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martes, 16 de marzo de 2010

OPINA: HUGO LATORRE FUENZALIDA


¡PUEBLO DE CHILE, UNA VEZ MÁS SEREIS NINGUNEADO!

Por Hugo Latorre Fuenzalida

El pueblo de Chile fue el gran protagonista de la sociedad democrática a partir de 1938. Desde la llegada del Frente Popular con los Radicales a la cabeza, pasando por el paco Ibáñez y por Alessandri, don Jorge, que indudablemente era de la derecha republicana, luego alcanzando la “Revolución en libertad” de Frei padre, que sí fue una verdadera revolución social y popular (aunque los ricos no dejaron de enriquecerse y las diferencias sociales no disminuyeron), pero en que las masas populáricas alcanzaron reivindicaciones nunca vistas y el campesinado pasó de ser parte de la gleba a ciudadano y el Estado promovió la organización del pueblo, cosa que ahora reconocen todos los organismos internacionales como una exigencia mínima para la democracia (ver CEPAL: “Capital social”).

Con la llegada de Allende y la Unidad Popular, el pueblo es dirigido al poder por los partidos de la llamada izquierda, generalmente liderados por personeros de la burguesía, cuya voluntariosa impaciencia y su unilateral y precario roce teórico con las enseñanzas de la historia, llevaron a que lo que pudo ser una experiencia única en el mundo, se transformara en una especie de tragedia griega….es decir en un fatalismo de destino preanunciado y sin salida viable. Con todo, se debe reconocer que al año 1971, fue el único conocido en la historia de Chile en que la sociedad se hizo más equitativa, pues ya en 1972, producto de la inflación galopante, la acumulación de riqueza volvió a favorecer al 20% más rico…y desde ahí nunca más y hasta siempre (esto sólo como dato curioso y desmitologizador).

Con la dictadura militar, aliada a una derecha que enajenó su pasado republicano, se inicia el gran ostracismo del pueblo con relación a las preocupaciones del poder. Desde la dictadura hasta nuestra fecha, el pueblo ha sido olvidado, enajenado, marginado, vejado, golpeado, perseguido, ignorado, disminuido, aislado, denigrado….y para qué seguir: el pueblo no está en las prioridades de los gobiernos, desde entonces.

La prioridad de la dictadura fue deshacerse del pueblo y sus organizaciones; lo hizo sin contemplaciones humanas, es decir a sangre y fuego; luego le ocupó la imposición de un modelo que ignora las demandas sociales para atender solamente las exigencias del sector empresarial; que, por lo tanto, reduce al Estado a un simple servidor del capital más encumbrado, y los deberes básicos de ese Estado son reducidos al mínimo funcional para una economía de privilegios. De hecho, el pueblo fue la gran víctima en el período de la dictadura, aliada a una derecha políticamente fascistizada.

Sin embargo ese mismo pueblo es el que desafía a la dictadura y sus crímenes, desde la calle combate y logra crear conciencia mundial de los dolores y horrores que se dan en Chile. Son los dirigentes que quedan en las grandes organizaciones de las empresas públicas los que dan la cara para deslegitimar al poder dictatorial, desde las luchas callejeras. Los políticos se suben a última hora y planifican la caída de la dictadura de manera democrática y con gran habilidad táctica y estratégica.

Pero es esa misma dirigencia política que, una vez obtenido el triunfo sobre el monstruo antipopular, no le aniquila sino, por el contrario, le devuelve las armas para seguir operando desde los sectores más estratégicos del poder: las leyes, las elecciones populares, la economía, las comunicaciones y las armas. No sólo le restituye las herramientas que ya poseía, sino que le concede otras adicionales, lo cual queda sellado con el pacto constitucional, que en el fondo más que pacto fue una claudicación de la Concertación (ver Felipe Portales: “Chile: una democracia tutelada”).

