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viernes, 31 de diciembre de 2010

Terminaron en Brasil ocho años de pragmatismo - Comienza nueva etapa que se espera sea de continuidad

Por Walter Krohne

Veinte años de gobiernos militares orientados en la Doctrina de Seguridad Nacional dejaron al Brasil muy cerca del caos y de la bancarrota. Las primeras elecciones abiertas de Presidente se realizaron en 1989, al término del gobierno de transición de José Sarney.

Luiz Inácio Lula da Silva, como candidato, obtuvo el segundo lugar detrás de Fernando Collor de Melo, quien, en 1992, se vio obligado a renunciar al verse involucrado en un gran escándalo político, quedando Itamar Franco como mandatario hasta el término del período presidencial regular.

El ministro de Hacienda de este último gobierno fue Fernando Henrique Cardoso, un intelectual muy conocido en el mundo académico europeo, donde vivió durante gran parte de los gobiernos militares, puso en marcha el Plan Real que terminó con la inflación crónica en Brasil.

En octubre de 1994, Lula se presentó nuevamente como candidato presidencial, volviendo a ser derrotado, esta vez por el mismo Cardoso, autor del milagro antiinflación. Igualmente fue vencido en 1998 cuando Cardoso se presentó a la reelección, pero logró el 32 por ciento de los votos.

Lula (65) asumió la Presidencia en 2003 tras ser electo con una abrumadora votación de 61 por ciento de los sufragios, es decir 52,4 millones de brasileños votaron por él.

Tareas iniciales


Uno de los logros más importantes de su política de gobierno fue la política social que le trajo a Brasil grandes beneficios internos como también externos. Los brasileños comunes se sintieron tocados y tomados en cuenta por una figura como ellos, que había llegado a la primera magistratura del país tras haber vencido la pobreza, salir del anonimato y ganarse la confianza de las grandes masas populares. Los analistas e investigadores de la política señalan que tanto la expansión económica como la política de inclusión de Lula ofrecen buenos pronósticos para pensar que Brasil se transformará en este siglo en una potencia mundial.

Las primeras tareas de Lula, como “Hambre Cero” y “Bolsa Familia” (familias de escasos recursos recibieron gratis del Estado salud y educación) fueron una base en este desarrollo-país, especialmente el segundo que construyó la movilidad social en la sociedad brasileña, que antes era inimaginable. Unos 30 millones o más de personas, en una población cercana a los 200 millones, lograron dejar la pobreza, como antes lo había logrado el propio Presidente Lula.

Logros financieros

En el mundo financiero internacional es respetado plenamente por haber logrado mantener un nivel inflacionario bajo, una política de acumulación de reservas internacionales y por darle cada vez mayor autonomía al Banco Central, como ocurre en las democracias moderna.

El resultado de estas políticas están a la vista de todo el mundo. Con un crecimiento cercano al 7,5% del Producto Interno Bruto (PIB), la economía del país más grande de América Latina ha mantenido un ritmo acelerado de crecimiento desde el segundo semestre de 2009, cuando dejó atrás los efectos de la crisis financiera global. La industria creció un 8,3% en el tercer trimestre de 2010 en comparación al mismo período de 2009; la agricultura lo hizo 7%, y los servicios, en 4,9%.

El fuerte ritmo de crecimiento desde fines del año pasado provocó temores de presiones inflacionarias, lo que llevó al Banco Central a elevar en octubre su tasa referencial de intereses Selic a 10,75%.

Ciertamente Brasil sigue sin poder resolver algunos problemas financieros históricos como es el de la deuda externa que alcanzó en octubre 329.985 millones de dólares, contra 309.510 millones de dólares en junio. Sin embargo, este es un problema que ha ido quedando superado gracias a los grandes logros comerciales y financieros de Brasil, que le permiten gozar hoy de grandes reservas.

Hay también preocupación por la estabilidad del real que, como muchas otras monedas, se ha visto afectado por el bajo precio del dólar y los efectos de la política económica de China.

Según Alejandro Schwartsman, economista jefe del Banco Santander en Brasil, la evidencia estadística muestra que el comportamiento del real está mucho más atado a la evolución del precio de los commodities y a la debilidad del dólar que a las variaciones en la carga impositiva.

Esto lo dijo después que Brasil, el 18 de octubre pasado, subió por segunda vez el impuesto que cobra a extranjeros que compran bonos locales, e hizo más costoso para los inversionistas negociar en derivados de moneda. El aumento fue de 4 a 6 por ciento, en una medida que está destinada a frenar el alza del real.

“Nuestras estimaciones sugieren que un incremento del 10% en el precio de las materias primas implica una apreciación del 6% del real. Del mismo modo, una depreciación del 10% del dólar contra una canasta de monedas que excluye al real supone una suba del 6% de la moneda brasileña”, comentó Schwartsman.

Político pragmático

Lula ha sido siempre un pragmático y ha actuado como tal. Estuvo veinte años defendiendo medidas que difieren radicalmente de las que ha llevado a la práctica como Presidente. Una señal clara de este pragmatismo fue el nombramiento de Henrique Meirelles como presidente del Banco Central. Este funcionario es un técnico de sensibilidad derechista que mantuvo la inflación equilibrada y dio seguridad al sector económico.

Meirelles terminó hoy su tarea junto con el mandato de Lula, ya que la nueva presidenta Dilma Rousseff nombró en su reemplazo a Alexandre Tombini, un hombre “criado" en el Banco Central. La noticia asustó un poco a los inversionistas preocupados por la continuidad, aunque otros sectores políticos y también económicos dicen que Tombini da garantías suficientes a los mercados de que no habrá cambios drásticos en la política monetaria.

El pragmatismo y la suerte ayudaron a Lula, quien tuvo la visión de no cambiar el modelo económico que funcionaba, hasta el punto que tampoco le fue necesario hacer grandes reformas como se temió al comienzo de su gestión.

Esta política permitió un aumento importante de la clase media en Brasil de un 42,5%, al asumir en 2003 a más de la mitad de la población, segmento que concentra hoy una de las mayores capacidades adquisitivas, lo que ha hecho disparar el consumo interno a tasas nunca vista antes.

Los lunares de Lula son la buroicracia estatal y la corrupción, perdiéndose en los últimos años la prudencia en la política fiscal del inicio de su administración. Varios analistas económicos miran con inquietud el incremento del déficit fiscal en Brasil.

Junto a estos problemas está también la corrupción. Siempre se recuerda los escándalos que sacudieron al Gobierno de Lula entre 2005 y 2006 que significaron la caída de uno de sus ministros.

Así y todo, con o sin lunares, con pragmatismo y suerte, el período de Lula al frente de Brasil significó un enorme avance para un país que ya pasó el umbral del desarrollo y se sitúa ahora en el umbral de convertirse en potencia mundial.

Brasil tendrá mañana una nueva Presidenta,  Dilma Rousseff, discípula del Presidente,  pero todo  parece indicar que habrá liderazgo de Lula por muchos tiempo más y para bien de América Latina. Los brasileños esperan de Rousseff un gobierno de continuidad.

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