues esta crisis amenaza con arrasar gruesa parte de lo que ha existido como sistema económico-social; algo parecido deberá suceder con EE.UU. de Norteamérica, cuya deuda es también superior al 112% de su PIB, y muchos opinan que podría ser el doble de eso.

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