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lunes, 25 de abril de 2011

Entre el detallismo excesivo y la parranda

Por Abraham Santibañez

El mejor análisis acerca del estilo de gobierno del Presidente Sebastián Piñera lo escribió Genaro Arriagada (político, escritor, ensayista y ex diplomático) en El Mercurio: “Es la tendencia a un tipo de gestión que los manuales de administración describen como "micromanagement" y que se puede definir como la acción desorbitada de un jefe por controlarlo todo, negarse a delegar y preocuparse incluso por los detalles menores. El micromanagement es la negación del liderazgo; no empodera a los subalternos; hace al jefe preocupado de lo accesorio en vez de mirar al gran diseño; desalienta a los subordinados a tomar decisiones pues están en constante riesgo de ser contradichos o desautorizados; destruye el sentido de equipo; daña las líneas de comunicación al interior de la organización”.

Sin usar el mismo concepto (“micromanagement”) numerosos comentaristas, a propósito del primer aniversario del gobierno formularon parecidas críticas.

Casi dos meses después, los porfiados hechos (frase atribuida con persistencia a Lenin) siguen confirmando esta impresión: un exceso de detalles, explicable como un frustrado deseo de perfección, pasa la cuenta sin descansar.

Pero hay más: no es solamente esta obsesión lo que explica la pobre imagen del régimen en las encuestas. Como lo demuestran las renuncias producidas en las últimas semanas, también se debe responsabilizar a un equivocado concepto que asimila la dirección de un país a la conducción de una empresa. Los errores en los negocios privados se pagan generalmente con la “desvinculación” y absorbiendo las pérdidas. En la vida pública, eso no es suficiente. Además, hay errores que no se pueden cometer: confiar en exceso en sus asesores personales, como le ocurrió a Magdalena Matte, tiene costos no solo políticos. También hay precios institucionales que en algún momento se van a cobrar.

Cuando finalmente renunció la ex intendenta de la Octava Región, arrastrada al abismo político por “inventar historias”, quedaron dudas no superadas. La Cámara de Diputados pudo, en su momento, ayudar a encontrar respuestas. Pero se prefirió el expediente sin riesgos mayores de retirar la acusación. Algo parecido, pero con menos reflexión interna, decidió la oposición en el Caso Kodama.

Ya es lugar común la falta de relato del gobierno y un cierto exceso de ímpetu (¿juvenil?) del Presidente. Lo que no está claro en este panorama es lo que quiere la oposición y cómo se proyecta hacia el futuro.

Tal vez tenga razón el senador Longueira cuando dijo que no cree que “esté muerta, está de parranda"

Muerta o de fiesta, para los efectos inmediatos, es lo mismo. Lo que importa es que hará en el tiempo (poco) que hay antes de las nuevas confrontaciones electorales.

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