Es decir, una vez muerta la bestia le tuvieron miedo al cuero o. como señala el mismo Portales….(confidenciado en uno de sus libros por uno de los mentores de esta dudosa concesión, el asesor presidencial señor Boenninger - y a confesión de partes, relevo de pruebas-), es que ya estaban convertidos al neoliberalismo y sólo hicieron la representación ante un pueblo que, inocentemente, les aclamaba como la esperanza de cambios.

Para qué hablar de la trayectoria de la Concertación y sus gobiernos y sus partidos y sus dirigentes. La derrota ante la derecha habla de lo pobre de su gestión, por mucho que lo revistan con propaganda y cifras triunfalistas. El pueblo les dio el puntapié final porque se cansó de su molicie, de sus corruptelas, de su indecisión y de su servilismo ante los intereses agigantados en la economía privada y la institucionalidad social (salud, educación, previsión, etc.).

Usted dirá: pero no puede desconocer que redujeron la pobreza. A eso se puede responder, ¿qué entienden ellos por pobreza? Está reconocido por la misma Cepal que las formas de medir la pobreza en Chile y en América Latina en general es excesivamente estrecha, minimalista, casi inhumana; por tanto es fácil actuar como la señora Thatcher en la Inglaterra de su tiempo, donde se dio en cambiar dieciséis veces la forma de medir el desempleo y la pobreza para no quedar al descubierto, del escándalo que sus políticas podían acarrear.

También dirá usted…¡Ah, pero incrementaron el gasto social y público de manera notable!
Es verdad, porque usted comprenderá que un gobierno democrático no puede hacer lo mismo que un gobierno dictatorial y antipopular; pero lo que sí se le puede responder es que la vara desde la que se parte es tan mínima que los incrementos de gasto social y público pierden casi todo mérito; de hecho la parte que el Estado ocupa del PIB, se mantuvo cercana la 19%, es decir proporcionalmente menor incluso que en tiempos de la dictadura, donde bordeó el 25%. ¡Cómo, dirá usted! ….simplemente porque el sector privado fue creciendo mucho más espectacularmente que la contribución de los mismos al Estado, es decir se enriquecían de manera acelerada, pero no pagan los impuestos equivalentes a ese incremento de riqueza, por lo tanto el resto de la sociedad no participa de ninguna manera en esa riqueza incremental; de esa forma el Estado se hace más pobre y la sociedad toda más precaria, comparativamente.

Ah, dirá usted, pero se incrementó el empleo y el salario, y eso lo hace el empleador privado….ahí está el beneficio.

Bueno, si usted saca bien la cuenta, le puedo decir que en el sector minero, por ejemplo, el gasto en salario representa el 1,3% de las ganancias en tiempos normales, pero cuando sube el precio de la libra de cobre, como ha acontecido los últimos años, ese costo se hace tan ínfimo que caso no vale la pena registrarlo en los libros contables. Por demás, los salarios se han mantenido infinitamente por debajo de las ganancias de las empresas, apropiándose éstas del incremento de la productividad casi en su totalidad. Eso no lo digo yo, lo dicen todas las publicaciones internacionales que se refieren a la economía latinoamericana, entre ellos a Chile.

Los gobiernos de la Concertación, negaron, prohibieron, desalentaron y persiguieron cualquier intento de reorganización social y popular. Más aún, entregaron voluntariamente el poder de prensa, radio y televisión (TVN la neutralizaron voluntariamente) que manejaban a manos de empresarios del duopolio y de los poderes fácticos, justamente para que el pueblo no hiciera olitas a su gestión conservadora y renunciativa.

Concentraron en los partidos y sus dirigentes más comprometidos con los poderes reinantes la tarea de representación popular. Es decir, se llevó al país a una especie de poder desde el “partido único”, pero con la cualidad que era éste un partido de poder adocenado (y asociativo de manera simbiótica con los partidos de la derecha…..Ver el libro “El socio” de Jenaro Prieto). Los empresarios aplaudieron y los partidos de derecha sólo hacían la pantomima de oposición; todo estaba ya “atado y bien atado”…,parafraseando al mentado Franco de aquella España de triste memoria.

