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viernes, 31 de diciembre de 2010

Brasil: El “companhero” Lula

Despedida de un líder

Mañana asume Dilma Rousseff  como nueva Presidenta de Brasil

Por Rudova Wakroto


Ciertamente no se podría comprender el desarrollo experimentado por Brasil en la última década sin considerarse a fondo el factor Lula, que ha permitido que este país se haya proyectado en el mundo con un  liderazgo regional logrado en el marco de un plan de gobierno que contempló cinco puntos fundamentales: 1.- Combatió la pobreza a través de la creación de millones de puestos de trabajo; 2.- Defendió los derechos de los trabajadores logrando que estos se sintieran parte y no carga de un gran Brasil; 3.- Sentó las bases para un desarrollo contundente y sostenible en el tiempo, contemplando las nuevas energías no contaminantes con fórmulas y métodos que hoy están siendo aplicados en Estados Unidos y otros países del orbe; 4.- Desarrolló una política exterior que ha colocado la voz de un país tercermundista en el lugar adecuado del concierto de las grandes naciones del mundo, como ha sido la inclusión de Brasil en el Grupo de los Veinte; y 5.- Dio continuidad a una visión revolucionaria construida sobre pilares de una democracia moderna y estable que está llevando al Brasil, si continúa por esta senda, a convertirse en una gran potencia mundial.

El Presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha sido criticado por la aristocracia brasileña por los errores lingüísticos que comete a veces en sus discursos, pero su condición de autodidacta y su capacidad como estadista de primer orden, que ha demostrado ser en los últimos años, no es un tema de discusión por el “gran Mundo de la política ” ni dentro ni fuera de Brasil. Todo lo contrario, Lula demostró que no es necesario haber estudiado en Harvard para convertir a un país en potencia. Es mucho más una cuestión de inteligencia, de visión de estadista y talento, condiciones que lamentablemente faltan en la mayoría de los líderes latinoamericanos.

Sus errores lingüísticos son superados ampliamente por la calidad de su oratoria, que le permitió mantener en estos años una comunicación fluida entre el “establishment” en Brasilia y el pueblo, ya cansado de vivir en la pobreza y en el retroceso que parecía endémico.

Hijo de campesinos analfabetos del norte de Brasil (la región más pobre de este país) recibió de regalo el primer par de zapatos cuando tenía siete años. Trabajó de lustrabotas y con 14 años logró ingresar como aprendiz en una metalúrgica, sector donde se convirtió en un líder sindical inigualable que cambió la relación casi colonialista que existía entre el patrón y el trabajador hasta después de los gobiernos militares de las décadas del sesenta y setenta.

Nació en Vargem Grande, actual Caetés, en el estado de Pernambuco, el 27 de octubre de 1945. Tiene siete hermanos -cuatro varones y tres mujeres- y él fue el séptimo. Se crió en una familia de labradores formada por Aristides Inácio da Silva y Eurícide Ferreira de Melo. Poco después de su nacimiento, su padre se mudó a San Pablo para trabajar como estibador en el puerto de Santos. En una biografía autorizada, Lula afirmó que su padre -al que recién conoció cuando tenía cinco años- "era un pozo de ignorancia".

En 1952, con su madre y sus hermanos viajaron durante trece días en un camión atestado para Guarujá -en el litoral paulista-. En 1956 finalmente se instalaron en la capital de San Pablo, donde Lula, a los 12 años, comenzó a trabajar como limpiabotas y luego como ayudante en una tintorería. A los 14 años consiguió un puesto en una metalúrgica, donde trabajaba doce horas diarias. De igual forma se hizo de tiempo para realizar un curso de tornero mecánico del Servicio Nacional de Industria, que culminó en 1963.

A los 22 años se casó con Maria de Lourdes, una operaria textil, quien a los dos años quedó embarazada, pero ella y su bebé murieron durante el parto. Luego tuvo una hija, Lurian, con la enfermera Miriam Cordeiro, y en 1974 conoció a su actual esposa, Marisa Leticia, viuda y madre de un niño, con quien ha tenido tres hijos más.

En 1966 comenzó a trabajar en las Industrias Villares donde, a pesar de ser un trabajador despolitizado, se inició en el sindicalismo debido a su hermano mayor, Frei Chico -ligado al Partido Comunista Brasileño-, quien fue arrestado y torturado por los militares. A partir de entonces Lula participó de forma activa de la vida sindical y en 1972 fue elegido primer secretario del sindicato de metalúrgicos de São Bernardo do Campo.

En 1975 y 1978 fue elegido presidente del sindicato metalúrgico y lideró varias huelgas que aceleraron el final de la dictadura. En abril de 1980 encabezó un paro de 41 días en el que participaron 270 mil trabajadores paulistas y por el cual fue arrestado durante un mes. El 10 de febrero de ese mismo año, junto a otros sindicalistas, intelectuales y académicos, lanzó el manifiesto que fundaba el Partido dos Trabalhadores (PT), en medio de un renacimiento del debate político en la sociedad.

En toda esta etapa de su vida, no sólo luchó por los derechos de los trabajadores, “sus companheros” como él dice, sino también contra las persecuciones políticas y la violación de los derechos humanos.

Pasó por todas hasta que triunfó abrumadoramente en las urnas y se convirtió en 2003 en el Presidente de Brasil, manteniendo siempre alto el apoyo popular a su gestión que ahora termina con un 87 por ciento de preferencias.

Uno de los hechos que lo hizo conocido como líder de los metalúrgicos fue la realización de una exitosa huelga de 41 días en 1980 que le permitió fundar el Partido de los Trabajadores (PT) que lo acompañó en el poder y seguirá acompañando a la nueva Presidenta Dilma Rousseff que asume el gobierno mañana.

El es un hombre simple y carente de una sólida ideología. Puede ser calificado como pragmático o realista. Tampoco se le puede encasillar como un izquierdista clásico, porque jamás leyó a Marx, Lenin o Trtotsky, como dijo Denise Paraná, autora de una exitosa biografía de Lula (“Lula, el hijo de Brasil”).

Como dice Paraná, la única que influyó en su pensamiento político fue su propia madre, Doña Lindu, cuya ideología consistía sólo en que las cosas debían ser repartidas entre todos.

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