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martes, 23 de noviembre de 2010

Cuando se pierde la confianza en el modelo y en sus dirigentes, la rebelión social está a la vuelta de la esquina

Por Walter Krohne

Cuando los pueblos pierden la confianza en el sistema político y/o económico, las sociedades ingresan a una etapa de incertidumbre que puede ser previa al estallido de una rebelión social destinada a presionar, utilizando métodos no tradicionales, por cambios efectivos y concretos. No se trata necesariamente que esto ocurra en forma violenta, sino consiste más bien en un ”levantamiento” silencioso e inusual frente a un sistema, que no funciona o que por sus prácticas engañifas ha ido perdiendo la confianza frente a quienes se denominan comúnmente los usuarios.


Chile es un escenario perfecto para que este tipo de rebelión ocurra. Los políticos de todas las tendencias muestran a diario que no consiguen tomarse en serio “la pega” para la cual han sido elegidos o designados. No son todos, pero un gran número. Lo mismo ocurre con los banqueros y empresarios y todos quienes tienen una mínima cuota de poder, suficiente como para utilizar en su propio beneficio o del grupo al que pertencen o representan, las decisiones o el manejo, en una u otra dirección, de los mecanismos de los que disponen en sus empresas para abusar del usuario.

Hace un par de meses, con esfuerzos de diálogos provenientes de distintos sectores, especialmente de las Iglesias, el gobierno logró terminar con una huelga de hambre de 34 comuneros mapuches. Todas las promesas posibles y también las imposibles estuvieron sobre la mesa de negociaciones. Ha pasado el tiempo y nos encontramos, como era previsible, en que varios puntos de estas promesas no se han cumplido o se están llevando por un camino equivocado. Tanto es así que uno de los más importantes mediadores hoy de la Iglesia Católica, como el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Ezzati, se ha visto obligado a advertirle al Gobierno que los comuneros pueden reactivar su acción en cualquier momento. Los mapuches protestaron porque los iban a procesar por delitos terroristas, se les dijo que no sería así, pero la realidad en las últimas audiencias judiciales mostró otra cara del Gobierno: El Ministerio Público decidió mantener la formalización por delitos terroristas contra 17 activistas presos.

Esto significa una pérdida enorme de confianza que automáticamente se traspasa a otros sectores, como los trabajadores, los sindicatos, los estudiantes, los campesinos y los pobladores en general. Al final nadie le cree al gobierno ni tampoco a la oposición y las institucionales del Estado comienzan a perder imagen. Peligroso, pero muy peligroso, porque realizar negociaciones bajo este clima no es posible esperar la llegada a un buen puerto.

Pero dejemos la arena política y entremos a la económica-financiera, directamente al tema de los bancos con “ventas atadas”, seguros con cobros abusivos y con comisiones “brujas” que no existen en ningún país más o menos desarrollado o en desarrollo, salvo en Chile. Según una encuesta de Radio Cooperativa, al 79 por cientos de los consultados se le ha obligado a tomar “ventas atadas” para poder obtener un crédito hipotecario y cumplir el objetivo de la ansiada casa propia.

Estas últimas dos semanas hemos escuchado una serie de declaraciones sobre “ventas atadas” con opiniones que caen en el cinismo más absoluto de quienes las entregan. Está claro que el gobierno ha sido poco transparente  en vetar primero este tipo de ventas, para luego, dos meses más tarde, volver a permitirlas o modificarlas, lo que tampoco ha sido hasta ahora completamente aclarado. Sin embargo, la reacción de los banqueros es lo importante, porque ellos son los líderes de un sistema que está pensado para facilitarle el progreso económico a la gente y no para que ellos se hagan más ricos a costa de quienes están obligados a requerir sus servicios.

Cuando uno de estos líderes dice, por ejemplo, que "el Estado no debe pensar por la gente, el Estado está para otras cosas, para resguardar la industria regulada, para dar normas, pero al final es la gente la que decide y para eso las sociedades modernas tienen democracia", se está demostrando justamente que la intervención del Estado en estos asuntos es imprescindible, porque sino imperaría en Chile la “ley de la selva”.

Otro de estos personajes calificó las “ventas atadas” de ilegales y “quienes las realicen deben ser sancionados”, porque “no hay ventas atadas, lo que hay son ventas conjuntas”.

Y lo peor de todo esto es que además de “meternos el dedo en la boca” nos creen tontos o ignorantes.

Pero lo que ocurre en los bancos no es nuevo. Las ilegalidades están a la orden del día en todas partes o ¿no es ilegal acaso que las casas comerciales hagan descuentos por ciertos productos siempre y cuando los usuarios los paguen con la tarjetas de crédito respectiva como único medio de pago? o ¿que los supermercados asuman roles de sociedades de beneficencia y pidan en cada compra una donación para los "hermanitos de los pobres" u obras similares?

Si el Estado no controla y no regula, la población irá perdiendo la confianza en el sistema, como ya está pasando, porque en todas parte en Chile roban o tratan de aprovecharse en desmedro del usuario.

Hablemos de cobros por las tarjetas de crédito, cobros por estacionarse en la vía pública, cobro desmedido por la recolección del aseo de las municipalidades, cobros excesivos por los medicamentos, cobros también excesivos y usureros en las clínicas, cobros injustos e inadecuados de las isapres….bueno la lista es muy larga para registrar todas las irregularidades. Al último lo que más va a convenir es comprar al contado los productos en supermercados y casas comerciales, como ocurría antiguamente, para evitarse cobros excesivos en comisiones e intereses que las ofertas llevan consigo en forma camuflada.

Lo peor que le puede ocurrir a una sociedad es perder la confianza en el modelo político y económico y en sus líderes y esto es lo que lamentablemente comienza a ocurrir en Chile.

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