Esta Concertación no logró superar el desafío de la gestión estratégica para reinventar una política sustentable en el largo plazo; se quedó anquilosada en la política de los buenos “negocios privados”, soportada en las exportaciones de recursos básicos y en la especulación bursátil, producto de la acumulación financiera, gruesa parte de la cual proviene del ahorro popular y otra de la venta de activos públicos, es decir, del mismo pueblo; la apertura a un consumo incremental sustentado en el endeudamiento familiar y en el desarrollo inmobiliario, fuertemente concentrado en los segmentos ABC1.

La economía de desarrollo, esa que hace crecer y difunde las competitividades internas con nuevos productos y alternativas novedosas, con ciencia, tecnología, con industrias y sentido cooperativo e integrativo de la economía; justamente eso, que hubiese sido el pilar de una economía social y popular, capaz de generar empleos estables y decentemente remunerados, eso no se hizo ni siquiera se planteó. Es por eso que pasamos de crisis en crisis, cuidando ahorrar para cuando venga la próxima crisis, en vez de invertir aceleradamente. Esta economía de “temerosos miserables” no es la que requiere un país joven e inmaduro en su desarrollo. Esta economía demanda inversiones productivas, de manera intensiva, como lo hacen los países asiáticos, que logran superar las crisis externas creciendo a altas tasas, justamente porque no descuidan su desarrollo interno.

Pero acá nos echamos en los huevos de un crecimiento espasmódico, de negocios transnacionalizados, que poco o nada dejan a Chile (ver: cobre, salmoneras, servicios básicos y bancarios, etc.) y medimos engañosamente el PIB como un crecimiento nacional real, cuando en verdad es puramente formal y nominal, como bien lo saben los economistas. Crecemos, debido a las continuas crisis, a tasas tremendamente insuficientes para las exigencias de un país en vías de desarrollo. La CEPAL misma lo decía a comienzos de los 90, que necesitamos tener tasa de inversión real (no transferencias de recursos financieros) del orden del 26% para poder crecer a tasas cercanas al 6%. Con estas tasas podemos tener esperanzas de alcanzar tareas de integración social y de dejar atrás la pobreza más vergonzante en un plazo mínimo de 20 años.

Hemos venido creciendo a tasas que están 1/3 por debajo del mínimo exigido y las inversiones también se ubican más cerca al 20% que del 26% (real..no financiero), lo que prolonga nuestras expectativas de salida a más de 40 años..

Ahora, si a estas deficiencias les agregamos un estudio más detallado de la calidad reproductiva e irradiante de la inversión, caeremos en la cuenta que falta mucho por andar, como para prometer livianamente que dejaremos el subdesarrollo, ni siquiera en un horizonte previsible de tiempo. A menos que hagamos un cálculo como lo hacían los agnósticos cínicos en la carrera de “la liebre y la tortuga”, ya que el desarrollo es siempre un referente comparativo, y cuando los demás se adelantan en demasía, es probable que den la vuelta al circuito y se ubiquen detrás de la tortuga, que somos nosotros….lo que obviamente no acredita que superemos el juego puramente especulativo en medio de una lógica extravagante.

De la derecha, ya sabemos cuanto calza y la fe que profesa; en consecuencia, a pesar del terremoto y de la necesidad de una política keynesiana dentro de una tradición neoliberal, veremos que se las arreglarán para que el pueblo siga siendo receptor de dádivas y no de integración efectiva. El tema actual y de moda del “capital social” instalado entre los paradigmas actuales como la exigencia básica para el desarrollo, ni siquiera ha rosado el cabello de estas testas doradas de la oligarquía criolla….y creo que no llegará a penetrar la mucosa de su apéndice olfatorio.

Insisto, por enésima vez que producto de esta nueva etapa de gobierno de derecha…-puede que sea más de un gobierno-, y también por los frutos de los gobiernos de la Concertación (que no fueron muy diferentes), Chile está condenado a vivir un “crepúsculo veneciano”, sin haber llegado nunca a tener el brillo de Venecia, lo que hace más obscuro ese color crepuscular.

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